Jueves Ť 26 Ť abril Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
Vistazo al PRD
El PRD es con enorme diferencia la mayor fuerza política creada por la izquierda en México, pero su arraigo en la sociedad civil y las cifras electorales, lejos de aumentar vienen disminuyendo. Las causas de esta declinación objetiva hay que buscarlas en los visibles problemas internos relacionados con la organización y la dirección del partido, pero sobre todo en el desgaste de una forma de hacer política que corresponde cada vez menos a las exigencias de la sociedad mexicana.
Se puede decir que su crisis actual es, antes que otra cosa, una crisis de planteamientos y fines, es decir, de alternativas ante una realidad que al cambiar modifica la ubicación del partido, sus compromisos y responsabilidades, como se reconoce en el debate previo al congreso. La urgencia de actuar siempre bajo condiciones adversas pospuso el ajuste crítico con la herencia socialista y nacionalista de sus fundadores, quedó pendiente la discusión sobre el socialismo marxista y el liberalismo en la democracia, omisiones que resaltan al precisar el contenido de la definición del PRD como "partido de izquierda". Sólo en este vacío ideológico se explica la importancia adquirida por el llamado "pragmatismo" que desprecia la elaboración teórica y fomenta las tendencias clientelares, el peso del caudillismo que erosiona la institucionalidad, y otros errores cometidos tratando de evitar las enormes dificultades del camino que hoy se buscan corregir en Zacatecas.
El congreso tiene que decidir si el PRD puede y quiere ser un partido definido por sus ideas políticas y su fortaleza institucional, comprometido con la democracia y sus métodos, o si prefiere continuar siendo una especie de "frente electoral permanente", un "partido-movimiento" donde pesan más que las ideas el carisma de sus jefes políticos, los intereses de las corrientes o los batallones clientelares de las disputas internas. No hay que engañarse: las viejas virtudes de la izquierda --desprendimiento personal, solidaridad, rechazo a la injusticia "donde quiera que se encuentre"-- son parte de una ética indispensable, pero estas cualidades no bastan para construir una opción atractiva para la mayoría de los mexicanos. Un partido radical en la democracia no es el que se declara el "más" opositor, sino el que es capaz de ir al fondo de los problemas para ofrecer a la mayoría ideas útiles para transformar la realidad del país. La disyuntiva entre acción electoral y reivindicativa es una rémora del pasado, pues el partido que ahora gobierna la capital y varios estados no puede actuar en la vida política cotidiana como si fuera un grupo marginal, sin responsabilidad social.
La crítica genérica al neoliberalismo como el mal absoluto de la época sin una discusión sobre el futuro de México en el capitalismo global resulta poco útil y apenas si exige elaboración propia. El neoliberalismo es una forma exitosa del capitalismo realmente existente, no una ficción maquiavélica, y así debe comprenderse teórica y prácticamente para hallar opciones ajenas a las experiencias fallidas del viejo socialismo. No se trata tampoco de embaucarse en la imitación de una imposible tercera vía sino de extraer lecciones de la historia para sobrevivir en la globalización sin dejar de ser una nación, impulsando el desarrollo social combatiendo la desigualdad, la exclusión, la ilegalidad, en una palabra: la injusticia que se reproduce a escala planetaria, la revolución conservadora que parece cancelar toda alternativa. La modernización del PRD depende de su capacidad para contribuir a la elaboración de un nuevo proyecto de y para el país. Y eso exige reflexión, no sólo grilla interna.
Su renovación es indispensable para desarrollar el régimen de partidos que heredamos de la etapa predemocrática, contrarrestando las inercias bipartidistas de la derecha que no se extinguen con la alternancia. Sin una izquierda fuerte en la sociedad y en el Estado, la democracia corre el riesgo de convertirse en mera formalidad al servicio de los aparatos políticos profesionales. Hace falta un polo social democrático, capaz de impulsar reformas y políticas públicas equitativas, verdaderos compromisos de Estado. Resulta increíble que a pesar de su experiencia en este campo, el PRD carezca de una posición de vanguardia en torno al mundo del trabajo, la educación, los movimientos ecologistas, de género e identitarios, y otros más que están en la base de la nueva ciudadanía. Sorprende, asimismo, la total ausencia de reflexión sobre los temas planteados por el zapatismo en torno al poder, la democracia y otros más. Le concede un enorme apoyo acrítico, pero no le preocupa la significación del zapatismo para la izquierda contemporánea, incluyendo al PRD.
Quienes seguimos con interés la vida del PRD fuera de sus filas, lamentamos que el mayor partido de la izquierda carezca de una política de alianzas digna de tal nombre. Ha sido sectario y arrogante con expresiones políticas e intelectuales que no comparten todos sus puntos de vista, aunque sigan votando por sus candidatos en cada elección. En las condiciones actuales tendría que pronunciarse por un pluripartidismo verdadero, ajeno a la proliferación de membretes o al establecimiento de un sistema cerrado desde adentro por los actuales partidos. Un signo de avance sería reconocer que existe un pluralismo de izquierda social y política incompatible con la noción de "partido único", que aún subyace entre dirigentes perredistas. Esperemos que el congreso de Zacatecas tenga éxito.