lunes Ť 23 Ť abril Ť 2001

Iván Restrepo

Sequía y mal uso del agua en la frontera

Debido a la sequía, el norte de México enfrenta nuevamente serios problemas en captación y suministro de agua. En la última década, las lluvias han sido escasas, mientras han crecido las necesidades de la población, la industria, la agricultura y de otras actividades.

En esa región del país, dos ríos, cuyo caudal comparten Estados Unidos y México, son fundamentales para el abasto: el Colorado y el Bravo. Ambos registran serio deterioro. A esto se agrega, en el caso del Colorado, el intento de Estados Unidos por revestir un canal, el Todo Americano, que causaría daños a nuestro país, pues esa obra evitaría la filtración al subsuelo de decenas de miles de metros cúbicos de líquido que luego extraen los agricultores de Baja California.

Se trata de un asunto de la agenda binacional, como también está regularizar el reparto de agua del río Bravo, que nace en las montañas de Colorado y desemboca en el Golfo de México. Su cauce es frontera común de Ciudad Juárez a Matamoros.

Para aprovechar esa agua, Estados Unidos construyó en México dos presas internacionales: la Falcón y la Amistad, pero a cambio debemos entregarle una tercera parte del agua que aportan al Bravo los afluentes mexicanos, como el Conchos y el San Juan. Se trata de 430 milllones de metros cúbicos anuales y se utilizan en la agricultura del sur de Texas. Nosotros dedicamos el agua que nos corresponde especialmente a cubrir las necesidades de más de 8 millones de habitantes de Tamaulipas, Chihuahua, Nuevo León y Coahuila.

Las continuas sequías impidieron durante varios años que nuestro país entregara la cuota fijada a Estados Unidos y se acumularon hasta sumar hoy cerca de mil 700 millones de metros cúbicos de agua. El presidente Fox se comprometió semanas atrás a entregar antes de julio casi la mitad de esa cantidad a fin de que los agricultores de Texas realicen sus siembras. El resto se enviará el año próximo.

No hay duda de la necesidad de cumplir los acuerdos binacionales y evitar desacuerdos con nuestro poderoso socio comercial. Pero si ahora el agua es escasa en la frontera, más lo será al enviar a Texas la cuota referida, agudizando el desabasto en ciudades como Juárez, Nuevo Laredo, Matamoros, Piedras Negras, Monterrey, Reynosa y 20 más. En todas ellas el agua limita el sano desenvolvimiento de la población y diversas actividades económicas. Baste citar que el año pasado Matamoros se declaró en emergencia debido al bajo nivel del Bravo, por lo que se redujo a la mitad el servicio de abasto en esa ciudad.

Aunque no falta el funcionario que sostenga que está garantizado el abasto del líquido en el norte, que allí todo está bajo control, y muy especialmente en la franja fronteriza, algo distinto opinan funcionarios como Ernesto Ruffo, el comisionado para la frontera, quien afirma que la entrega de agua a Estados Unidos agudizará la situación de escasez.

El problema que ahora hereda el gobierno de Fox pudo haberse evitado con medidas oportunas. En efecto, diversos estudios, que datan de los años ochenta, muestran que el agua del Bravo no se utiliza adecuadamente en ninguno de los dos países. En México la contaminan con sus desechos los asentamientos humanos, las maquiladoras y otras industrias, motivo por el cual esa corriente fue calificada hace dos años de peligro ambiental. No debe extrañar que así sea, pues no existen plantas de tratamiento que permitan reutilizar las aguas negras o enviarlas a dicha cuenca menos contaminadas. Pero, además, en la frontera están sobrexplotados 20 de los 71 acuíferos, y aunque en cada nuevo sexenio se anuncia que se diseñarán políticas para administrar racionalmente un bien escaso en el medio urbano, la industria y el campo, todo queda en buenas intenciones.

En resumen, se utiliza mal el agua disponible mientras crece la demanda; y hoy el problema adquiere dimensiones tales que ponen en peligro el desarrollo de la frontera mientras no aparecen las medidas para resolverlo.

Abundan las propuestas viables. Tanto las comunidades fronterizas, investigadores y diversas dependencias oficiales las han elaborado y discutido en los últimos diez años, pero falta decisión para llevarlas a cabo. Los funcionarios dicen que el espíritu de colaboración binacional es ahora muy favorable y cordial. Ojalá se aproveche a fin de establecer un plan conjunto para enfrentar la sequía y utilizar de manera sustentable las cuencas del Colorado y el Bravo