Hace cuatro meses alguien afirmó a ocho columnas, que por no comprender la nueva situación política creada en la elección del 2 de julio, el EZLN corría el riesgo de convertirse en una "anécdota folk". Hoy esta afirmación es una anécdota folk.
Aquellos que hasta hace unos días consideraban al EZLN un grupito antisistema; anacronismo contestatario en tiempos de una nueva democracia cuyas reglas se debían diseñar en comisiones constituyentes de notables, como la convocada por el maromero mayor; aquellos que consideraban al Congreso Nacional Indígena un cascarón sin vida y al FZLN y otros zapatismos militantes, simples testimonios huecos de una finta desafortunada, hoy se atragantan sus palabras o fingen demencia.
Quienes, en fin, a raíz del 2 de julio daban por muerta y enterrada a la izquierda mexicana, tanto la partidista como la social, y buscaban pragmático acomodo laboral e intelectual en las nuevas circunstancias. Quienes erraron el diagnóstico, si son honestos, tendrán que repensar sus conclusiones, y en todo caso pagar los costos de su apresurado travestismo.
Porque el EZLN y el CNI han demostrado ser mucho más
que una moda pasajera; y las izquierdas políticas, gremiales e intelectuales
están madreadonas, adoloridas, pero siguen vivas; andan norteadas
y perplejas --dije perplejas--, pero dando lata. Como los viejos bluseros,
que cuando todos los daban por muertos sacan un nuevo y espléndido
disco, también la izquierda nos sorprende de vez en cuando con alentadores
signos de vitalidad.
Nurío, Michoacán, marzo 2001