La
Jornada Semanal, 29 de abril del 2001
Descubrí a Marco Tulio Aguilera Garramuño a mediados de los ochenta, cuando trataba de ponerme al día en las novedades de la narrativa mexicana, después de terminar la carrera de letras. Como los reseñistas empleaban las revistas y suplementos para hacer relaciones públicas, la única manera de cernir el trigo era leer a cerca de cuarenta autores que habían publicado regularmente en los últimos años. Fue una experiencia muy aleccionadora, pues me di cuenta de que el medio literario había caído en una autocomplacencia patética. Por fortuna, en medio de la bazofia encontré un diamante: los Cuentos para después de hacer el amor de Aguilera Garramuño, un extraordinario libro de relatos que va por la octava edición, y sin embargo ha tenido en México muy pocos comentadores. Me sorprendió, sobre todo, el ritmo y la desenvoltura de su prosa, una prosa pulida y trabajada al extremo de no parecerlo, que daba una sensación de naturalidad sin caer en el registro magnetofónico del habla coloquial. Junto a él, la mayoría de los autores que acababa de leer parecían dislálicos. Devoré entonces las dos novelas que Aguilera Garramuño había publicado en México: Paraísos hostiles y Mujeres amadas, y descubrí que el conjunto de su obra era una autobiografía picaresca. Pero más que un reflejo mimético de la realidad, la narrativa de Aguilera Garramuño es un recuento imaginario de experiencias vividas o soñadas, en que el autor utiliza distintos disfraces y máscaras para cumplir el anhelo borgiano de ser al mismo tiempo el mismo y otro. En Los juegos de la imaginación, como en el resto de la obra de Aguilera Garramuño, el protagonista de casi todas las narraciones es un escritor o profesor universitario, sentimental y erotómano a la vez, con un sentido del humor demasiado feroz para tomarse en serio como seductor. El único personaje que se aparta de este modelo es el protagonista de El llamado de la bestia, un mojigato con el instinto atrofiado por las lecturas piadosas, que después de varios años de matrimonio descubre los órganos sexuales femeninos en un burlesque, cuando la vedette Norma Lee complace a la multitud excitada que le pide oso. En el díptico formado por La mulata de La Habana y El masajiyo bayamés, el protagonista no es exactamente un intelectual, sino un burócrata de medio pelo que se hace pasar por alto funcionario de una editorial universitaria para ser invitado a un encuentro de escritores en Cuba, donde lo acosa sexualmente una multitud de literatas dispuestas a acostarse con cualquier que pueda sacarlas de la isla, o cuando menos publicarlas en el extranjero. Los demás cuentos del libro son variaciones sobre un tema que parece obsesionar al autor: la dificultad de conciliar la búsqueda de placer con la búsqueda de estabilidad. Para los personajes de Aguilera Garramuño la satisfacción sexual es inconcebible sin entrega amorosa. No se trata, pues, de libertinos sin escrúpulos, sino de hombres y mujeres comprometidos con sus parejas que no pueden sucumbir impunemente a la fuerza del deseo. Su conflicto es el de toda una generación educada en una cultura hedonista y libertaria que al llegar a la madurez debe preguntarse cuánto está dispuesta a sacrificar en aras de la plenitud erótica. Cada cuento propone una alternativa distinta para resolver este dilema (o para complicarlo más), ya sea el erotismo virtual de Aquiles, protagonista de La noche de Aquiles y Virgen, resignado a ver películas porno para escapar del tedio conyugal, o la verbalización de la cópula en el cuento que da título al libro, donde se narra el encuentro de un escritor maduro y una joven investigadora en un congreso literario de una universidad norteamericana, donde ambos ponen en práctica sus estrategias de seducción, coquetean con la posibilidad de hacer el amor y sin embargo, por fidelidad a sus respectivos cónyuges, cuando llegan a la alcoba prefieren hablar de sus fantasías sexuales en lugar de cumplirlas. A mi juicio, este cuento es el más logrado del libro, y el más complejo estructuralmente, pues hay una correspondencia de fondo y forma entre la reticencia de los personajes a cometer una infidelidad y la imprecisión de la voz narrativa (nunca se sabe si narra el cuento la mujer, el hombre o un tercero en discordia) que describe la aventura imaginaria como una ficción dentro de la ficción. El erotismo sublimado que aceptan con estoica renunciación algunos personajes del libro quizá pueda resultar decepcionante para un aficionado a las orgías literarias y, de hecho, el propio Aguilera Garramuño reproduce en La historia de Sally Random, la crítica de un reseñista jalapeño que lo llama fundador del erotismo mandilón. Sin tomar partido por la fidelidad o la infidelidad conyugal, me parece que en el fondo de esta polémica hay un desacuerdo sobre la función de la literatura erótica. El reseñista piensa que un cuento erótico vale en la medida en que transgrede todas las reglas morales y sociales, mientras Aguilera Garramuño cree que la literatura erótica se enriquece al explorar la tensión entre el impulso transgresor del deseo y los límites que el amor le impone. Si juzgamos el potencial literario de ambas posturas, creo que Aguilera Garramuño ha encontrado una veta fértil: probablemente sea más difícil explorar con humor los conflictos de la honrada lujuria que describir el desenfreno sexual con una actitud provocadora y cínica. La generación X ha popularizado el estereotipo del chavo nihilista y promiscuo, que a los veinte años ya viene de regreso de todo. Si en otras épocas los autores de literatura piadosa se presentaba ante sus lectores como un espejo de virtudes, ahora es más redituable adoptar la falsa personalidad de un obseso sexual con el alma vacía. Cuando leo novelas juveniles en las que los protagonistas practican el sadomasoquismo, se acuestan por dinero o cometen incesto sin ninguna consecuencia emocional, pienso en la madre de familia de Vidas cruzadas (la película de Robert Altman basada en los cuentos de Raymond Carver) que atiende al cliente de una hot line mientras da el biberón a su hija. Muchos escritores fascinados por la crudeza del realismo sucio han caído en la misma impostura, escamoteando la verdad literaria es decir, el biberón en favor de un estridentismo indolente. Pero si bien Aguilera Garramuño
se sitúa a contrapelo de esta tendencia, sus cuentos eróticos
contienen la suficiente dosis de subversión para incomodar por igual
a los impostores del libertinaje y a los impostores de la decencia. Así
ocurre, por ejemplo, en Sueños de buen cristiano, la historia
de un marido ejemplar y devoto que emplea las artimañas más
sucias para seducir a una sirvienta de trece años. Aunque la conducta
del personaje sea condenable desde diversos ángulos ideológicos
(católico, feminista, marxista), el autor no sólo se abstiene
de juzgar a su personaje, sino que procura entenderlo y hacernos simpatizar
con él, contraviniendo todos los mandamientos de la corrección
política. Ser sincero es ser potente, dijo Rubén Darío.
Se refería, por supuesto, al poder expresivo, no a la potencia sexual.
Tal vez la sinceridad de Aguilera Garramuño sea un artificio literario,
pero se trata de un artificio hábilmente escondido en el subtexto
de sus narraciones. Cualquiera puede tutearse con sus posibles lectores;
lo difícil es que ellos acepten ese abuso de confianza sin abandonar
la lectura. Aguilera Garramuño lo consigue con admirable maestría
y por ello sus Juegos de la imaginación son un placer literario
de primer orden
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LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION antología Hipnerotomaquia, Editorial Aldus, México, 2001, 226 pp. Mujeres poetas en el país de las nubes. Antología, selección de Emilio Fuego y Leticia Luna, Ediciones La Cuadrilla de la Langosta/Centro de Estudios de Cultura Mixteca, A.C., México, 2000, 156 pp. antropología Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México, Johanna Broda y Féliz Báez-Jorge (coordinadores), Col. Biblioteca mexicana, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Fondo de Cultura Económica, México, 2001, 539 pp. artes plásticas Rufino Tamayo. Aproximaciones, Ingrid Suckaer, Col. El Horcón, Editorial Praxis, México, 2000, 492 pp. cine Doctor Zhivago, David Lean, estudio crítico de Ramón Moreno Cantero, Col. Paidós películas, Ediciones Paidós, Barcelona, España, 2000, 172 pp. ensayo (histórico) Apología para la historia o el oficio de historiador, edición anotada por Étienne Bloch, Marc Bloch, traducción de María Jiménez y Danielle Zaslavsky, traducción del prefacio de María Antonia Neira B., Sección de Obras de historia, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, 181 pp. ensayo (literario) Las voces del espejo. Reflexiones literarias jaliscienses del siglo XIX, estudio preliminar, selección y notas de Carlos Guzmán Moncada, Col. De artes y de letras, El Colegio de Jalisco, México, 2000, 307 pp. Los hijos del desastre.
Migrantes, pachucos y chicanos en la literatura mexicana, Javier Perucho
(compilador) Conaculta/Fonca, México, 2000, 314 pp.
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ensayo (político)
El pensamiento del EZLN, Iván Molina, Plaza y Valdés Editores, México, 2000, 414 pp. La reforma política del Distrito Federal, Oziel Serrano Salazar, Centro de Asesoría Multidisciplinaria/Plaza y Valdés Editores, México, 2001, 309 pp. ensayo (sociológico) Entre la magia y la historia, José Manuel Valenzuela (coordinador), Col. México-Norte, El Colegio de la Frontera Norte/Plaza y Valdés Editores, México, 372 pp. narrativa Bares vacíos, Martín Cristal, Editorial Colibrí, México, 2001, 282 pp. Cándido Habanero, Jorge Ángel Pérez, Editorial Colibrí, México, 2001, 209 pp. El arma en el hombre, Horacio Castellanos Mora, Col. Andanzas, Tusquets Editores, México, 2001, 132 pp. El otoño siempre hiere, Raúl Guerra Garrido, Col. Modernos y clásicos de Muchnik Editores, Muchnik Editores, Barcelona, España, 2000, 257 pp. Paraíso clausurado, Pedro Ángel Palou, Col. Modernos y clásicos de Muchnik Editores, Muchnik Editores, Barcelona, España, 2000, 293 pp. La caída y la noche, Vladimiro Rivas Iturralde, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Verdehalago, México, 2000, 63 pp. poesía Cuerpos poemármoles, Mario Islasáinz, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial La Tinta del Alcatraz, México, 2000, 70 pp. Jaula de versos, presentación de Efrén Rodríguez, Col. ¿Águila o Centella?, Nerfe Ediciones, 69 pp. Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el Nican mopohua, introducción y traducción de Miguel León-Portilla, Sección de Obras de antropología, El Colegio Nacional/Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 202 pp. revistas Textos, núm. 3, octubre-diciembre de 2000, textos de Mónica Lavín, Natalia Toledo, Lorena Fuentes Momberg, entre otros, Suntuas Académicos, México, 148 pp.
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