Ť José Cueli
Globalización, política y deconstrucción
La cumbre de Canadá ocupó los titulares de los más destacados diarios de circulación mundial. La cumbre de la globalización o la globalización de la cumbre. Pero, ¿y el resto del mundo dónde queda? La respuesta no se hizo esperar y multitud de manifestantes se agolparon a los alrededores del recinto donde se suscribían los acuerdos. Acuerdos que sólo incluyen a unos cuantos ''encumbrados" y que no hacen sino ahondar aún más la brecha entre los grupos poderosos y las multitudes de marginados excluidos que por no ser ''globalizables" parecen erigirse en la categoría de ''inexistentes" o quizá, lo que es peor aún, de ''explotables".
El asunto de la globalización no sólo compete a los ámbitos económico y político. Las humanidades en lo general y la filosofía en lo particular tienen mucho que decir al respecto, ya que el tema implica aspectos esenciales como justicia, ley, política, derecho, ética, equidad y derechos humanos.
En la actualidad, por lo menos algunos aspectos de dos corrientes filosóficas fundamentales, la deconstrucción derridiana y el pragmatismo rortiano merecen ser revisadas. Lacleu reflexionando desde la deconstrucción apunta que, en muchos países del Tercer Mundo, por ejemplo, el desempleo y la marginación social desembocan en identidades sociales destrozadas en el nivel de la sociedad civil y en situaciones en las cuales lo más difícil es construir un interés, una voluntad para ser representada en el sistema político. La relación representante/representado tiene que ser privilegiada como la condición misma de la participación y la movilización democráticas. De la misma manera, incluso en las sociedades industriales avanzadas, la fragmentación de las identidades sociales requiere de formas de agregación política cuya constitución implica que los representantes desempeñen un papel activo en la formación de voluntades colectivas en vez de ser sólo el espejo pasivo de intereses preconstituidos en el nivel de la sociedad civil.
La deconstrucción hace posible desanudar el lazo entre límites históricos y lógicos y reinscribir los casos aparentemente desviados en la misma estructura lógica de los fenómenos que analizamos.
Laclau enfatiza que los fenómenos contemporáneos de globalización y generalización de formas liberal-democráticas en contextos históricos muy diferentes de aquellos para los cuales fueron originalmente concebidas, hacen aún más urgente esta intervención deconstructiva. El resultado sólo puede ser, según él, lo que no duda en llamar un ensanchamiento del horizonte trascendental de la política (y no sólo en referencia al nivel cognitivo, ya que todo cambio trascendental es acompañado necesariamente por cambios en la performatividad).
En torno de la posibilidad de existencia de una sociedad política y más equitativa Laclau dice lo siguiente: ''Pero si la lógica del amor, la racionalidad, la completud siempre reactiva la brecha entre la universalidad vacía -aunque necesaria- y los cuerpos que la encarnan, la democracia, como la práctica ambigua que intenta llenar esa brecha y a la vez mantenerla siempre abierta, habría encontrado sus condiciones de posibilidad. Indecibilidad y decisión en los nombres de esa tensión inerradicable y constitutiva que hace posible una sociedad política".