Ojarasca 48  abril 2001

 
Conciencias nunca le han faltado a este país, pero pocas calaron tan hondo como la de Juan Rulfo, pese a su parquedad desconcertante. Después de publicar los dos breves libros que suman su obra, transitó a un mutismo literario que sus lectores siempre lamentaron. Luego, durante varios años trabajó como editor para un Instituto Nacional Indigenista que devino refugio de su silencio. Allí cuidó la publicación de libros que hoy forman parte de la historia del pensamiento nacional, y fundó la revista México Indígena para boletinar los testimonios, estudios y noticias de dicha dependencia gubernamental que heredaba, institucionalmente, el impulso humanista del indigenismo posrevolucionario.

Rulfo se percató, como editor, fotógrafo y espíritu alerta, que algo estaba profundamente mal en la Nación moderna: las condiciones de existencia de los pueblos indígenas eran inaceptables. Las cifras contradictorias e inexactas que entonces se conocían (más inexactas que las actuales), le documentaron su intuición de los indígenas como "molinos de viento" en su verdadera dimensión.

Ojarasca reproduce enseguida, como archivo que abre la memoria, dos fragmentos rulfianos sobre el problema indígena, recogidos en el volumen de manuscritos Los cuadernos de Rulfo, que editó Era en 1994.

Sin fecha precisa, al menos en esa edición, debieron ser escritos entre los años cincuenta y los setenta del siglo XX. Son destellos de una conciencia nacional que nacía. Un cambio importante en la mentalidad de la sociedad mayoritaria y su percepción del país real. No por nada, con Pedro Páramo y El llano en llamas Rulfo proporcionó a la cultura mexicana el momento literario más alto de aquel lento despertar.


Esa gran minoría

Juan Rulfo

En México, como todos sabemos, hay aproximadamente tres millones quinientos mil indígenas agrupados en 29 comunidades más o menos grandes, más o menos pobres. Generalmente muy pobres y bastante apartadas de la comunidad nacional. (52 grupos en total.)
   Digo que todos sabemos eso; pero en realidad una gran mayoría de mexicanos ignora la existencia de esa gran minoría de indios y, sobre ignorarlos, está más bien el desprecio o un completo desinterés por sus condiciones miserables.
   No obstante, fue necesario que el futuro presidente de la República llegara con su comitiva a regiones tan aisladas como son las que habitan las comunidades indígenas, para que pocos o muchos o casi todos descubrieran los anhelados molinos de viento: el problema indígena. Y naturalmente a los responsables de solucionarlo.
   Hubo quienes, sin conocer "la lengua", hablaron con los amuzgos; otros platicaron con los triquis; pero
   Para una gran mayoría de mexicanos este hecho les tenía sin cuidado. La realidad es son pocos
   El hecho de que vivan tantos indios en un país donde los recursos económicos han alcanzado niveles cada vez más elevados, parece inconcebible y hasta desconcertante para una gran mayoría de mexicanos.

*

Los indígenas fueron cazados como animales salvajes a todo lo ancho y largo de pampas y cordilleras. De multitud de ellos ya no queda ni el recuerdo.
   Esto viene a cuento pues también en México o lo que era entonces la Nueva España, se exterminó a los "chichimecas" (en náhuatl: "perros sin bozal"); aunque según el parecer de algunos antropólogos, los núcleos mayores de esa tribu se asimilaron a otra más numerosa denominada "guachichiles", que avanzaron hacia las tierras situadas al norte del río Bravo, es decir, a lo que hoy son los Estados Unidos. Allí deben haberse mezclados con los indios "mezcaleros" y los "patas prietas", sobre todo en el inmenso territorio de Texas. Tal vez a ellos se refería Tyler, presidente de los USA, cuando arengaba a Sam Houston y a Austin para que combatieran el barbarismo de las tropas que luchaban por la defensa de aquellas tierras mexicanas.
 
 

KUROSAWA
Oventic, Chiapas, febrero 2001

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