martes Ť 17 Ť abril Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

Ciencia útil

Un nivel más alto de desarrollo necesita de la ciencia aplicada y de la tecnología tanto como de la ciencia básica y de las ciencias sociales. Sin embargo, las cifras son adversas: México ocupa el lugar 60 en desarrollo científico y tecnológico, cuando la economía tiene el lugar 14

Desde el inicio del actual gobierno se ha elaborado un nuevo discurso sobre la política científica. El instrumento legal es la ley de Fomento en Ciencia y Tecnología, recientemente aprobada, y el objetivo oficial es hacer del ámbito científico y tecnológico una política de Estado. Después viene un nivel más concreto, el de las orientaciones que miran hacia la ciencia aplicada y el de los recursos, que se van a conectar con fondos sectoriales que se encuentran en las arcas de las secretarías de Estado. Con ese dinero se quiere atender los grandes problemas nacionales y, además, se pretende que los científicos demuestren a la sociedad su utilidad.

Hasta aquí todo suena muy bien, pero luego empiezan las interrogantes: Ƒquién determina las prioridades?, Ƒqué pasa con la ciencia básica?, Ƒcómo se transita hacia una política de Estado?, Ƒquién dice qué parte de la ciencia es útil y cuál no?, Ƒcómo se definen los impactos sociales y en qué tiempos?

Por extrañas razones el sector científico del gobierno fue prácticamente el último en conformarse y resulta que en el reparto de los panes del presupuesto hubo recortes que afectaron proyectos e instituciones sin ninguna racionalidad, salvo el criterio inmediato de los encargados de tomar decisiones. Finalmente, las mentes prácticas y las visiones de empresa llegaron al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Las primeras decisiones no han sido muy afortunadas: suprimir los proyectos de bancos de datos en ciencias sociales, Ƒpor qué razón? Además, los comités de proyectos para salud e ingeniería se suprimen y sólo habrá proyectos con fondos de las secretarías de Estado. ƑCómo obtener una mezcla balanceada entre la autonomía que requiere la ciencia básica y las necesidades de los dueños de los recursos, en este caso las secretarías de Estado; entre las necesidades más urgentes, como son la atención a la pobreza o a la salud pública y las investigaciones sobre medicina molecular o modelos econométricos de medición de la pobreza? Quizá lo más contrastante sea determinar el valor entre la utilidad inmediata y práctica de la tecnología, que puede producir objetos y mercancías, y los impactos de las ciencias sociales que sirven para construir procesos civilizatorios.

ƑCuál es la utilidad de las ciencias sociales?; Ƒquiénes son los usuarios de estas disciplinas? De entrada se puede señalar que las ciencias sociales no son prescindibles por cuestiones de presupuesto, porque sus impactos están a la vista. Simplemente no se podría entender la alternancia política del 2 de julio del 2000 sin los múltiples trabajos de investigación que sirvieron de soporte a las actuales instituciones electorales. Cómo no apreciar la amplia investigación sobre indigenismo, que hoy es valioso soporte para la reforma sobre cultura y derechos indígenas que se encuentra en proceso de dictamen legislativo.

Ni siquiera podríamos enumerar las áreas y temáticas en las que las ciencias sociales han hecho de este país un lugar más habitable y han contribuido a entender, procesar y transformar múltiples realidades. Donde las ciencias sociales faltan, las realidades simplemente pasan de largo y el sentido común se apropia de la vida cotidiana.

ƑEs útil tener elecciones limpias, respeto a los derechos humanos, una sociedad tolerante, gobiernos transparentes que rindan cuentas, un Poder Judicial eficiente, un estado de derecho, mejor información pública, equidad de género? Seguramente nadie, o casi nadie, podrá decir que no. La utilidad para la sociedad tiene que ver con procesos cualitativos que mejoran la calidad de la vida, muchos de ellos con ritmos de maduración a largo plazo. Al mismo tiempo, estos procesos no son comparables con la utilidad, los tiempos y los ritmos que se necesitan para tener mejores vacunas, zapatos, empaques, puentes, tecnologías petroleras o mejores sistemas de computación.

Lo cierto es que un nivel más alto de desarrollo en México necesita de la ciencia aplicada y de la tecnología tanto como de la ciencia básica y de las ciencias sociales. Sin embargo, las cifras son adversas; según un directivo de Conacyt, México ocupa el lugar 60 en desarrollo científico y tecnológico, cuando la economía tiene el lugar 14 (La Jornada, 15/4/01). Como en otras áreas de las políticas públicas, los recursos son limitados y las necesidades son enormes. Las rutas que pueden llevar a que ciencia y tecnología sean una política de Estado pasan por un engrosamiento de la autonomía del campo científico, evaluaciones rigurosas del desempeño personal e institucional, transparencia en el manejo de las decisiones y el destino de los recursos. Lo menos que se puede pedir a Conacyt en un gobierno democrático es visión de Estado y evaluaciones tan científicas como las que el organismo pide a los científicos.