domingo Ť 22 Ť abril Ť 2001

Antonio Gershenson

IVA y reforma fiscal

Buena parte del discurso oficial afirma que la reforma fiscal es necesaria, y poco se dice en él acerca de cómo hacerlo. Con esto se presupone que, o se cobra el IVA de 15 por ciento a los alimentos, las medicinas, los libros y demás, o nada cambiará y seguiremos siendo víctimas de una deuda creciente e inmanejable. Si bien es cierto que esta posición tiene un primer revés cuando se oficializa en la Cámara de Diputados la negativa a discutir el proyecto en el actual periodo de sesiones, es claro que sigue la costosa campaña de medios de difusión para tratar de imponer su aprobación a través de los mismos.

Además de que se pueden reducir algunos renglones del gasto aumentando la eficiencia, usando tecnologías más apropiadas para nuestro país y atacando a fondo la corrupción y los privilegios de altos funcionarios, por citar sólo algunas formas de hacerlo, debemos precisar, y sin duda lo harán los legisladores en su momento, cómo se debe obtener el dinero que pueda seguir haciendo falta.

El discurso oficial nos dice que se va a compensar a los más necesitados el costo del alza de los alimentos y otros bienes al cobrarse el IVA por los mismos. Pero las formas específicas planteadas no apuntan a los más necesitados. Fuera de los tres pesos y centavos al día que ofrecen entregar a un cierto número de indigentes, lo demás, el grueso del dinero, va a agregar conceptos deducibles del impuesto sobre los ingresos (ISR). El problema es que estas deducciones se aplican en la declaración de impuestos que se presenta cada cierto tiempo, y la mayoría de los mexicanos nunca en su vida ha presentado ni presentará esas declaraciones. En muchos casos, porque no tienen ingresos regulares. En muchos otros, son causantes cautivos a los que el patrón o la empresa en la que trabajan les retienen el impuesto para entregarlo a Hacienda. Hasta aquí, ni siquiera tienen obligación de entregar declaración, ni tampoco los conocimientos para llenarla ni el dinero para pagarle a un contador por el servicio. Y todavía hay otra categoría, los que tienen dos trabajos con los que apenas se completan para vivir y que ni saben de impuestos ni entregan declaración sobre los mismos, aunque se supone que deberían hacerlo.

Pero aun dentro de quienes sí entregan declaración, hay mucha diferencia de uno al otro. Y la reforma que propone el gobierno les ayuda mucho más a los que tienen más. El tope superior, que en 2000 era de 40 por ciento, ahora es de 32 por ciento. Pero eso no quiere decir que el que tenga un ingreso muy alto va a pagar ese porcentaje de su ingreso.

Por lo pronto, por los primeros 500 mil pesos anuales que tenga de ingreso sujeto al pago de impuestos, paga la cantidad de 96 mil pesos, menos de 20 por ciento. De ahí en adelante, sobre el excedente pagaría 32 por ciento. Pero hay muchos de sus gastos que son deducibles de impuestos. Ahora se plantea que incluso lo sea la compra de automóviles de más de 300 mil pesos, y el blindaje para los mismos.

A quienes hacen este tipo de gastos, se les compensa sobradamente lo que paguen de más por IVA en sus compras de yates, de caviar, de vestidos de diseñadores famosos, de perfumes importados, etc. Y se quiere que el IVA sea uniforme de 15 por ciento. Al impuesto sobre la renta (ISR) o impuesto sobre los ingresos, que es progresivo, se le reduce en su peso en la recaudación fiscal, y se aumenta muy considerablemente el peso del IVA, quitándole lo poco de progresivo que tiene cuando no se cobra a algunos bienes de primera necesidad. Pero eso no es todo.

Al cobrarse IVA a los alimentos, se afecta también a la agricultura, a la ganadería, a la pesca, ramas de la actividad económica que requieren apoyo para no tener que caer en una dependencia alimentaria del exterior. Es claro que el campo mexicano es una de las áreas con mayor marginalidad. Cargar sobre esa parte de nuestro país el peso de la recaudación fiscal sería suicida.

Lo correcto es hacer más progresivo el cobro del impuesto sobre los ingresos; eliminar las exenciones fiscales a la especulación financiera e inmobiliaria; orientar más la recaudación hacia las grandes fortunas y las grandes propiedades, y proteger y desarrollar el mercado interno, el consumo interno, sobre todo ahora que se empiezan a dar síntomas recesivos en Estados Unidos, en Japón y en otros países con los que tenemos una fuerte relación comercial y económica, y que nuestras exportaciones se verán más limitadas. Ť