lunes Ť 16 Ť abril Ť 2001

Elba Esther Gordillo

Las (e)lecciones de Perú

Ni los analistas más astutos podrían haber imaginado que en menos de un año se encadenaran en Perú hechos tan trascendentes como poco usuales: a) el fin del régimen de Alberto Fujimori y del sistema de corrupción e impunidad que mantenía a través de su mano derecha, Vladimiro Montesinos; b) ante la renuncia del presidente Fujimori --desde Japón y vía fax--, la realización de elecciones transparentes y confiables luego del fraude comicial montado por el ex presidente peruano; y c) la escasa memoria histórica de los pueblos; el regreso de Alan García, ex presidente que luego de cumplir su mandato fue perseguido por la justicia peruana y quien, no obstante su "pasado tormentoso", en apenas poco más de dos meses de campaña proselitista pudo remontar desventajas para disputarle, en segunda vuelta, la Presidencia del país a Alejandro Toledo, el principal opositor al régimen de Fujimori.

Entre las ruinas del imperio de Fujimori, el pasado 8 de abril las urnas hablaron en Perú: para El Cholo Toledo poco más de 36 por ciento de los votos; Alan García, el candidato de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), obtuvo --para sorpresa de propios y extraños-- poco más de 26 por ciento; Lourdes Flores, candidata de Unidad Nacional, alcanzó apenas 23 por ciento.

A segunda vuelta. Como señala la ley cuando ningún contendiente a la Presidencia alcanza la mayoría electoral, Alejandro Toledo y Alan García volverán a encontrarse en las urnas en menos de 45 días.

Aunque la ventaja en las encuestas sea para Toledo, hasta ahora el ganador ha sido Alan García. Apenas en enero, el candidato de APRA tenía poco más de 3 por ciento de popularidad y 65 por ciento de los peruanos opinaban que no debería regresar al país. Si el repunte de Alan García en tan sólo dos meses es sorprendente, no lo es menos la historia de fracasos que arrastra y lo poco que parece importarle a la sociedad peruana.

Habría que recordar que a mitad de la llamada década perdida, irrumpió en la política latinoamericana un joven carismático que con apenas 36 años de edad llegaba a la Presidencia de Perú. Toda una promesa que en menos de cinco años se convirtió en una gran decepción. García echó a andar un proyecto populista: redujo el pago de la deuda externa a 10 por ciento de los ingresos por exportaciones, aumentó salarios, concedió miles de créditos sin intereses... y al cabo de su periodo la inflación creció a niveles inimaginables, 7 mil 200 por ciento; la deuda externa peruana se disparó, los organismos financieros internacionales cancelaron los créditos, y el país fue aislado de la comunidad financiera internacional.

Una verdadera debacle económica que se vio agravada con la escalada de violencia generada por Sendero Luminoso, que explotó cuando algunos senderistas presos se amotinaron en varios penales de Lima, lo que provocó una reacción desmedida del gobierno de García: la represión dejó 248 reclusos muertos.

Al concluir su mandato, acusado de enriquecimiento ilícito, García tuvo que exiliarse en Colombia. Tras casi una década de exilio ha regresado a Perú en medio de una profunda crisis política y con una enorme urgencia de líderes.

Unos suben y otros bajan --así es la política. Otra sorpresa ha sido el descenso de Alejandro Toledo, quien luego de no presentarse a la segunda vuelta contra Fujimori, se convirtió en el líder más conspicuo de la oposición, pero al llegar a las urnas no pudo traducir en mayoría electoral ese apoyo del que disponía.

Gane quien gane la segunda vuelta, se encontrará un país con graves problemas. Hace ya varios años que la descomposición de la clase política peruana --evidenciada con excesiva crudeza en los vladivideos, donde aparecen varios legisladores y políticos recibiendo dinero-- ha frenado la recuperación económica emprendida por el gobierno de Alberto Fujimori.

Recuento de una tormenta, estos últimos doce meses para Perú han sido un verdadero galimatías: el fin de una dictadura, los estragos de una crisis política y económica... Sin embargo, los comicios del pasado 8 de abril ofrecen señales de que Perú ha encontrado en la democracia una sólida plataforma para emprender, cuesta arriba, la reconstrucción política y económica del país.

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