29 Ť ABRIL Ť 2001 Ť POLITICA

Marcos Roitman Rosenmann

Monarquía y república, Ƒdónde los derechos humanos?

Existen fundadas sospechas para pensar que no todo régimen político posee por sí mismo un valor intrínseco en el que su definición coincida con el respeto a los derechos humanos, las libertades públicas y privadas, sociales e individuales, y menos aún los valores democráticos.

En esta ocasión quiero llamar la atención hacia algunas presentaciones paradójicas, es decir, formuladas de manera esquizofrénica. Hagas lo que hagas, lo harás mal. En definitiva, problemas sin solución que se disuelven en el conformismo social propio de una sociedad de consumidores. Se trata de hacer vivir a los humanos un mundo inhumano; pero el único posible de ser vivido. Hay que rebajar las demandas y limitar la felicidad al mercado. Freud tenía claro que esta situación producía un adormecimiento de la conciencia y una disminución de la capacidad para enfrentarse a la realidad y transformarla. Bajo acciones deliberadas, o bien inducidas químicamente, se puede abstraer de la realidad y vivir una vida feliz no lejos de la propuesta de Huxley.

Hoy, cuando hablamos de monarquía no consideramos que ello implica el mantenimiento de un orden aristocrático, caduco y lleno de violaciones a los derechos humanos respecto al resto de súbditos, aunque llamados ciudadanos para disimular. Las distancias son grandes. Monarquía y Estado federal no son compatibles. Es más, en algunos casos el hijo varón tiene el control en la sucesión; España sin ir más lejos. Pocos llaman la atención a este hecho por temor a represalias. Hablar en contra de la monarquía es enfrentarse a una sociedad cortesana.

Si Norber Elias tiene razón en su estudio La sociedad cortesana, y juzgo que sí, todavía condes, duques, duquesas y otros nobles para tener los favores del rey y luego venderlos a la sociedad civil, cubriendo sus desfalcos, sus corrupciones o justificándolas. Tal vez ya no le limpien sus defecaciones o los desvistan para dormir, a fin de demostrar su cercanía al poder regio. Nadie vota por un rey, pero hay democracia. Nadie elige y concede los títulos nobiliarios, se heredan "democráticamente". Europa occidental está plagada de monarquías y otras intentan restaurarse en los países de Europa oriental. La monarquía es más bien un orden escasamente democrático. Algunos dirán que se han modernizado, incluso que no hacen daño a nadie y son simples recuerdos de un pasado. Lo malo es que deciden y constituyen espacios de poder no democráticos desde donde se reproducen in eternum. También en Gran Bretaña la monarquía no cumple los requisitos de un orden democrático. Pero la flema británica soslaya los problemas de soltar a un tirano como Pinochet, acusado de violación de los derechos humanos, genocidio y terrorismo. Amén de su política colonial todavía existente. Otro ejemplo es la monarquía en Bélgica, cuyo rey abdica por 24 horas para no firmar la ley del aborto aprobada por sus ciudadanos. Luego retoma su trono y mando.

La república y los principios republicanos, ciertamente libertarios y democráticos, no siempre acompañan su desarrollo. Pueden existir repúblicas, en su denominación y mantener tiranías, donde la democracia y los derechos humanos tampoco formen parte de sus conductas habituales. Sin embargo, como hay elecciones y se permite una alternancia en el poder o pluripartidismos se cree garantía suficiente para asimilar república con democracia. Sin embargo, Estados Unidos es un ejemplo de lo contrario. País con pena de muerte en algunos estados de la Unión Americana, donde la discriminación racial sigue existiendo, a pesar de las múltiples declamaciones de igualdad formal. Es cierto, además, que es manifiestamente pacífico, nunca ha violado el derecho internacional de soberanía y autodeterminación de otros pueblos. Elige sus presidentes, senadores y diputados, todo ello dentro del más estricto respeto a la concepción de un hombre un voto, por esta razón, en las últimas elecciones presidenciales el actual mandatario obtuvo menos votos que el perdedor. Por suerte, y gracias a Dios, un hombre un voto. La legitimidad democrática fue violada y con ellos los principios básicos de la representación proporcional de mayorías y minorías, dizque el principio regulador de la democracia representativa. Claro, no es lo mismo un voto de un blanco, que de un negro, que de un chicano o un puertorriqueño. Hasta ahí podemos llegar.

Sigamos adelante. Hoy, por motivos humanitarios, las grandes potencias europeas fabrican armamentos sofisticados de última generación. Inteligentes, ellos sólo matan a los malos. La fuerza les acompaña, no precisamente la inteligencia. La Guerra de las galaxias está para ser un buen negocio de defensa de los derechos humanos. Las armas se pueden vender en el mercado negro. Se puede comerciar con transparencia creando escenarios de guerra con enemigos estratégicos. Los otros, por ejemplo, el pueblo palestino no tiene derechos y si los tuviese, sus dirigentes tiranos y represivos los llevan a la muerte. Evitar su suicidio es lo que hacen las potencias aliadas y defensoras del Estado de Israel. Israel no viola derechos humanos, mata terroristas y ello está permitido, sólo hay que respetar la Convención de Ginebra sobre a quiénes se puede matar y quiénes están eximidos de ello. La guerra está reglada y reglamentada. Si se cumplen sus principios, los muertos son legales y legítimos. Israel no mata, se defiende. Tiene un gobierno democrático, no viola los derechos humanos. Los judíos merecen paz, fueron víctimas del holocausto y ello impide cualquier crítica. En ese proceso murieron sólo judíos, el resto pasó desapercibido. Los palestinos no tienen derecho a su tierra ni a defender su dignidad.

Sigamos. Países europeos, democráticos y valedores de los derechos humanos aplican leyes de extranjería, donde se discrimina como en los tiempos de la Roma imperial de Nerón a extranjeros y trashumantes, Ƒemigrantes? No todos son iguales, los ciudadanos son sólo aquellos que poseen bienes, trabajan y tienen un domicilio habitual; el resto no posee ningún derecho social y político, son escoria, carne de cañón para trabajos peligrosos, mal pagados o simplemente trabajo basura. El libro Cabeza de turco, que relata la situación de los turcos ilegales y legales en Alemania, impactó por su crudeza; hoy se puede extender a la situación vivida por los emigrantes del Tercer Mundo en cualquier país de la Unión Europea.

Con esta explotación los países ricos se vuelven más ricos, perdón, sus ricos se vuelven más ricos y sus pueblos más racistas y pobres democráticamente, pero no se violan los derechos humanos y se vive en democracia. Imperfecta, pero democracia al fin y al cabo. Ahora se anuncia el despido democrático de miles de trabajadores en empresas europeas, japonesas y estadunidenses, producto de la crisis del sector tecnológico y de comunicaciones, pero eso también forma parte de la defensa de los derechos humanos.

En Madrid, un conjunto de trabajadores de SINTEL, empresa del grupo telefónico, lleva sin cobrar sus sueldos diez meses. Acampados en plena Castellana, uno de su trabajadores muere víctima de un ataque al corazón y otros sufren las consecuencias directas de no poder pagar el colegio de los hijos, las mensualidades de los alquileres o las letras de las hipotecas; viven en continua incertidumbre. La Constitución les garantiza el derecho al trabajo, la libertad de expresión, de asociación, de reunión y a una vida digna. Sólo pueden ejercer sus derechos mientras no sean un problema, y de éstos sólo los más laxos. El resto se puede violar y no respetar. La vida digna no tiene lugar y no hay democracia posible ni respeto de los derechos humanos. El gobierno del partido popular de Aznar vendió SINTEL al grupo cubano de Miami, y ellos se dieron a la tarea de desfalcar la empresa. Tal vez estos criterios no sirvan para dar ejemplo de democracia o de defensa de derechos humanos. Sin embargo, si se reclaman los derechos de una vida digna, como son la salud, el trabajo y la educación, la respuesta puede ser contundente: šƑqué acaso queremos vivir como en Cuba?!