domingo Ť 29 Ť abril Ť 2001

José Agustín Ortiz Pinchetti

Ciudad capital: delegaciones o municipios

Quizás el punto más débil del armazón institucional del DF (de por sí pleno de contrahechuras) es el "diseño" de las delegaciones. Después de un complicado proceso de reformas se estableció la elección de "jefes delegacionales", que se cumplió por primera vez en el año 2000, en que se eligió a 16 delegados, 10 del PRD y seis del PAN. A pesar de los esfuerzos de aquellos que impulsaron la reforma, no se dio un desarrollo completo a los órganos delegacionales. Es decir, se mantuvieron normas heredadas de la regencia que garantizan el control del gobierno central y se crearon otras para estimular cierta autonomía, grave contradicción. Resulta difícil la distribución de competencias y complicadas y peligrosas las disposiciones que garantizan la jerarquización.

Hace poco Eduardo Escobedo, del PRI, sintetizaba el problema diciendo que había que decidir cuánta autonomía, coordinación y control habría que otorgar. Yo creo que habría que pensar en tanta autonomía como sea posible, tanta coordinación como sea necesaria y tanta dependencia del órgano central como sea indispensable. Las delegaciones del DF son, por su composición y por su integración en una zona densamente conurbada, muy distintas de los municipios clásicos. Pero también es cierto que el territorio del Distrito Federal deberá estar dividido en demarcaciones como base de su organización política y que éstas deberán gozar de autonomía y patrimonio propios.

También es cierto que tendrán que estar integradas en una política común. En normas que garanticen una función espacial estratégica, es decir coordinadas entre sí y con el gobierno central.

Simultáneamente deberá desarrollarse una gran creatividad jurídica y política para crear un régimen megalopolitano. Los estados circunvecinos resisten la creación de autoridades supremas que pudieran fácilmente estar influenciadas y determinadas por el gobierno capitalino. Pero la verdad necesitarán coordinarse cada vez más eficazmente entre sí si quieren resolver problemas comunes como la captación y desecho de aguas, el manejo de basura, la seguridad pública, la construcción de vialidades y otros muchos. El problema es sobre todo político. Una legislación "dura" sería contradicha sistemáticamente, e iría en contra de los principios federales y de los intereses políticos de cada entidad.

Un problema no menor está en la organización interna de las demarcaciones político-administrativas que van a sustituir a las delegaciones. Muchos especialistas se inclinan a pensar que su gobierno esté dotado de un cabildo constituido por un alcalde y un número de concejales de acuerdo con el tamaño de población de la demarcación. ƑPero cómo elegirlos? El alcalde de la demarcación podría ser el candidato que encabezara la planilla que obtenga la mayoría de votos, pero el cabildo se integraría con representación proporcional con la regla del cociente natural y el resto mayor, "según opinión extendida".

Por lo que toca a la duración de los alcaldes y concejales algunos opinan que lo más sensato sería seis años sin posibilidad de reelección o de tres años con la posibilidad de reelección para dar continuidad y permitir que el electorado ratifique su voluntad de ser gobernado por el mismo cabildo. Otros expertos opinan que debería preservarse el término actual.

Será forzoso revisar la definición de los límites de las demarcaciones. Este debería ser fijado en términos de unidad distrital de geografía urbana y respetando las características de los viejos enclaves de la ciudad. La reforma de 1973 respondió más bien a los criterios de control político y se dividió a la capital como si fuera una vaca. El rescate de los núcleos "espontáneos" podría ayudar a la tarea. Jaime González Graff propone que se emplee el mismo esquema que para los distritos electorales de 500 mil habitantes. Un obstáculo no menor está en el costo financiero para el establecimiento de nuevas demarcaciones, sus cabeceras, unidades político-administrativas e instalaciones.

Quedaría un asunto muy importante que definir, la relación entre el gobierno central y las demarcaciones. Las reglas que establezcan el grado de autoridad y responsabilidad del gobierno central deben ser sólidas. Es indispensable una "orquestación" con mano firme. Una estrategia común para garantizar la gobernabilidad y el desarrollo de la capital y por supuesto la seguridad de sus habitantes. Sin un liderazgo muy poderoso del gobernador o jefe de gobierno esto sería imposible. Las demarcaciones totalmente conurbadas como son las del Distrito Federal no pueden tener el mismo grado de autonomía de los municipios promedio de los estados federados. El gobernador debe tener alguna atribución además para la resolución de los diferendos y la falta de acuerdos entre los munícipes -señala González Graff-. "No hacerlo así equivale a repetir el desastre de la conurbación entre el Distrito Federal con el estado de México".

Como puede verse, menuda tarea espera a los reformadores del DF. Después de definir cómo dejar atrás las delegaciones y qué características del régimen municipal tendrán que asumir las demarcaciones, se enfrentarán con el reto de crear nuevas respuestas a los problemas de coordinación y conurbación hacia adentro y hacia fuera de la megalópolis.

[email protected]