DOMINGO Ť 15 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Tenía claro que no íbamos a desencadenar la hecatombe: Anatoli Gribkov

Ocurrencia de Jruschov, instalar ojivas nucleares en Cuba, no gesto solidario, explica ex general

Ť Llegamos al límite pero pudimos evitar una guerra nuclear, recuerda Robert McNamara

Ť Intensa polémica desata en Estados Unidos y Rusia Trece días, la película sobre la crisis

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 14 de abril. Casi 40 años después de ocurridos los hechos, que en octubre de 1962 pusieron el mundo al borde de una catástrofe nuclear, los rusos ya no explican la decisión de instalar cohetes en Cuba como un gesto solidario para impedir una invasión de Estados Unidos, sino como una "ocurrencia" de Nikita Jruschov con la idea de contrarrestar la desventaja que tenía la Unión Soviética respecto de Estados Unidos en materia de ojivas nucleares, en una proporción de uno contra 17.

Burlatski y McNamaraAsí lo afirmó aquí el ex general Anatoli Gribkov, con sus 82 años de edad el único sobreviviente de los militares de alto rango que diseñaron la operación secreta para emplazar los misiles soviéticos en Cuba, quien agregó: "La verdad es que Jruschov tenía muy claro que, por Cuba, no íbamos a desencadenar una guerra nuclear con Estados Unidos".

Por su parte, Fiodr Burlatski, quien se desempeñó como coordinador de asesores de Jruschov, relató las circunstancias en que el líder soviético resolvió mandar cohetes a Cuba: "Estaba descansando en el Mar Negro, cuando el entonces ministro de De-fensa, Rodion Malinovski, le mostró la otra orilla y le dijo que allí, en Turquía, Estados Unidos había instalado misiles que, en un máximo de siete minutos, podrían alcanzar Kiev y otras ciudades de la URSS".

Agregó Burlatski: "Jruschov de inmediato se preguntó, '¿y por qué no hacemos lo mismo?', y de ahí surgió la idea que condujo a la crisis de los misiles en 1962".

En una aseveración que resulta difícil de creer, según el mismo Burlatski, el líder cu-bano, Fidel Castro, habría solicitado a Jruschov asestar un golpe nuclear preventivo a Estados Unidos, dispuesto "incluso a sacrificar al pueblo cubano en aras del triunfo de la revolución mundial".

Gribkov y Burlatski, junto con Gueorgui Kornienko, a la sazón segundo de la embajada de la URSS en Washington, ofrecieron esta noche la versión del Kremlin de la crisis de los misiles, en un debate posterior al estreno en esta capital de la película Trece días, que el martes vieron en La Habana, compartiendo butaca, el presidente Fidel Castro y el actor estadunidense Kevin Costner, personaje central de la trama en el pa-pel de Kenneth O'Donnell, asistente especial del presidente John F. Kennedy.

Como salidos de la pantalla, pero con cuatro décadas más sobre sus espaldas, Ro-bert McNamara, durante dicha crisis secretario de Defensa, y Theodore Sorensen, a quien Kennedy llamó "mi banco de ideas", añadieron algunos detalles de cómo se vivieron esos dramáticos acontecimientos desde la Casa Blanca.

Al margen del argumento del filme, muy cargado hacia la posición estadunidense con todos los ingredientes hollywoodenses de rigor, incluida una caracterización más bien acartonada y ridiculizante de los so-viéticos, Robert McNamara considera que la crisis de los misiles es el conflicto más importante resuelto hasta ahora por la vía de la negociación política.

"Llegamos al límite, pero pudimos evitar una guerra nuclear", subrayó McNamara, y apuntó que la confrontación creció hasta extremos muy peligrosos, debido a cuatro grandes errores de apreciación cometidos por ambas partes: "1) La URSS y Cuba creían que queríamos invadir la isla y eso no es así; 2) Nos equivocamos al pensar que los soviéticos jamás instalarían sus cohetes en otros países; 3) Moscú suponía que se podía mantener en secreto una operación de esa envergadura; y 4) La mayoría de los altos mandos militares de Estados Unidos estaban convencidos de que en Cuba no había ojivas nucleares".

En realidad, prosiguió McNamara, esta última pudo haber sido una equivocación irreparable porque, según se supo luego, en Cuba había 162 cabezas nucleares, cada una de las cuales era 20 veces más potente que las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.

"La película no es exacta en este aspecto: no lo sabíamos", dijo McNamara.

El general Gribkov también señaló algunas imprecisiones relacionadas con los mi-siles. Dijo que ni un solo cohete llegó a es-tar nunca en posición vertical, que no se les había cargado combustible, ni colocado las ojivas nucleares, ni programado las rutas para batir objetivos específicos.

13 dias-1Para McNamara, la principal enseñanza de la crisis del Caribe es que "una gran cantidad de errores humanos puso a la humanidad a un paso de su exterminio y, para evitar que algo similar se repita, es indispensable reducir el armamento nuclear".

El diplomático ruso Gueorgui Kornienko, cuyo último cargo público fue el de primer viceministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, coincidió con McNamara en que no es permisible dejar que la tensión militar llegue a los niveles de 1962 y confiar en que cada vez será posible evitar una catástrofe.

"Esta podría ser la principal lección, válida también para nuestros días: que toda solución política debe considerar los intereses de la otra parte", anotó.

Por su parte, Theodore Sorensen, haciendo gala de sentido del humor, empezó su intervención con estas palabras: "Yo también soy un sobreviviente de esa crisis y me siento muy contento de poder estar hoy en Moscú", y propuso dejar volar la imaginación para entender qué tan cerca estuvimos todos de una apocalipsis nuclear:

"Si hubiéramos atacado militarmente a Cuba, no estaríamos aquí. Si Jruschov le hubiera hecho caso a Castro, tampoco. Si Kennedy hubiera decidido responder al de-rribo del avión (espía) U-2, igual. Si Kennedy y Jruschov no hubieran privilegiado el canal de comunicación extraoficial, abierto en los peores momentos de la crisis, lo mismo. Si Kennedy da la orden de hundir un submarino soviético, la respuesta hubiera sido inevitable. Si Jruschov no hu-biera aceptado retirar los cohetes...", reflexionó en voz alta Sorensen.

El debate y la proyección de la película en Moscú se llevaron a cabo por iniciativa de la fundación estadunidense Carnegie Endowment for International Peace, cuya presidenta, Jessica Mathews, hizo la presentación de los participantes.