Ť La universidad no puede ser "democrática", sino "meritocrática", consideran
El congreso no es la vía para reformar la UNAM, afirman investigadores
Ť Las decisiones deben ser tomadas por académicos y "no por votaciones de dedo"
KARINA AVILES
Desde la óptica de algunos investigadores de la UNAM, el congreso universitario no es el camino para reformar la máxima casa de estudios porque una "asamblea masiva de ese tipo" es la "antítesis de la academia" y en una universidad las decisiones deben ser tomadas por los académicos y no por "votaciones de dedo" en las que participa un gentío. "La universidad no puede ser una institución democrática, sino meritocrática", destacan.
Consideran que no vale la pena correr el riesgo de un congreso porque servirá para repetir la vieja pugna entre quienes están a favor de la universidad populista y quienes defienden la universidad académica. Señalan "el peligro de que se caiga en una universidad populista, lo cual sería el fin de la UNAM".
Si en este congreso se insiste en la batalla de la academia contra el populismo, pasará lo mismo que con el congreso de 1990: "prácticamente nada", pero eso sí a costa del "desgaste", alertan.
El futuro congreso, apuntan, "va por el mismo camino" que el de hace 11 años. Y se está repitiendo la historia: al igual que entonces "es resultado de un arreglo bajo presión" después de una huelga. "Es el pago del rescate que el rector ofreció a quienes ocuparon la universidad y ni siquiera lo aceptan".
En entrevistas por separado, los investigadores Ricardo Tapia, María Elena Villafuerte, Carlos Hérnandez Garciadiego, Guillermo Aguilar y Carlos Prieto exponen los argumentos sobre su oposición a un nuevo congreso en la Universidad Nacional. A la crítica sobrevienen sus propuestas y alternativas.
Antes, enfatizan que ninguno de ellos está en contra de la transformación de la institución, sino del método con el que se le pretende reformar. Afirman que no son parte de algún grupo político pero sí de una "masa silente" que considera que el congreso no es el camino apropiado.
Las razones
La postura del investigador emérito de la UNAM Ricardo Tapia no ha variado desde entonces. Después de ser delegado en el congreso de 1990, manifestó y escribió en algunos artículos que un espacio de esa naturaleza, además de "desgastante es inútil para mejorar a la universidad". En su opinión, el congreso es "casi el peor camino" para reformar la universidad por el antecedente con el que ya se cuenta: el congreso de 1990, cuyo resultado fue que "no sirvió para nada y sí representó un gasto y un desgaste. Pero el costo monetario es secundario si hubiera valido la pena". Otro motivo es que aquel congreso sirvió para la pugna entre quienes quieren una "universidad populista y, con grandes comillas, democrática", y quienes quieren una universidad académica.
El también investigador nacional emérito destaca que en un congreso que aparentemente repetirá la historia del anterior con "porras" y delegados electos "por popularidad y no por la academia" no pueden discutirse asuntos de suma trascendencia para la UNAM, como la elección de autoridades o la organización de consejos técnicos porque "en un gentío absolutamente heterogéneo las posiciones que se llevan no pueden debatirse académicamente".
Además de que, por definición, un congreso así tiene limitaciones de tiempos, no debe haber temas que no se puedan tratar allí porque, por ejemplo, "el rector dice de antemano que el bachillerato no se separará y entonces qué vamos a discutir si desde antes hay temas que ya están decididos". El congreso democrático, resolutivo, es "la antítesis de la academia, ni modo".
Carlos Hernández Garciadiego, consejero técnico representante del personal académico del Instituto de Matemáticas (IM), expresa que los asuntos académicos "ni siquiera deben ser democráticos". ¿Cómo un estudiante puede decir si está bien o mal el programa de variables complejas?, ¿cómo la materia prima (que son los alumnos) va a decidir cómo se admite a la materia prima en la universidad?, pregunta.
En el congreso de 1990 se discutió si las bancas tenían que estar atornilladas en el piso. "Entonces, uno dice: que no me vengan con que esos argumentos son relevantes y tienen que discutirse en un congreso masivo".
Para Carlos Prieto, consejero universitario representante del personal académico del IM, decir que en un congreso "se harán muchos cambios es, más que nada, demagogia. No creo en los cambios drásticos". Por otro lado, opina que los universitarios aún están en el duelo a causa del paro y hay una necesidad de recuperar la vida académica: "lo vemos en clases, ahorita es un caos el calendario en la UNAM, no se ha logrado retomar un ritmo académico y la comunidad no está pidiendo el congreso. Quiere que la dejen trabajar en paz".
Considera que el futuro congreso "es el pago del rescate que el rector ofreció a quienes ocuparon la UNAM y ni siquiera lo aceptaron". No obstante, el "rector De la Fuente está convencido de que el congreso es la solución, y como mucha gente en este país sabe que la autoridad siempre hace lo que quiere, ya no se ponen a pelear".
"La democracia universitaria no puede ser igual a la de un país"
El ex director del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM), Guillermo Aguilar, establece que la "democracia en la universidad no puede tener el mismo concepto" ni puede funcionar como la de un país o un partido político. "La democracia entendida como alzar la mano y como que todo mundo es igual --y que es como se está usando-- no tiene cabida en la universidad".
Una casa de estudios "es para formar recursos humanos, y los que forman y los que son formados no son iguales", lo cual no significa que el alumno no tenga derechos o sea un "ser infrahumano". Manifiesta que una reforma por su propia naturaleza debe ser realizada por gente capacitada: "La academia la deben hacerla los académicos con un gran peso".
¿En todo esto hay una exclusión implícita?, se le pregunta. "Excluir en una universidad es un asunto que se da y se debe dar". Se trata de una exclusión que no tiene que ver con cuestiones económicas, de género, color o estatura, sino de una exclusión de tipo intelectual, de capacidad, de habilidades, indica.
María Elena Villafuerte, investigadora del IIM, afirma: "las universidades no son democráticas, ninguna universidad de primer mundo se rige democráticamente, suena duro pero así es". Bajo esa visión, opina que "los cambios en la UNAM no pueden ser por votación de dedo. Un doctor que tiene aquí 20 o 25 años sabe más de la problemática que un profesor que tiene tres horas de clase". Por ello, señala que debe existir una representación de los sectores en su justa dimensión.
Los riesgos y los grillos
Villafuerte manifiesta su temor de que en el congreso se pueda continuar "el manejo político que hubo" durante el periodo de huelga. "Con un ambiente así no sé qué tipo de acuerdos y bajo qué presiones se van a lograr, y eso es muy peligroso". Por otro lado, considera que se corre el riesgo de "caer en una universidad populista, lo cual sería el fin de la universidad". Populismo es que "entren todos. Y yo creo que gana mejor un buen plomero que un mal médico". Pero la situación económica no debe ser una razón que impida estudiar una carrera en la UNAM, aclara.
Para Carlos Prieto el futuro congreso podría "volver a ser una cena de negros" como lo "fue" el de 1990, cuando hubo "jaloneos, insultos, pocos acuerdos que a final de cuentas prácticamente no se pusieron en marcha". Además, "hay gente que por su forma de ser y de trabajar son los grillos, que son quienes fácilmente pueden llevarse la discusión en el congreso y convertir el debate académico en político. Si tenemos suerte, la universidad quedará igual y si no, peor... Una universidad no debe ser una institución democrática, sino meritocrática".
En referencia a las voces que señalan a quienes se oponen al congreso como parte de un grupo o corriente, expresa: "el problema es que no somos un grupo, sino un conglomerado de personas cuyo objetivo es la vida académica y que justamente nos estamos viendo apabullados por grupos que sí tienen una estructura y un interés político" y que "probablemente" son los que están impulsando el congreso para tener una base con la "que se les facilite más el acceso al poder".
Las alternativas
Guillermo Aguilar considera que la reforma que necesita la universidad debe buscar la optimización de recursos, instalaciones, equipo y personal, que es el modelo que utilizan las universidades "competitivas y modernas". Para hacer una reforma se requiere de un ambiente adecuado, de metodologías de trabajo, de grupos de discusión y de personas que tengan claridad en lo que buscan, que cuenten con amplia experiencia y documentación para hacer un análisis de fondo.
Ricardo Tapia --quien enfatiza que sus expresiones "son a título personal y no estoy representando a nadie"-- propone la creación de comités de académicos para cada uno de los asuntos que requieren cambiar en la UNAM, como la estructura o el sistema de bachillerato. Posteriormente pedir la opinión de los especialistas de cada área y "consultar a los actores". Crear un "comité general" cuya función será la de recoger la información para analizarla con la representación de cada uno de los comités. Considera que los estudiantes, al igual que los administrativos, pueden participar a nivel de opiniones, pero no de decisiones.
El investigador del Instituto de Fisiología Celular resume: los cambios que resulten de una reforma deben ser estructurales "siempre que sean beneficiosos para la academia". De lo contrario, serán "los que han venido sucediendo cotidianamente" porque "se olvida que la universidad ha estado en un constante cambio".