DOMINGO Ť 22 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Mottl, Van Beinum, Mitropoulos y Keilberth antecedieron el destino del veneciano
Sinopoli, quinto director que muere batuta en mano
Ť "El mundo entero ha perdido a un gran músico", dijo Riccardo Mutti Ť Marcelo Viotti sustituirá al director de la orquesta Staatskapelle de Dresde en el montaje Aída, de Verdi
PABLO ESPINOSA
Giuseppe Sinopoli es el quinto director de orquesta que muere con la batuta en la mano.
Como informamos ayer en este espacio, el maestro veneciano, quien era uno de los máximos directores de orquesta de la actualidad en el mundo, falleció mientras dirigía el tercer acto de la ópera Aída, de su paisano y tocayo Giuseppe Verdi, en la Deutsche Oper de Berlín.
Suerte similar habían corrido, en ese bel morir, de acuerdo con una rápida investigación emprendida por Pierre Feuilly, el director de orquesta austriaco Felix Mottl, en 1911, cuando tenía 55 años; el holandés Eduard Alexander van Beinum también gozaba edad dorada, 59 años, cuando expuso su último suspiro en el podio, en 1959; el griego Dimitri Mitropoulos es el máximo ídolo cuyo crepúsculo aconteció nietzscheanamente, como sucedió anteanoche con Sinopoli.
El maestro Mitropoulos, arrasador en sus versiones imbatibles a las sinfonías de Beethoven, hacía gemir el aire y cortaba la respiración de músicos y escuchas cuando trascendió a la otra vida. Tenía 64 años y una leyenda viva quedó flotando en el aire, en cuanto suenan sus grabaciones discográficas, difícilmente conseguibles por cierto, pero asequibles finalmente.
El del alemán, quien apenas se estrenaba sexagenario, Joseph Keilberth era el caso más reciente de una tragedia musical en vivo, en 1968, antes de que el mundo creciera en azoro cuando hace apenas unas horas el hasta entonces imbatible Sinopoli entregó la última anacrusa en el vacío.
Fueron tales el estupor y la sorpresa que un día después las agencias informativas siguen distribuyendo versiones encontradas. La Afp dice que el maestro falleció en la ambulancia que lo trasladaba al hospital, mientras la agencia alemana Dpa pone su proverbial exactitud en las primeras horas de la madrugada como el momento fatal, en brazos de su esposa, Silvia, y sus dos hijos, según un dato aportado por la agencia Ap.
La addenda mayor la aporta también Dpa: no era un ensayo, sino una función con público, a sala llena, la que dirigía Sinopoli. Efectivamente, el director italiano había dedicado esa función especial a la memoria de Georg Friedrich, antiguo director general de la Deutsche Oper y con quien Sinopoli se había peleado años atrás. Era un homenaje entonces y una reconciliación. En el programa de pierna dejó escrito Sinopoli una cita de una tragedia de Sofócles que hoy queda como un retrato autógrafo de su tragedia personal: "Que el destino os sea favorable y que siempre os acordéis de mí con alegría, cuando esté muerto".
El destino de Sinopoli dejó, luego de la primera estela de estupor, tristeza honda: su amigo Riccardo Mutti sintetizó el pesar: "el mundo entero ha perdido a un gran músico". Con Riccardo Mutti, Riccardo Chailly y Claudio Abbado (este último es titular de la mejor orquesta del planeta: la Filarmónica de Berlín), Sinopoli completaba una cuarteta de mosqueteros italianos que dominaban Europa, en especial los oídos rigurosísimos de los alemanes.
Como director titular de la fabulosa orquesta Staatskapelle de Dresde, Giuseppe Sinopoli nos cortó la respiración la noche del 3 de mayo de 1996, cuando en el Palacio de Bellas Artes enarboló sendas partituras de otros dos Ricardos, Strauss y Wagner, y nos hizo vertir lágrimas candentes con el Preludio y Muerte por Amor, de la ópera Tristán e Isolda wagnerita, y nos hizo levitar y dejó tremendo tembladero de piernas, corrientes eléctricas recorriendo las espaldas, luego de su versión escalofriante de la Sinfonía Patética, de Chaikovski. Inolvidable epifanía, a pesar de las toses y poses esnobistas de los riquillos y las "cultas" damas que desde entonces responden que no han terminado de leer el cuento, que no novela, más corto del mundo: El Dinosaurio, de Augusto Monterroso. Además de los que van a Bellas Artes para aparentar y porque los boletos son caros, también había melómanos aquella noche en las butacas.
La tragedia ocurrida la noche del viernes pasado en el foso de la orquesta en Berlín movió también las fantasías del mundo. En Veracruz, por ejemplo, un bel morir ocurre haciendo el amor y le llaman "morir en el guayabo". Y así cada quien. Es conocida la historia de aquel maestro bailador de danzón que murió haciendo lo propio en el Salón Colonia, en plena duela (Ƒasí no duele?). Según D.H. Lawrence, bailar es hacer el amor con música. Lo cierto es que el maestro veneciano Giuseppe Sinopoli murió haciendo lo que más amó: la música, en brazos de su mujer.
Este domingo Sinopoli será sustituido en el podio por otro astro italiano, Marcelo Viotti, en la representación de Aída.
Requiem.