LUNES Ť 23 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Recibió dos impactos de bala, uno en la cabeza y otro en el cuerpo
Justicia, exigen familiares de indocumentado asesinado en un hospital siquiátrico en Oregon
Ť Tuvo una convulsión epiléptica y un policía creyó que lo atacaba
LUIS A. BOFFIL GOMEZ CORRESPONSAL
Merida, Yuc., 22 de abril. La pesadilla del indocumentado yucateco José Santos Víctor Mejía Poot comenzó el 30 de marzo, cuando se disponía a abordar un camión en la ciudad estadunidense Portland, Oregon, y descubrió que le faltaban 20 centavos de dólar para completar el pasaje.
Nadie le ayudó. El chofer de la unidad le impidió subir. Sorpresivamente, la policía llegó y lo arrestó. 48 horas después, el hombre de 29 años, oriundo de Maní -un pequeño y empobrecido pueblo al sur de Yucatán, cuya única fama es un convento jesuita del siglo XVII en donde vivió fray Bartolomé de las Casas- fue asesinado en un hospital psiquiátrico a manos de un policía de seguridad de ese nosocomio.
José Santos recibió dos impactos de bala: uno en la cabeza y otro en el cuerpo. La muerte fue inmediata.
Los guardianes argumentaron defensa propia. Según su versión, el indocumentado era un sujeto violento que los atacó con unos lápices.
Al parecer, algo lejos de la verdad. Mejía Poot padecía de epilepsia y en ese momento, de acuerdo al periódico Portland Tribune, el yucateco era víctima de convulsiones. En lugar de ayudar, tres agentes policiacos, de los cuales sólo se conocen sus apellidos -Bell, Davis y Nelson- lo golpearon, le rociaron el rostro con gas picante hasta que el primer oficial sacó su arma y le disparó.
Y de allí, la angustia de sus familiares para trasladar el cuerpo del joven a México. Posteriormente, fue llevado a Yucatán, donde fue recibido el viernes en medio de una protesta generalizada en la comunidad, donde más de la mitad de sus cinco mil pobladores son de extracción maya.
Habitantes de Maní pidieron a las autoridades estatal y federal "que se haga justicia". Hasta el momento, se desconocen las gestiones efectuadas por el Instituto Nacional de Migración y la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tampoco han emitido declaración alguna sobre este caso.
El asunto se torna complicado por la impunidad de que parecen gozar los policías, en especial el que jaló del gatillo. Ese tal Bell estaría involucrado en actos de racismo contra otros migrantes latinoamericanos. Extraoficialmente, se le atribuyen tres asesinatos de indocumentados.
En tanto, los familiares de José Santos claman por justicia.
El padre del occiso, Pedro Mejía Zumárraga, radicado en Portland, Oregon, advirtió que pedirá se haga justicia por el asesinato de su hijo.
Su viuda, Paula Villacís López, quien lo vio partir hace 14 meses a tierras estadunidenses, argumentó que su marido "no le hacía mal a nadie". "Sólo fue en busca de algo de dinero, a trabajar y a tratar de curarse de la epilepsia".
En Maní, el párroco Atilano Ceballos Loeza, conocido por su defensa en pro de los indígenas y desamparados, calificó de "barbarie" el crimen contra Mejía Poot. En declaraciones a la prensa llamó "Caín" al policía y "Abel" al muerto.
El calvario de José Santos
En la ciudad de Portland, Oregon, radican desde hace años su padre y su hermano Dáger. Casado con Paula Villacís, de extracción indígena, y sin hijos, José Santos Víctor se animó a partir hacia el sueño americano. 14 meses después regresaría muerto a su tierra.
Según los datos del Portland Tribune, proporcionado por los familiares de la víctima, el 30 de marzo, a las 6 de la mañana, Mejía Poot se disponía a abordar un autobús en la avenida 72 noreste y la calle Killingsworth. Al no completar para su pasaje, el chofer le impidió subir a la unidad. Llegó la policía y lo arrestó. Fue llevado al salón central de justicia bajo los cargos de supuesta agresión y resistencia al arresto. Por la noche, el yucateco entró en una crisis nerviosa debido a su padecimiento epiléptico, lo que motivó su traslado, bajo custodia, al hospital Providence Crisis Triage Center, al noreste de Portland. Al término de su evaluación, los médicos recomendaron llevarlo al BHC Pacific Gaterway Hospital, de especialidades psiquiátricas, para ser valorado de su sistema neurológico. Ahí quedó internado hasta que al día siguiente, sábado 31, logró comunicarse con sus parientes. "Estoy hospitalizado", habría dicho a su padre. Sus parientes pudieron verlo unas horas más tarde. Se desconoce si lograron hablar con él. Aparentemente se encontraba bien anímicamente.
El primero de abril José Santos habló nuevamente con su familia. Sin embargo, a las 19:00 horas personal del hospital psiquiátrico solicitaron ayuda de la policía citadina porque, supuestamente, el mexicano los atacó con unos "lápices". Antes de las 10, los policías Bell, Davis y Nelson arribaron al psiquiátrico y encontraron a Mejía en un cuarto de seguridad. Según la información, la habitación estaba destruida y el paciente mantenía una actitud agresiva.
Los agentes lo sometieron a golpes y gas picante. Nadie se explica en qué momento Bell sacó su arma y dio muerte al migrante. El victimario comentaría posteriormente que actuó en defensa propia.
Los familiares del ahora occiso aseguran que "José sufría de ataques epilépticos y tal vez, en ese momento, tenía convulsiones y carecía del medicamento que tomaba. El no era agresivo", afirma su viuda Paula.
Empero, hay más complicaciones. Aunque la autopsia que le practicaron revela que falleció instantáneamente, el reporte toxicológico quedó pendiente de presentar y, por supuesto, se ignora su contenido. Fue declarado muerto a las 22:44 horas del domingo primero de abril.
Unos 20 días después del crimen, el cadáver de José Santos Víctor finalmente fue trasladado de esa ciudad estadunidense hasta México. Unas horas después arribaba a su pueblo natal. El sábado, decenas de pobladores de Maní le dieron el adiós.