sabado Ť 28 Ť abril Ť 2001

Luis González Souza

Desafuero civil

En cabal y enérgico ejercicio de mi inexistente derecho a desconocer a quien mal me representa, por este humilde conducto me permito inaugurar ese derecho y, en consecuencia, me permito desconocer y desaforar a los llamados senadores (todos) y diputados (estos días sabremos cuáles) que han tenido a mal enmendar y desfigurar la iniciativa de la Cocopa sobre derechos y cultura indígenas. Si ya antes de este grave desatino, jamás me he sentido representado por nuestros legisladores, ahora menos, mucho menos.

El asunto es delicado y por ello hablo a título estrictamente personal, aunque no me opondría ni cobraría "derechos de autor" ni nada que se le parezca, si otros ciudadanos deciden compartir esta posición y ejercer el derecho aquí inaugurado (obviamente, con el perdón de quienes tienen el puesto oficial de "legisladores"). Desde ahora mismo coloco esta posición -y las regalías del invento- en el todavía inexistente, pero necesario Fondo Nacional de Iniciativas Ciudadanas (algo así como un congreso en verdad apegado a nuestra Constitución, es decir, uno que legisle desde y para la sociedad, una instancia que por fin haga realidad eso de que "la soberanía reside, a final de cuentas, en el pueblo").

No pude esperar más para adoptar esta actitud tan herética, por dos razones. Primero, porque si la transición a la democracia significa algo, ello es la creación de muchas cosas nuevas: instituciones, sujetos, culturas y demás. Y, segundo, porque sería bastante ingenuo esperar a que nuestros actuales y profesionales "hacedores de leyes" se dispongan a fabricar una ley que vaya en contra de sus ya insoportables privilegios, atributos, desatinos y, para colmo, impunidades cobijadas en su "fuero legislativo".

Jamás ellos mismos aceptarán desaforarse y removerse de sus cargos, incluso tras torpezas como la que hace unos días cometieron todos los senadores al descuartizar la ley Cocopa. Pero nosotros los ciudadanos, los electores, los mandantes en cualquier sistema democrático, los "representados" y hasta los pagadores (vía impuestos directos e indirectos) de los sueldos de nuestros "representantes", sí podemos hacerlo. Bastaría con tipificar delitos como los que cometieron los moradores de la Cámara Alta al "dictaminar" (destripar) la ley Cocopa. Delitos como los siguientes:

1) Terrorismo legislativo. Jugar con el fuego de la guerra, al atreverse a enmendar drásticamente la única iniciativa que hasta ahora nos había acercado a un principio de solución justa y digna ante el legítimo alzamiento de los pueblos indios en Chiapas. El problema no es si la ley Cocopa era o no perfectible, ni si los egregios senadores tienen más o menos capacidad para perfeccionarla. El problema es que llegar a la ley Cocopa costó ya mucha sangre, trabajo y consensos, por cierto no sólo entre el EZLN y el "gobierno" de la época. Entrañó equilibrios y negociaciones muy complejas y delicadas como para transformarlas en un juguete (tipo granada) para el entretenimiento -o peor, para el lucimiento- de unos cuantos legisladores con vocación de terroristas (el primer móvil de todo terrorista es llamar la atención, lucirse, sin importar el costo en vidas o guerras).

2. Diegocentrismos y diegolatrías epidémicas. Bajo la actual cultura politiquera es inevitable sufrir legisladores sin control de su vanidad y de su adicción a los reflectores, como el Jefe Ego, del PAN, o el gastadísimo Bartlett, del PRI, actores centrales ambos en el descuartizamiento de la ley Cocopa. Lo que no es inevitable, sino más bien tipificable como delito legislativo, es la contaminación de todo el Senado con sendas enfermedades. O dicho rápido, la transformación de los senadores en pepenadores del poder cualquiera y a toda costa: aun de pedacitos de un poder harto podrido, y aun a costa de colocar al país al borde del precipicio. La sanción de este delito debería incluir algo de trabajos forzados en una especie de Oceánica para politiqueros (por cierto, no sólo del Poder Legislativo).

3. Burla del electorado. Otro hecho clave es que en la sociedad mexicana predomina desde hace tiempo un claro y creciente mandato de paz justa y digna o, si se prefiere, de paz tan duradera como verdadera. Con su "genial" dictamen de la ley Cocopa, los senadores se han burlado de tal mandato, y de paso, han incurrido en el delito de:

4. Traición de correligionarios, es decir, todos los integrantes de la propia Cocopa.

Delincuentes de ese tamaño no pueden seguir escudándose en su fuero legislativo. Al menos para mí, quedan desaforados y desautorizados para representarme en nada. Exijo, además, que ni un centavo de mis impuestos (más bien ralos, como mis ingresos de pobresor en la UNAM) se destinen a "copetear" los sueldos de esos senadores (y los diputados que osen emularlos), incluidos sus gastos en guaruras, celulares y viajes (con o sin edecanes). Suplico, por último, que se abstengan de volver a invitarme a evento alguno en el actual Congreso de nuestro país (bastante tiempo hemos perdido ya varios integrantes de Paz con Democracia, tratando de persuadirlos de algo más bien sencillo: legislar con apego al mandato nacional de paz). ƑO acaso ni la "ley del hielo" podemos aplicar los ciudadanos sin el solemne permiso de nuestros sedicentes legisladores?

PD: Ultima llamada también para los diputados que, estos días, deberían corregir el desvarío guerrerista de la Cámara ƑAlta?

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