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México, D.F. sábado 28 de abril de 2001 
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Editorial
 
¿HACIA DONDE SE DIRIGE EL PRD? 

SOL El PRD nació como un partido de izquierda. Si bien fue la más firme oposición política al régimen priísta, su arraigo con la sociedad organizada y el masivo respaldo popular lo convirtieron rápidamente en el partido que representaba la posibilidad real de un México justo. En sus siglas definió un proyecto de revolución democrática, en el que "revolución" implicaba una vuelta de tuerca, un cambio de fondo ante las consecuencias sociales de la política económica, que paso a paso dejaba atrás conceptos como nacionalismo, soberanía y justicia. 

En 1997 era la primera fuerza de oposición. El triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital y la instalación del primer Congreso sin mayoría del PRI anticipaban lo que podría suceder el 2 de julio de 2000: la victoria de un proyecto moderno de izquierda. Pero el PRD perdió el rumbo. Los ideales políticos, el compromiso con la democracia y sus métodos, se fueron desvaneciendo entre las pugnas internas y la división en grupos que parecen sólo ambicionar poder. En el congreso previo a las elecciones del 2000, salió a la luz la gravedad de su crisis al no poder realizar unas elecciones internas por la vía democrática. Una de las consecuencias fue el vacío de oferta electoral que, no obstante la sólida congruencia de su candidato a la Presidencia de la República, nunca pudieron llenar. 

Tras la derrota del 2 de julio y al paso del sexto Congreso Nacional, el PRD no parece corregir el rumbo. Acabamos de ver un partido desorganizado, carente de fuerza institucional, inmóvil e inmerso en un círculo vicioso del cual no quiere liberarse. 

El país requiere de un partido de izquierda fuerte y sólido, capaz de volver a generar confianza y esperanza en la población; un partido con la imaginación sociológica suficiente para -fortalecido- adecuar su estructura, lenguaje y organización -lo que no significa abandonar sus principios- a los nuevos tiempos mexicanos, en que influyentes y poderosos grupos conservadores ganan terreno día con día. Precisamente el PRD necesita fortalecer los principios que lo originaron, ya que la mayoría de ellos -igualdad, justicia, equidad, educación laica y gratuita, seguridad, soberanía- permanecen vigentes, quizá mucho más ahora que en tiempos pasados. 

El PRD tiene la oportunidad de reencontrarse con la sociedad, de tapar ese hueco en el imaginario de millones de mexicanos que creen en otro proyecto de nación. Pero el partido parece mirar demasiado hacia adentro de sí mismo, mientras la realidad nacional está afuera de sus filas. En lugar de grillas y descalificaciones vanas, los perredistas deberían regresar la mirada a la sociedad, que les demanda con urgencia un proyecto. 

El PRD nació como un partido con ideales políticos firmes, comprometido con la democracia y la justicia social. Ojalá que en las reformas modernizadoras que quieren impulsar no se olviden del origen que le dio vida a este partido. 

  
 

 

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