DOMINGO Ť 22 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Luis Ignacio Helguera lamenta que la Internet se imponga sobre ese "antiguo objeto"

El futuro del libro es el de la humanidad

Ť Leer una novela en computadora, el colmo, expresa Ť El poeta, Bárbara Jacobs, Angelina Muñiz-Huberman y Homero Aridjis hablaron sobre el presente y el futuro de la lectura

ANGEL VARGAS

Preguntar si tienen futuro el libro y la lectura significa, según Luis Ignacio Helguera, tanto como plantearse si lo tiene la humanidad.

El escritor -nacido hace casi 39 años en la ciudad de México- pondera la importancia mayúscula de la lectura para el desarrollo integral del ser humano, sobre todo en una época donde la celeridad informática y la saturación informativa no sólo se han impuesto a esos "antiguos objetos impresos y empastados", sino que amenaza con hacer de la lectura "un acto primitivo".

Abunda: "No dudo que en la televisión y en la Internet encontremos, a veces, contenidos útiles y valiosos, como tampoco dudo que lo que nos entregan los libros, los buenos libros, es insustituible. Leer poesía por la Internet, por ejemplo, me parece una experiencia fría, de laboratorio, en comparación con la de leerla en un librito, experiencia táctil, sensual. Leer una novela en ese medio electrónico me parece ya el colmo y de suma incomodidad".

Las actividades del Festival de la Lectura 2001. Una mirada al futuro -que tiene lugar en el Centro Nacional de las Artes con motivo del Día Mundial del Libro- se inauguraron la noche del viernes con una mesa redonda en la que los escritores Bárbara Jacobs, Helguera, Angelina Muñiz-Huberman y Homero Aridjis, en ese orden, hablaron sobre el presente y el futuro de la lectura.

Helguera enfatiza la necesidad de desacralizar el acto de la lectura y de hacer cotidiana la relación con los libros:

"Antes creía demasiado en el cuidado de los libros, de las vitrinas bellas en la guerra tenaz a plumerazos contra el polvo y las polillas. Hoy creo que los ejemplares inmaculados son tan tristes como las mujeres que mueren vírgenes".

No desaprovecha el acto para repudiar la intención gubernamental de imponer impuesto al libro, así como la censura que ejerció el secretario Carlos Abascal contra dos obras: "El analfabetismo es oprobioso, preocupante, deplorable. Pero más que todo eso es que quienes reciban nombramientos públicos para corregirlo incurran en él o en algo peor, la ignorancia y la ignominia ostentosas y prepotentes".

Critica también, sin decir el nombre, que Sara Bermúdez, en su condición de funcionaria cultural, haya declarado que le ''encantan las novelas Aura -Ƒes una novela?- y Doce cuentos peregrinos -esa sí una novela, aunque lleve en su nombre el de cuentos-''. La presidenta del CNCA escucha impasible, en una de las butacas del aula mayor del Centro Nacional de las Artes.

Rubrica su participación el escritor: "ƑQué sigue, la censura policiaca en escuelas de El llano en llamas, El laberinto de la soledad o casi todo Ibargüengoitia, que contienen 'indecencias y malas palabras'? La única responsabilidad del escritor es con el lenguaje, con la escritura, allá él si es 'grosero'. La única obligación, el único derecho de los políticos y funcionarios culturales es salvaguardar esa libertad. Se supone que eso nos había enseñado con mucha amargura el siglo XX".