domingo Ť 22 Ť abril Ť 2001

Guillermo Almeyra

ALCA: la prisa sospechosa

Quiero decir algo sobre el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pero antes hacer un mea culpa: en el artículo sobre "Los marcianos de al lado", porque di mal la dirección de la página web de la excelente revista electrónica de la cual se pueden sacar muchos datos sobre el trueque, en América Latina y hasta en Japón. La dirección es http://www.ciberoamerica.com. Ojo, sin acento. šAh!, otra cosa: en la ciudad italiana de Perugia (o Perusa) funciona un Banco de Horas que cambia, por ejemplo, dos horas de jardinero por una de sastre fino.

Pasemos ahora al siniestro y semiclandestino plan que se nos quiere imponer entre gallos y medianoche. El Area para el Libre Comercio de las Américas es la continuación ampliada del Tratado (o Acuerdo, según EU) de Libre Comercio Norteamericano, pero va mucho más a fondo en la sumisión de los países latinoamericanos -y de Canadá mismo- a la política de las transnacionales que se apoyan en Washington. Por un lado, por ejemplo, quiere quitar a los Estados cualquier papel en la economía, so pretexto de proteger y ampliar la libertad de comercio. O sea, eliminar toda y cualquier protección ambiental o social o regulación contra los capitales y empresas que afecten el desarrollo nacional. Es una reedición apenas disfrazada del AMI (el Acuerdo Mundial de Inversiones) que no pudo pasar, entre otras cosas, por la oposición del gobierno francés, además de la oposición de la opinión pública mundial. Otorga plenos poderes a las transnacionales y pretende instaurar un régimen económico a dos velocidades: Estados Unidos, por ejemplo, seguiría subvencionando su agricultura y, al mismo tiempo, poniendo barreras no tarifarias según su voluntad a los productos competitivos de otros países, pero todo el resto del mundo debería, en cambio, someterse a la dictadura de la OMC (que no vale para Washington ya que la ley es como el cuchillo y no ofende a quien lo maneja, como dice el Martín Fierro).

El monopolio sobre la biodiversidad (riqueza muy importante en América Latina) mediante el control de las patentes sobre los recursos fitogenéticos, el monopolio sobre las tecnologías de punta, como la electrónica (impidiendo, por ejemplo, que Brasil desarrolle su industria en este ramo), la destrucción del papel del Estado en la enseñanza y en la investigación y desarrollo para ejercer también un dominio absoluto en este campo, son algunos de los aspectos relevantes del plan.

La coordinación de la industria energética y de las infraestructuras para el transporte y la comunicación, a su vez, buscan quitar a los Estados palancas fundamentales para el desarrollo de cada país y, por el contrario, poner los recursos naturales (en particular los no renovables, como el petróleo) a disposición del "accionista mayoritario" (Estados Unidos) de la supuesta sociedad que se está queriendo crear. En este contrato desigual América Latina pone las riquezas y, mediante la exacción constante y creciente de enormes sumas en concepto de pago de la deuda ( de tributo al capital financiero), da el dinero a Estados Unidos para que explote las riquezas ajenas y se apropie de ellas en nombre del desarrollo compartido. Los ferrocarriles, canales, caminos son las venas de un sistema. Por ellos no sólo circulan las mercancías, sino también las personas, las ideas.

El asunto central, entonces, es quién controla el corazón de dicho sistema y quién dirige el flujo aspirante-impelente y con cuáles características actúa desde el centro a la periferia y viceversa. Ahora bien, el dominio imperial ni siquiera pretende ser escondido y el objetivo de este engendro es doble: si se aprueba, siendo resultado de un acuerdo intergubernamental, no debería ser discutido y aprobado por los Parlamentos, con lo cual se vaciaría aún más las instituciones de control que tienen alguna relación con la ciudadanía; al mismo tiempo, el Area condicionaría potentemente la libertad de elección de los países miembros al impedir, por ejemplo, una relación privilegiada entre ellos, del tipo del Mercosur, o con otro bloque no americano, como sería la Unión Europea.

De este modo, no solamente cerraría al camino a una integración latinoamericana parcial y total para negociar en mejores condiciones con Washington sino también a una política de alianzas que permitiese a todos o a algunos de los países de la región aflojar la cuerda con la que Estados Unidos pretende ahorcarlos. Por consiguiente, la única respuesta posible es un NO rotundo y una campaña para ofrecer un desarrollo y una integración alternativos. Si EU tiene prisa porque está corriendo delante de la tormenta financiera y económica, nosotros no tenemos prisa alguna en ser aún más esclavos de lo que ya somos... Ť

 

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