viernes Ť 27 Ť abril Ť 2001
Jorge Camil
Tercera Cumbre de las Américas
No precisamente bajo el manto protector del trillado "espíritu bolivariano", aducido por Hugo Chávez en cada una de sus interminables arengas revolucionarias, pero sí con algunas importantes caras nuevas, los países del hemisferio se reunieron en Quebec la semana pasada para celebrar la tercera Cumbre de las Américas. Las caras nuevas incluyeron, nada menos, a George W. Bush, el nuevo líder de la superpotencia, quien, un poco por desconocimiento de la política internacional, y otro tanto por herencia, inclinación natural y falta de oficio político, ha estado a punto de hundir en una nueva versión de la guerra fría, en sólo tres meses de gobierno, a la flamante "aldea global" del siglo XXI. También brilló la cara nueva de nuestro Presidente, Vicente Fox, el actual darling de Washington (šsicut transit gloria Carlos Salinas de Gortari!), coronado con las guirnaldas de un renovado compromiso con la economía de mercado, la inverosímil bendición de Jesse Helms y la aún refulgente victoria democrática del 2 de julio. (Y, por si lo anterior fuese poco, traía en su haber la reciente distensión del conflicto zapatista). Hubo importantes ausentes: Alberto Fujimori y Fidel Castro, hoy parias de la comunidad internacional, porque el obcecado mundo globalizado parece haber comprendido, šfinalmente!, que la apertura económica no justifica la represión (no obstante los innegables beneficios del milagro económico chileno atribuido en su momento a Augusto Pinochet y la euforia prematura de la inversión privada ante la erradicación de Sendero Luminoso en los comienzos del mandato de Alberto Fujimori).
Durante su campaña, Bush ofreció volver los ojos a América Latina para acelerar la apertura de un área de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego conocida como el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Pero la cuestión no parece sencilla. Una América Latina más democrática y consciente de su legado cultural parece no estar dispuesta a continuar siguiendo a ojos cerrados los dictados de Washington. Se acabó la autoridad que les daba a los estadunidenses la complicidad con los regímenes de los Videla y los Pinochet; la creencia de que sólo perpetuando a los Somoza y los Trujillo en el poder se podía garantizar el elusivo concepto de la "seguridad continental"; good by para siempre a los ugly americans, que pululaban disfrazados de capataces en las filas de la United Fruit mientras hacían carreras paralelas en el Departamento de Estado. Hoy, muchas gracias, los latinoamericanos nos encargamos de nuestros propios dictadores, como lo demostró recientemente el juez argentino Rodolfo Canicoba Corral, que pidió la detención, con fines de extradición, de Alfredo Stroessner y Manuel Contreras, y la comparecencia de Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet, entre otros participantes del siniestro Plan Cóndor. Continúan incólumes, por desgracia, la fuerza del dinero estadunidense y la autoridad de su poderío tecnológico.
Bush prometió volver los ojos a América Latina un poco por eliminación: es obvio que no tiene la mínima intención de descifrar el enigma del dragón chino y se siente incómodo con Europa, el aliado natural, porque éste asume cada día un papel más protagónico en la defensa de su territorio y en las decisiones que afectan su vida económica. La renuencia a acelerar la instalación del ALCA (Estados Unidos cabildeó desesperadamente para inaugurar el proyecto en el 2003, pero los países latinoamericanos insistieron en el 2005) proviene de dos fuentes principales: Argentina y Brasil, las fuerzas detrás del desanimado Mercosur y la sospecha de que la apertura hemisférica beneficiaría principalmente a Estados Unidos, porque el gigantesco mercado común prometido por Bush se daría, primordialmente, en el seno del TLC, donde Estados Unidos exporta actualmente 187 mil millones de dólares a Canadá y 117 mil millones a México (contra sólo 59 mil millones al resto del continente). Los 30 mil globalifóbicos que asediaron la sede de la cumbre costaron 65 millones de dólares en medidas de seguridad y movilizaron a mil 500 soldados y a 7 mil policías. Sin embargo, debiesen estar satisfechos; se pospuso la apertura comercial hasta el 2005, se excluyó a Cuba por su desprecio a los derechos humanos y se aprobó una cláusula democrática que permitirá excluir de la integración hemisférica a los países que no sean plenamente democráticos. La reunión terminó con una nota discordante: Hugo Chávez firmó bajo reserva la declaración final, añadiendo sutilmente a la definición de "democracia" (como los cerditos golpistas de Animal Farm, la obra maestra de George Orwell) la enigmática calificación de participativa y no representativa. ƑEstará curándose en salud?