Ť La escultura de piedra recobró su dimensión sagrada
Tributos a Coatlicue-Tonantzin y Tláloc en museo de Antropología
Ť Grupos pro mexicanidad danzaron del recinto al Zócalo
Reasumida como símbolo esencial de la Madre Tierra, la enorme escultura de piedra de Coatlicue-Tonantzin recobró por algunos minutos su antigua dimensión sagrada con la ofrenda que varios "grupos de tradición" o pro mexicanidad realizaron la mañana de ayer en plena sala mexica del Museo Nacional de Antropología.
Vigilantes, silenciosas, las otras representaciones simbólicas o "fuerzas de vida", que no deidades, también recuperaron en parte su función rituálica, anterior a la actual de piezas de museo. La aclaración la hace Jesús León Salgado, capitán primero del grupo Danza de las Insignias Aztecas, con sede en la colonia Peralvillo.
El copal, el ulular de los caracoles, la suave danza, la música y los cantos a la Gran Tenochtitlán dieron cierta atmósfera religiosa al recinto museográfico para sorpresa de otras miradas: las de los turistas extranjeros, quienes se percataron de la importancia que lo prehispánico aún tiene para algunos grupos urbanos de la sociedad mexicana actual.
De la sala mexica las decenas de participantes, la mayoría mestizos vestidos de blanco y algunos con ropajes y tocados de plumas prehispánicos, caminaron hacia el Tláloc que se encuentra afuera del museo para también rendirle tributo. El representa una fuerza masculina, Coatlicue una femenina y ambos son una dualidad. Poco después de las 11 horas partieron por Paseo de la Reforma rumbo al Zocalo, custodiados por patrullas y motocicletas.
Este homenaje a Coatlicue-Tonantzin es parte de las celebraciones por el Día Mundial de la Tierra, convocado por la ONU desde 1990 y que se festeja cada 22 de abril. De hecho, se integra al Festival de la Tierra 2001: Encuentros Conciencia Planetaria, que viernes, sábado y domingo ofreció conferencias, mesas redondas y talleres en la explanada del Monumento a la Madre.
La celebración de estos grupos se llevó a cabo una semana antes debido a que ellos se ciñen a calendarios antiguos. "Nuestros jefes, nuestros abuelos, nuestra Nanita (Guadalupe Jiménez Sanabria), que en gloria esté y que hace siete años tomó camino al cielo, establecieron que según la tradición mexica el Día Mundial de Nuestra Madre Tierra se celebraría cada tercer domingo del mes tozoztontli", dice León Salgado.
Contaminación ambiental y del corazón
Ayer, el homenaje comenzó a las 9 de la mañana con una ceremonia de "permiso a los cuatro rumbos del universo" en la explanada del museo, cuando toda esa zona del viejo bosque de Chapultepec todavía no era invadida por los visitantes dominicales.
Alrededor de las 10 horas los integrantes de por lo menos 15 grupos ingresaron en procesión al museo para realizar su ofrenda de cantos, flores y frutos al símbolo de la Madre Tierra.
Y le cantaron: "Coatlicue-Tonantzin, del valle de Anáhuac, tus hijos los seres humanos te venimos a ofrendar". Y el maestro Domingo Díaz oró y pidió "la abundancia, el alimento para todo el mundo, para todos los seres vivos".
Tras una caminata de cerca de dos horas debieron llegar después de las 13 al Monumento de la Fundación de México Tenochtitlán, en el Zócalo. A las 14 horas comenzarían el acto In Cuicatl-In Xóchitl (Flor y Canto), con danzas en memoria de los fundadores, dirigentes y defensores de las civilizaciones de Anáhuac. Todo concluiría a la 3 de la tarde, como comenzó: con la despedida ritual y agradecimiento a los cuatro rumbos del universo.
El homenaje a Coatlicue-Tonantzin, comentó León Salgado, "es una forma de recordar que a la Tierra hay que ofrendarle, que entregarle, no sólo frutos sino el corazón; hay que cuidarla, que apapacharla". La Tierra, señaló, "es quien nos cobija, quien nos da sustento y la posibilidad de ser creativos en la búsqueda de una sociedad más justa".
Para este capitán primero, a las nuevas generaciones falta conciencia acerca de la contaminación y destrucción de la Tierra. Pero la contaminación, agregó, "no es sólo ambiental, sino mental, del corazón".
Ya camino al Zócalo, Martha Elisa Espinosa mencionó uno de los conceptos prehispánicos que la motivaron para incorporarse a un grupo de tradición: la idea de la integración del hombre con la naturaleza.
"En la actualidad esa visión se encuentra dividida: yo soy el ser humano manipulador de la naturaleza, la controlo e incluso me doy el lujo de transformarla y hasta de contaminarla. Y en la visión de los abuelos no hay esa diferencia, pues los seres humanos somos una manifestación más de la esencia creadora: todos somos vida".