"CONTAR
HASTA EL DIECINUEVE"
Tomado del Semanario
de San Gordiano
Es bueno que don Carlos Abascal
haya venido a poner las cosas en claro y, ayudado por algunos diputados
que los tienen en su sitio, a dejar con un palmo de narices a las feministas
("feminazis", les dijo uno de los ingeniosos diputados panistas que por
las ramas no se andan). Este Semanario se puso a recordar bonitas
recitaciones escolares que, gracias a su belleza formal y a su sano contenido,
brindaban a las niñas y jovencitas una serie de buenos consejos,
les señalaban los límites hasta donde les permitirían
llegar la decencia y las buenas costumbres, y las hacían conscientes
de su papel en la vida doméstica y, eventualmente, en algunos trabajos,
aunque el ideal sería que se limitaran a cuidar el hogar, educar
a los niños en la única y santa religión y asegurar
un reposo cálido y decente para el guerrero. (Cuidado con los excesos
carnales que, aun dentro del matrimonio, relajan la moral, favorecen la
molicie y pueden distraer a la pareja de sus deberes religiosos. Ya lo
decía el padre Mendieta y Lelo de Larrea: "Un sábado de excesos
carnales se refleja en una misa escuchada con indevoción y en una
comunión mecánica y distraída.") Esto, es claro, resulta
especialmente peligroso para las mujeres, más débiles que
los hombres y, a veces, tan distraídas y tontas, que ni saben a
quién tienen encima.
Respecto a los trabajos femeninos fuera
de las casas familiares, en las fiestas de fin de cursos de los colegios
monacales se advertía a las muchachas que "el mar del mundo está
de espinas lleno" y en una recitación edificante las niñas
decían hasta dónde era conveniente que llegaran sus esfuerzos:
"Sé rezar el Padre Nuestro, cantar el Ave María, contar hasta
el diecinueve y dar guerra todo el día. Sabiendo tantas materias
muñeca yo había de ser. Antes todos deben creer que soy la
mujer perfecta." Con esas nociones se construye un mundo de decencia y
de verdad, pues todos sabemos que las capacidades intelectuales de la mujer
son reducidas. Algunas han intentado rebasar esos límites y los
resultados han sido terribles, pues se han convertido en marimachas, viragos,
promiscuas y, en el menos peor de los casos, pedantes y marisabidillas.
Si no hay más remedio y tienen
que entrar en la vida laboral, presionadas por los apuros económicos,
conviene analizar con cuidado los campos en los que sus almas puedan transitar
sin peligro para su delicada condición femenina. En el caso de las
chicas pudientes que van a las universidades privadas gestionadas por clérigos
o monjas, el riesgo es menor, pues los estudios van dirigidos a mejorar,
en la medida de lo posible, sus coeficientes intelectuales y a prepararlas
para la vida del hogar y la educación de su (esperamos que así
sea) numerosa prole. Doña Encarnación de la Concha y Turrubiates,
jocosa dirigente de la Acción Femenina, calificaba a esos estudios
como los "MMC" (mientras me caso). Además, aunque esto presenta
sus peligros, pues el viejo refrán nos advierte: "entre santa y
santo pared de cal y canto", varias universidades ya son mixtas y, como
los chicos y las chicas pertenecen a las familias de orden y respeto y
la revoltura aún no es demasiado notoria (claro que en algunas de
ellas se han colado nuevos ricos, pero qué le vamos a hacer; la
revolución trajo, a pesar de todo, una movilidad social muy desagradable.
Nos consuela saber que son gentes pudientes y, por lo mismo, "prietos polveados".
Esto significa que comulgan con nuestras ideas y tienen el plan de casar
a sus hijitas de color con los vástagos de la aristocracia. Así,
mejorarán la raza y los buenos modales), se establecerán
castos noviazgos (sobre esto hemos oído cosas alarmantes de la Ibero
y el Iteso jesuitas y de la Miguel Agustín Pro tenían que
ser en relación con el aumento de la promiscuidad y de las burlas
sobre los temas centrales de nuestra cultura: castidad, no al condón,
no al aborto, no a las desviaciones, no al vicio solitario, no a los malos
pensamientos, no a los tocamientos impuros, cuidado con el beso de ese
orificio se pasa a los otros en menos que canta un gallo, decía
doña Soledad Pinto de la Macorra, cuidado con el baile de abrazo
que es la antesala de los repegones...) que culminarán en el altar
y en la formación de una nueva familia cristiana. Respecto al beso,
hay otra recitación muy aleccionadora: "Porque es el beso a la corola
blanca de las flores más puras de la vida, la hoja primera que al
pudor se arranca."
El padre Mendieta y Lelo de Larrea nos
entregó una lista hecha por el Obispo Huemantzin López Gutiérrez
(a pesar del nombre y los apelliditos es una persona sabia y digna de tomarse
en cuenta). En ella aparecen las profesiones que presentan menos peligro
para la salud espiritual de las jovencitas (en lo que se refiere a la salud
física el peligro será para los pacientes y clientes, pues
ya sabemos lo torpes, despistados y atarantados que son esos encantadores
siempre que no se salgan de su lugar seres femeninos). He aquí
la lista:
a) Medicina: ginecología, pediatría,
odontología, otorrinolaringología, vías respiratorias
y, con graves reservas, gastroenterología. Cuidado, mucho cuidado,
pues puede pasar lo que le aconteció a una jovencita de Cuévano,
que se dedicó a la proctología. Me callo por órdenes
de la decencia.
b) Psicología: nada más
para niños y otras señoras. Figúrense lo que tendrían
que oír si analizaran hombres. Olvídense de Freud y de los
pansexualistas.
c) Contabilidad y Administración
de Empresas: todo, pero de preferencia en los negocios familiares o de
familias conocidas.
d) No se recomienda la antropología
(ya ven dónde se alojaron los zapatistas). La arqueología
sí, pero cuidado con los campamentos.
e)Ciencias Químicas: todo, pero
cuidadito con los análisis clínicos.
f) Arquitectura: con graves reservas debido
al inevitable contacto con albañiles y maestros de obras, que tienen
un lenguaje lamentable y son muy llevaditos. Ingeniería: ni pensarlo.
g) Filosofía y Letras: casi todo,
pero respetando el índice de la Iglesia. Esto limita el repertorio
de obras, pero salva a las almas femeninas.
Estos son algunos pequeños ejemplos
de los sabios consejos del obispo Huemantzin López Gutiérrez.
Sabemos que en su Diócesis, las estudiantes universitarias deben
asistir todos los sábados a unas pláticas dictadas por el
Sr. Lic. don Pantaleón Navarro y de Anda. En ellas se refuerzan
las amarras de la fe y se identifican los peligros de la educación
superior. Tienen que ir a estas pláticas no sólo las inscritas
en las pavorosas universidades públicas, sino también las
que van a algunas universidades privadas poco confiables. Sólo están
exentas las alumnas de los legionarios y las del Opus Dei.
Las jovencitas tienen que ser especialmente
cuidadosas en este mundo moderno lleno de malos ejemplos y de poderosas
tentaciones. Don Carlos Abascal así lo sabe y, sin la menor duda,
seguirá recordándonos constantemente la urgencia de tomar
medidas para evitar el derrumbe moral de la frágil e insensata mujer.
¡Ay, los buenos tiempos ya pasaron!, así se lamenta el Lic.
Navarro y de Anda, y vienen tiempos peores, decimos nosotros. Todo es pecado,
las mujeres se bañan desnudas y se toquetean por todos lados (antes
se usaban unos fuertes camisones que evitaban el contacto de las manos
con las carnes concupiscentes), las revistas están llenas de desnudos,
hay un aumento de besuqueos y sus consecuencias lógicas. Tenemos
que proteger a las mujeres, tanto de los demás como de sí
mismas, pues sus reducidos cerebros no les permiten orientar sus vidas.
No en balde Dios hizo a los hombres fuertes y audaces y a ellas dulces
y tontuelas. Así lo pensaban también don Salvador Díaz
Mirón y don Melchor Ocampo que todo lo hizo mal, menos una epístola
que está bastante bien.
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