Jueves Ť 26 Ť abril Ť 2001
Octavio Rodríguez Araujo
ƑEl PRD como alternativa?
El PRD ha entrado en su sexto Congreso Nacional, en el que serán revisados su organización y principios para que el programa de acción que resulte no sólo sea más preciso, sino que esté apoyado por una organización más eficaz a la vez que democrática.
En términos de organización, uno de los aspectos principales que habrán de discutirse es el de la persistencia de grupos (tribus, les llaman) que luchan entre sí por posiciones de dirección en los diversos niveles del partido y por puestos o cargos en gobiernos y en órganos de representación tanto locales como federales. Por lo que se refiere a la línea política del partido, es obvio que después del 2 de julio del año pasado el tema de unidad interna y definición política no será más la lucha contra lo que ellos han calificado como "sistema de partido de Estado", puesto que el PRI fue derrotado, sino por algo de mayor alcance en estos días y en el futuro previsible.
Una organización más democrática no quiere decir menos disciplinada. La disciplina es importante en toda organización, y más si ésta es de gran tamaño y compleja por razones geográficas y de composición social y política de sus afiliados y militantes, para mencionar las más evidentes. Los perredistas, sobre todo los de mayor cultura política, demandan mayor democracia en su partido y no sólo para el país. Sin embargo, se enfrentan a un obstáculo que detectara con precisión Robert Michels en 1911: toda organización "da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores." Y esta situación, que por varias décadas se vio con naturalidad, hoy en día cuenta con muchos opositores, pues la sociedad, incluso la que participa en partidos, no coincide más con la idea de que unos cuantos piensen y resuelvan por ella. Por lo demás, la falta de democracia interna en el PRD ha impedido la eficacia electoral y, sobre todo, ha permitido algo mucho más grave: la utilización de la organización para la lucha de grupos, de líderes y hasta de caudillos (grandes y pequeños) por posiciones de privilegio en los órganos de dirección (dentro del partido) y de gobierno y representación en el país, tanto en estados y municipios como en la Federación.
Por otro lado, el PRD tiene que romper con su pasado y ser pensado de otra manera. Surgió como un frente amplio en contra de los gobiernos neoliberales del priísmo y en contra del PRI, calificado como partido de Estado (que en realidad, como se ha demostrado, era un partido del régimen político). Surgió, asimismo, como un partido en torno de un caudillo --progresista y todo, pero caudillo al fin. El PRD ahora no puede seguir siendo lo mismo. El régimen y su partido ya fueron derrotados. El caudillo también, sin que esto quiera decir que haya dejado de ser una personalidad importante e influyente a tomar en cuenta. Pero como frente y luego como un partido de definición poco clara, más anti que pro, ya terminó su papel. Ahora debe ser una alternativa clara y comprensible tanto para sus afiliados y militantes como para los ciudadanos en general. Sin embargo, tiene un obstáculo que en estos tiempos no se sabe bien a bien cómo superar: si el partido se define por asuntos muy concretos, pierde votos; si es demasiado amplio (como los partidos de tercera vía o centristas) puede ser que atraiga más votos, pero no que logre mayor fortaleza como partido.
Como partido de oposición el PRD requiere una distinción clara --y para todos-- del PAN y del PRI, principalmente. Para diferenciarse del primero no se requiere mucho esfuerzo, aunque hay aspectos, relacionados con la democracia formal y los derechos humanos, en los que podría haber confusión. Para diferenciarse del PRI, y sobre todo si este partido retoma las posiciones del llamado nacionalismo revolucionario y de la socialdemocracia en su sentido más amplio, el esfuerzo tendrá que ser mayor. Pero si el PRD, para no ser confundido con el PRI, se corre hacia la izquierda y se define, digamos, como socializante (no necesariamente socialista), reduce automáticamente los votos ciudadanos, que en su mayoría son conservadores pasivos (los conservadores activos estarían más con el PAN e incluso con el PRI), y no crece como partido electoral. Sin embargo, y pese a los riesgos electorales, requiere de una cierta definición que lo diferencie con claridad de sus contrincantes.
Quizá una opción que tiene el PRD sea más por el lado de su organización que por el de sus principios. Con principios amplios podrá seguir compitiendo con los otros partidos electoralmente. Pero con una estructura que se dedique más al trabajo de bases y de organización de éstas para que luchen por lo que necesitan (sin clientelismos, obviamente), puede ser que no sólo aumente sus votos en las próximas elecciones, sino que de verdad coadyuve a la organización activa de los sectores mayoritarios de la sociedad, que tienen mucho por qué luchar pero carecen de elementos cohesivos y de dirección política.