Para Andrés Aubry, fraternalmente.
Ante lo que se abre no sabemos, pero el paso dado es grande, y la huella, importante. Porque no es cierto que los del gobierno lo hicieron grande con su propaganda y sus declaraciones resonantes e internacionales. Mas bien no pudieron evitar el paso de los pueblos indios, y se treparon al caballo lo mejor que pudieron. El Estado tiene los altavoces a su servicio para hacerse oír, pero esta vez lo rebasó la fuerza de los hechos. Dónde que México viene de una larga "tradición" en la que el Estado con una mano pagaba, y con la otra pegaba. Mal que bien, controlaba las voces críticas.
Los tres poderes de la Unión --el que libera, el que delibera y el que ejecuta-- se supone que ahora se legitiman mediante un contacto más directo y democrático con los ciudadanos.
No bien acababa de manifestar el inminente mandatario Vicente Fox su disposición al diálogo "deveras" con el alzamiento zapatista y las demandas indígenas nacionales, cuando el EZLN y el CNI le tomaron la palabra.
Los pueblos ya traían palabra, la firmada en San Andrés, la malbaratada y traicionada, una y otra vez despreciada por el último Estado priísta, el peor, que tocó fondo con Acteal y Aguas Blancas: su maquinaria derivó en masacres; fría y sistemáticamente, fue genocida hasta donde pudo.
A un Estado así había que detenerlo. Y eso hicieron los votantes el 2 de julio de 2000: "ya no más". Chiapas había sido el primer asunto en captar la atención del estadista Zedillo, y lo siguió hasta el final de su mandato. Para lo que sirvió: su único lenguaje fue la guerra.
Chiapas es el primer asunto en captar la atención del nuevo mandatario, Vicente Fox. Y de la opinión pública, medios de por medio. El proclamado "cambio" está a prueba. La palabra, hoy, sigue sin cumplirse.
La marcha nacional indígena que acabamos de presenciar marca un hito en la historia de México y de su mentalidad. Los indios son gente, tienen derechos, y saben lo que quieren. Por elemental que suene, el público mexicano lo acaba de ver por primera vez en vivo y directo al plexo de la dignidad. En 28 de marzo México escuchó voces que no será fácil olvidar.
Quién dijera que los rebeldes, que desafiaron al Estado nacional se volverían, junto con el movimiento indígena mexicano, en los principales impulsores de la cacareada reforma del Estado. Al traspasar las puertas de San Lázaro para sí y para quien lo desee de ahora en adelante desde la sociedad, han fortalecido al Congreso de la Unión, aun ante el rezongo de los propios legisladores que gracias al voto popular, etcétera.
Qué país, donde los mejores defensores de la Constitución son quienes siguen fuera de ella. Y lo hacen con una civilidad ejemplar. Por mencionar una sola de las vertientes que abrió la marcha al Congreso: nunca antes un movimiento social reivindicó de manera más combativa y convincente los derecho de la mujer; las indígenas que hablaron durante la marcha demostraron con palabras inmejorables la múltiple opresión en que viven las mujeres en México.
La legitimidad indiscutible de sus demandas, y la representatividad alcanzada por el CNI y el EZLN tocaron al sistema político en el mero corazón.
A ver ahora cómo demuestran su representatividad
popular los gobernantes y legisladores que presumen de electos. A ver cómo
le hace la democracia mexicana para ser de a deveras. Emplazado por los
pueblos indios que defienden sus derechos, el Estado se encuentra ante
un debate legal, político y humanista en el que ya no hay marcha
atrás.