DOMINGO Ť 15 Ť ABRILŤ 2001

MAR DE HISTORIAS

Tres horas de vacaciones

Ť Cristina Pacheco Ť

 

Gerardo manotea mientras intenta explicarle a su hermana Adelina por qué concluyeron las vacaciones familiares apenas tres horas después de iniciadas. Su hijo Christian, aferrado al salvavidas con forma de dinosaurio, lo mira impertinente. Lucinda, en ombliguera y shorts, fuma y arroja bocanadas de humo. Su suegra, doña Consuelo, que hace años perdió el oído y sufre de lagunas mentales, pregunta qué les sucede a todos. Su nieto le responde:

CHRISTIAN: -Papá se enojó porque un señor le pegó a su coche y dijo que por eso ya no iríamos a ninguna parte-. Como si de pronto comprendiera su frustración, el niño gime sin derramar una lágrima. Su tía Adelina le suplica que se calme. Gerardo amenaza con golpearlo si no guarda silencio. La abuela, acostumbrada a escenas como ésa, insiste en que le aclaren si los vacacionistas están saliendo rumbo a la playa o vienen de regreso. Gerardo apenas logra contener su irritación cuando le responde:

GERARDO: -Madre, por Dios, Ƒno se acuerda? Nos despedimos de usted hace ratito, en la mañana- Aparte: -Cada vez está peor.

CONSUELO: -ƑEn la mañana? ƑDe cuándo?- Le hace una señal a Adelina para que se acerque: -ƑHija: qué día es hoy?

ADELINA: -Jueves, mamacita, pero usted no se preocupe.

CONSUELO: -ƑPos qué no iban a regresar hasta el martes? Christian gime otra vez. Su madre se le acerca y le revuelve el cabello, como siempre que desea tranquilizarlo:

ADELINA: -No llores. Ya sabes cómo es tu papá.

El niño mete la mano en su bolsillo y en secreto le pregunta a su madre: -ƑPor qué no nos vamos solitos tú y yo?

Gerardo interpreta la frase como una provocación. Toma del brazo a Christian y lo zarandea: -ƑTe callas la boca o te encierro en tu cuarto?

El chillido largo del niño acompaña la protesta de su madre: -Primero la agarraste conmigo y ahora quieres desquitarte con tu hijo. šQué bonitas vacaciones!- Hincada frente a Christian le limpia el hilo de mocos que escurre hasta sus labios: -Siempre es lo mismo, pero no aprendo. Soy una tonta: me hago ilusiones de que la vamos a pasar bien y luego todo se echa a perder.

GERARDO: -Si no te hubieras enfurecido... -Se vuelve hacia su hermana: -Imagínate: se enojó porque me bajé para reclamarle a un tipo que le pegó a mi coche. ƑQué quería esta imbécil? ƑQué me quedara callado?- Adelina, que ha permanecido alerta para mediar en caso de que la situación se agrave, hace valer su autoridad de hermana mayor y principal sustento de la familia:

ADELINA: -Por favorcito, no se peléen delante de mi mamá. Le atacan los nervios y luego soy yo la que se amuela-. Enseguida adopta un tono conciliador: -Y tú, Gerardo, Ƒpor qué siempre tienes que insultar a tu esposa?

LUCINDA: -Porque es un patán-. Va a la mesa, abre la bolsa donde quedaron las tortas que había preparado para el viaje y le ofrece una a Christian: -Toma la de jamoncito y vete a tu cuarto a ver la tele, pero la pones quedito.

El niño acepta la torta y sigue inmóvil, frotando su salvavidas y arrancándole rechinidos molestos.

ADELINA: -No hagas así, mi cielo, me da cosa-. Se frota la piel del brazo erizada y ve al niño alejarse: -Pobre escuincle, tanta ilusión que tenía de meterse al agua con su salvavidas. Lucinda intenta servirse refresco. Las manos le tiemblan y el líquido se derrama sobre la mesa. Se desploma en una silla y comienza a llorar y a lamentarse:

LUCINDA: -Esperé años para que pudiéramos irnos de vacaciones y todo se fue al diablo. ƑSaben por qué?- Con gesto teatral observa el desconcierto de su cuñada y de su suegra: -Porque a mi marido lo único que le importa es su maldito coche. Que nadie se lo toque porque se vuelve loco.

GERARDO: -El imbécil ese no me tocó el coche, me dio un santo trancazo en la defensa. Gracias a que llevábamos puesto el cinturón de seguridad no nos desnucamos y si no ha sido porque Christian se pasó al asiento de atrás, a lo mejor a estas horas...

LUCINDA: -Por favor, ya déjate de cuentos. Aterriza: estamos en la casa, con tu familia. Ni Eusebio ni Enrique te oyen.

ADELINA: -ƑY esos quiénes son?

GERARDO: -Eusebio es el pendejo que se estampó contra mi coche. El otro, Enrique, era su acompañante-. Nervioso, saca su cartera. Extrae un papel y lo desdobla: -Me dejó su teléfono para que lo llame por si la compostura sale en más de novecientos pesos que me dio.

Doña Consuelo despierta de un leve sueño a tiempo de oír la última frase. Como siempre, se dirige a Adelina:

CONSUELO: -ƑTu hermano vendió el coche? šPero si lo adora!

Lucinda señala con el índice a Gerardo: -ƑYa ves lo que te dije? Hasta tu mamá se da cuenta de que adoras tu coche más que a tu hijo o a mí.

ADELINA: -ƑEntonces el golpe estuvo fuerte?- Observa a su hermano. -Gracias a Dios que no les pasó nada grave.

LUCINDA: -Gerardo exagera. Fue un rozoncito.

GERARDO: -Sí, cómo no. ƑEntonces por qué me dieron novecientos pesos? -Mira los billetes en la cartera y baja la voz: -Pude haberles sacado más, pero como tú tenías tanta prisa.

LUCINDA: -Pues claro que sí-. Se dirige a su cuñada: -Imagínate que mientras tu hermanito discutía con Eusebio el otro, Enrique, casi me desnudaba con los ojos. Sentí miedo.

ADELINA: -ƑY por qué no se lo dijiste a Gerardo?

LUCINDA: -Se lo dije, pero no le importó-. Sonríe cuando reaparece Christian comiendo su torta: -A mi marido lo único que le preocupaba era su coche y que le pagaran el golpe.

GERARDO: -No seas habladora. Hasta te pregunté si estabas lastimada.

LUCINDA: -Por lo que veo, aparte de consentidor eres olvidadizo. Aquí, delante de tu mamá y de tu hermana, niega lo que me contestaste.

GERARDO: -ƑCuándo?- Desvía la mirada: -ƑDe qué hablas?

LUCINDA: -Cuando te advertí que el tipo ese, Enrique, me comía con la mirada. ƑYa se te olvidó lo que me respondiste? Pues a mí no: "Ay, gorda: si te ven, tú tienes la culpa por andar con esos shorts y el ombligo de fuera. ƑTe molesta? Pues súbete al coche y no mires al fulano. Déjame ver cuánto le saco por el golpe.

GERARDO: -ƑSabes qué? Eres patética-. Engancha los pulgares en el cinturón y eleva el pecho: -En serio, Ƒcrees que haya un hombre que se fije en ti?

ADELINA: -No seas grosero: es tu mujer.

LUCINDA: -Déjalo, ya estoy acostumbrada-. Resentida, se aproxima a su hijo: -ƑQuieres refresquito, mi amor?

GERARDO: -Lo estás malacostumbrando. Que tome agua. Es mucho más sano.

Lucinda obedece. Apenas bebe, Christian se mete la mano en el bolsillo. Saca un guerrero de plástico y lo hace girar en un combate imaginario.

ADELINA: -ƑDe dónde sacaste ese juguete tan bonito?

CHRISTIAN: -Me lo dio un señor.

LUCINDA: -ƑQué señor? Contéstame, hijo.

CHRISTIAN: -El de la carretera-. Golpea a su muñeco contra la mesa e imita el tono retador de su padre: -"Levántate porque si no, te encierro en el cuarto".

LUCINDA: -El niño está repitiendo tus amenazas. ƑNo te da gusto?- Ve a Gerardo compungido, suspira y adopta el tono balbuceante de una niña: -Christian, acuérdate que en la carretera vimos a dos señores. ƑEl que discutió con papi te dio el muñequito o fue el más joven, el de ojos claros y cabello lacio?

CHRISTIAN: -Ese, ajá, ese fue.

GERARDO: -ƑY te lo regaló porque te vio asustado?- Ve a su hijo negar con la cabeza. -ƑNo? ƑEntonces por qué?

CHRISTIAN: -Dijo que porque tengo una mamá muy sabrosa-. Se acerca a su madre y lame su mejilla: -Es cierto. Mamá sabe rico.