JUEVES Ť 3 Ť MAYO Ť 2001

REPORTAJE

El 25 de julio de 1951, la inauguración oficial

Hace 50 años se aprobó crear la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

Pionera del estudio de las ciencias sociales modernas en México, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM cumple este año medio siglo de existencia, después de haber tenido momentos brillantes, de conflicto y de crisis. Ha sido espacio de reflexión sobre los problemas de México y del mundo, y en sus aulas se han formado gobernadores, senadores, diputados, diplomáticos, administradores, sociólogos, investigadores, periodistas y destacados académicos.

En la década de los 70 se convirtió además en la segunda casa de decenas de exiliados de América Latina, quienes llegaron al país huyendo de las dictaduras militares que se impusieron en países como Chile, Argentina y Brasil, que persiguieron sobre todo a profesores y estudiantes de universidades donde se desarrollaba el pensamiento crítico.

A partir de esa época, sus salones también debieron multiplicarse. En sus inicios, la matrícula era de 120 alumnos, y para 1984 llegaba casi a 5 mil. En ese año, la facultad terminó por mudarse del edificio cercano a Economía, recordado aún como "la escuelita", al actual, ubicado en la zona cultural, que ya fue desbordado por sus 6 mil 882 estudiantes y mil 134 profesores.

Hoy se conmemoran 50 años de aquella sesión del Consejo Universitario que aprobó la creación de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, en una etapa de prosperidad económica y de expansión de la educación en México, en la que el estudio de las ciencias sociales, tal como se concibe ahora, era una novedad.

Uno de sus impulsores más notables fue el director del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, el abogado y sociólogo Lucio Mendieta y Núñez, quien elaboró el plan de estudios inspirado en instituciones similares de Francia, Inglaterra y Bélgica. Su proyecto académico era tan novedoso que inclusive despertó "celos gremiales", recuerda Pablo González Casanova, autor de La Democracia en México y tercer director de la escuela.

Por ese motivo, su aprobación tardó casi dos años. La Escuela de Economía y las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras manifestaron cierta oposición, porque consideraban que la nueva escuela invadía sus espacios con las carreras que finalmente se aprobaron: licenciaturas en Ciencias Sociales, Ciencias Políticas, Ciencias Diplomáticas y en Periodismo, y diplomado en Carrera Consular.

Las primeras cuatro generaciones

Las diferencias quedaron atrás, y el 25 de julio de 1951 fue la inauguración oficial. "El primer edificio estaba en la calle de Miguel Shultz; había sido una casa de huéspedes o una casa de recreo. Ahí nos juntamos las primeras cuatro generaciones; de esa época son Augusto Gómez Villanueva, diputado y ex secretario de la Reforma Agraria; Mario Ojeda, quien representó a México en la ONU, y varios compañeros miembros del Instituto de Investigaciones Sociales", comenta Elena Jeanetti, una de las profesoras decanas de la facultad y precursora de la enseñanza de la administración pública en México.

Por esos años, en la escuela predominaba mucho la influencia de la entonces Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, explica González Casanova. Los primeros dos directores, Ernesto Enríquez Coyro y Raúl Carrancá y Trujillo eran abogados, y los profesores, en su mayoría, provenían del campo del derecho, aunque ya se notaba la presencia de antropólogos, historiadores, internacionalistas y sicoanalistas, refiere Sergio Colmenero, autor del libro Historia, presencia y conciencia, que reconstruye la historia de la facultad de 1951 a 1991.

Catedráticos notables de esa época fueron Arturo Arnaiz, Carlos Bosch, Rafael Corrales Ayala, Raúl Cardiel Reyes, Horacio Labastida, Juan Pérez Abreu, José López gonzalez-casanova Portillo y Hugo Rangel Couto.

Llegó el momento en que la casa de Miguel Shultz no tenía salones suficientes para albergar a los 300 estudiantes que para entonces estaban matriculados, y en 1954 la escuela se trasladó a la antigua casa de Los Mascarones, construida en 1562 en Ribera de San Cosme número 71. Fue en esas instalaciones donde un año después apareció el primer número de la Revista de Ciencias Políticas y Sociales.

En marzo de 1957, la llegada de González Casanova le dio un perfil distinto a la escuela, más cercano a la sociología que al derecho. "Mi primera preocupación fue enriquecerla con académicos que tuvieran conocimientos cercanos a las ciencias sociales y que venían de la antropología, de la historia contemporánea, de las ciencias políticas". En la búsqueda de identidad, la facultad modificó por primera vez su planes de estudio que tenían una influencia notoria de las perspectivas jurídicas de las ciencias sociales.

El otro episodio que los estudiantes de aquellos años recuerdan con emoción fue la construcción de la nueva sede en Ciudad Universitaria. "Recorrer la universidad cuando se iba construyendo era visita obligada para todo el que se sintiera universitario de verdad, y tomar los cursos dentro del campus ya era lo máximo que podía uno recibir como identificación", explica la profesora Jeanetti.

La nueva sede fue inaugurada el 5 de febrero de 1959. Ante el presidente Adolfo López Mateos y el rector Nabor Carrillo, el dirigente de la Sociedad de Alumnos, Guillermo Morfín, pronunció un discurso fuerte. "Los campesinos sin tierra, los obreros si flores_olea1 ndicados que sorportan líderes corrompidos y todos aquellos que tienen bajos salarios, reclaman que la revolución no transe", dijo.

Esos ocho años transcurren entre el final de los sexenios ruizcortinista, de López Mateos y un año del de Díaz Ordaz. Fueron los días de la guerra de Corea, de la revolución cubana, de los movimientos ferrocarrilero, magisterial, de telegrafistas y del asesinato de luchadores sociales.

Los alumnos también tenían deseos de participación política. A diferencia de otras facultades y escuelas que se organizaban en planillas, en Ciencias Políticas había partidos estudiantiles que luchaban por dirigir la Asociación de Alumnos y el Consejo General de Representantes.

Gerardo Estrada -alumno en esa época y ex director del Instituto Nacional de Bellas Artes- recuerda que en 1964, cuando ingresó a la escuela, existían el Partido Estudiantil Socialista, donde militaban los miembros o simpatizantes del Partido Comunista y aquellos que tenían afinidad con la socialdemocracia europea; el Partido Unidad Estudiantil, que luego daría lugar al PRE, Partido Revolucionario Estudiantil, que aglutinaba a los militantes del PRI. También estaba el PAU, Partido Auténtico Universitario, que representaba a la "democracia cristiana", y en un sentido más amplio a los católicos militantes.

El 68 en Políticas

En la gestión de Enrique González Pedrero (1965-1970), la escuela se transformó en facultad y ocurrió el movimiento estudiantil de 1968. Estrada revive aquellos días: "Prácticamente participó toda la facultad". Estaban Juan Felipe Leal, Margarita Susan, José González Sierra -quien fue orador el 2 de octubre, cuando ocurrió la matanza en la Plaza de Tlatelolco- y Mario Solórzano Foppa.

"Sin ser la cabeza del movimiento, ya que los líderes más notorios fueron de otras escuelas, Ciencias Políticas contribuyó a encontrar puntos de encuentro. Una parte importante del documento que cerró el movimiento estudiantil, el Manifiesto 2 de octubre, fue elaborado por gente de Ciencias Políticas, preocupada por explicar que no era un movimiento manipulado ni tampoco de agitación estudiantil, sino que en el fondo había causas políticas, económicas y sociales muy profundas".

El ex presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Víctor Flores Olea, quien en ese tiempo era académico, define el papel que jugó la facultad. "Paradójicamente, no sostenía los principios más radicales. Seguramente la formación política y social que tenían los estudiantes les ponía frenos de racionalidad y de mayor ponderación. En cambio, de Ciencias, de Ingeniería, de Química salieron probablemente los dirigentes más radicales".

En 1970, Flores Olea fue designado director y se inició otra etapa de transformaciones en la facultad. Se reformó el plan de estudios, se crearon los centros de Estudios Políticos, de Investigaciones en Administración Pública, de Estudios de la Comunicación y de Relaciones Internacionales.

Lo más alto de la intelectualidad

En tanto, la facultad se consolidó como espacio de confluencia de pensadores sociales a partir de la llegada de exiliados sudamericanos y de la realización de los cursos de invierno, que desde los tiempos de González Casanova reunían a destacadas personalidades mexicanas y del extranjero.

Eran los días "en los que todos convivíamos", define la socióloga Silvia Molina, quien en 1970 dejó Argentina para vivir en México y convertirse en académica de la facultad. "Había una cafetería donde se hacían discusiones y pláticas muy interesantes entre personas que representaban lo más alto de la intelectualidad en el campo de las ciencias sociales. Se encontraba a Fernando Solana, a Pablo González Casanova, a Fernando Benítez y a los propios profesores y estudiantes que nos acercábamos a escuchar y a participar".

A finales de los 60 y principios de los 70 se dieron los golpes de Estado y las dictaduras en América Latina, y uno de los sectores más perseguidos fue el de los intelectuales. Flores Olea cuenta cómo aquellos académicos buscaron refugio en México.

"Conocí a muchos de esos profesores por encuentros académicos, y varios me llamaron de urgencia desde España o Venezuela para preguntarme si podían venir a México. Con una gran apertura, el presidente Luis Echeverría dio instrucciones a Mario Moya Palencia, que era el secretario de Gobernación, para que todas las solicitudes que presentara la facultad por mi conducto fueran aceptadas inmediatamente".

Entre el grupo de latinoamericanos que arribó, más otros que ya estaban aquí, se encontraban Sergio Bagú, Fernando Araujo, José María Bulnes, Antonio Cavalla, Jorge Calvimontes, Armando Cassígoli, Ana Goutman, Pío García, Rodolfo Puiggrós, Carlos Quijano, Gregorio Selser, Ruy Mauro Marini, Maximo Simpson, Severo de Salles, Hernán Uribe y Jorge Turner.

A la par, la facultad continuó siendo cen-tro de reflexión de pensadores mexicanos y extranjeros a través de los cursos de invierno. El de 1965 hizo historia, porque reunió a Herbert Marcuse, Andre Gorz, Erich Fromm, Serge Mallet, Karel Kosic e Irwing Louis Horowitz.

Pero profesores importantes de esta facultad fueron también Fernando Benítez, Manuel Buendía, Henrique González Casanova, Gustavo Sainz, Gabriel Careaga, Silvia Molina, Gustavo Carvajal, Manuel Barbachano y Guillermina Baena, entre otros.

A partir de 1975 sobrevienieron tiempos de movilización en las universidades públicas por la restricción de recursos y la demanda de democratización. En ese contexto, la facultad enfrenta una crisis en 1981, cuando Antonio Delhumeau Arrecillas renunció a la dirección a causa de las diferencias por la elección de Octavio Rivero Serrano como rector de la UNAM.

Las posteriores gestiones de Raúl Cardiel Reyes, Ricardo Méndez Silva, Juan Felipe Leal y Cristina Puga no estuvieron a salvo de las movilizaciones y de los conflictos estudiantiles que se daban en toda la universidad, el más reciente fue la huelga de 1999-2000 y en la que tuvieron un papel protagónico estudiantes de la facultad.

La FCPS ha enfrentado las crisis propias de las ciencias sociales, asegura Gerardo Estrada. "A finales de los 70 entró en crisis por haber estado muy sujeta por las ideologías, luego viene la ruptura con el pensamiento marxista y en la actualidad está en transición, porque se está despojando de los dogmatismos y de una visión romántica de las ciencias sociales para entrar a una más pragmática y más realista".

La profesora Jeanetti define las últimas dos décadas como las más difíciles. "Perdemos los contactos internacionales tan intensivos que teníamos antes, la facultad se masifica porque se masifica todo en el país y comienzan a llegar estudiantes con niveles de aprendizaje muy bajos. A la par, nace una gran cantidad de universidades particulares que van a ser una competencia desleal para la UNAM y para nuestra facultad. Entonces, empiezan a aparecer en el mercado laboral quienes no quieren a nuestros egresados".

El problema es que las aportaciones de la facultad se ven poco, considera Jeanetti. Un botón de muestra, dice, son las generaciones de políticos, administradores, periodistas, de líderes sociales. También sus contribuciones al pensamiento crítico y al proceso democrático. "Todo lo que la facultad hace y proyecta es una especie de labor silenciosa, pero que ha dado frutos imprescindibles para entender este México".