El
Mar. Variación VII
(Kavafis)
Jorge Valdés
Díaz-Vélez
Malherido de muerte por óxido
y petróleo,
un pájaro agoniza sin
trinos en la arena
que vio partir a Ulises, entre
bolsas de aceite
y alambres enroscados. Lo levanto
y me ira
desde su orilla lejana por última
vez,
sin advertir que contemplo mi
miedo en su frío,
sin comprender lo que significan
las Ítacas,
sin saber que la brea o la plástica
ponzoña
nos hicieron el viaje más
largo hasta Fenicia,
sin saber de los Cíclopes
ni de los Lestrigones
o del ámbar y el ébano
de aquellas tierras
altas
cuando mar y destino fueron la
misma cosa,
la corta travesía del
ojo a su deleite,
la emoción de partir al
puerto gris del alba
y el viento a la deriva o con
rumbo hacia el
abrazo
de un sol sin atadura, ni pausas,
como el mar.
Sin pausas como el mar, el pájaro
en el cuenco
negruzco de mis manos se aleja,
poco a poco,
hasta ser una mancha de tóxico
el paisaje.
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Poema
Francisco Torres Córdova
Se abre paso la distancia en el
fondo
de sí misma se convoca
y salta
a la llama azul de sus espacios
Como a su semilla va
y viene de la luz que talla a
la montaña
y en guijarros nubes y hojas
deja temblorosas las líneas
de su huella
En el mar descansa
Sólo entonces la voz
da un paso fuera de la lengua
cava en el aire su propia resonancia
su garganta de animal preciso
y tañe
el arco armado con el asombro
de los nombres
a la vasta orilla del silencio
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