"Cuando un fumador obstinado se entera de que el tabaquismo provoca cáncer, suele negar la información recibida porque pone en evidencia la incongruencia de su conducta con su conocimiento. En este caso, la información preventiva no cumple su propósito, porque no sólo resulta insuficiente para provocar un cambio de comportamiento, sino que va en detrimento mismo de la respuesta buscada. Lo mismo sucede con la información sobre la transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Para las personas que hayan incurrido en una conducta de riesgo recibir información sobre la posibilidad de estar infectados provoca mucha angustia y tensión, y esto las lleva a negar la relevancia de la información. En esos casos, los conocimientos no son suficientes para cambiar la conducta sexual hacia la prevención, e incluso pueden resultar contraproducentes.
"La información preventiva es efectiva siempre y cuando la población receptora no haya incurrido aún en conductas de riesgo. La información dirigida a prevenir la infección por VIH, debe preceder a las conductas de riesgo. Sólo así ayudaría a las personas a decidir respecto a modificar o no sus conductas. Desgraciadamente, la mayor parte de la información preventiva llega tarde, cuando el o la joven ya inició su vida sexual. Debemos llegar mucho más temprano, con información precisa, clara y accesible para la niñez y la adolescencia, donde la sexualidad sea vista sin morbo, de manera constructiva y saludable. También se requiere que los padres de familia se involucren en el proceso educativo para que éste sea consistente. Ya que si la información brindada es incongruente con la proporcionada por otra fuente, se vuelve contradictoria, el infante o adolescente no sabría a quién darle la razón.
"Una vez iniciada la práctica sexual, la situación se vuelve más compleja. Ahí los programas preventivos deben incluir no sólo información general, sino una valoración adecuada hacia el uso del condón. Para esto hay que enfrentar actitudes y valores anteriores, como los religiosos, que dificultan el cambio de comportamientos y la percepción positiva del condón. Debemos crear primero un entorno favorable a la práctica sexual para poder incidir en el uso del condón; no podemos simplemente limitarnos a colocar un condón en un objeto inanimado. Necesitamos intervenciones preventivas de tipo vivencial en todos los procesos educativos, no limitadas a la elaboración de carteles, adecuados sólo para dar cierta información o recordarla. Los programas de educación sexual deben incluir la parte biológica y la afectiva; las emociones y el respeto a la otra persona, a sus decisiones, actitudes y valores, tanto como a los nuestros. Las personas con educación sexual, que conocen y manejan sus emociones, se responsabilizan de sus actos. Además, suelen retrasar su iniciación sexual, y una vez llegado el momento, dicho inicio resulta mucho más constructivo, sano y sin culpas. Saben decir 'no' cuando no desean una relación sexual y utilizan condón cuando se saben en riesgo. La valoración personal ayuda a tener conductas preventivas: 'si valgo la pena, voy a cuidarme'.
"Ahora bien, ¿cómo hacer atractivo el uso del condón? Atractivo es una palabra clave y polifacética, puede significar útil (con el condón no hay embarazos no deseados, ni contagio de infecciones de transmisión sexual), o una relación más placentera (a través de medios táctiles o sensoriales: olores, sabores y texturas, etcétera), pero atractivo puede también significar mayor afectividad y amor, una parte poco trabajada. Con la erotización del condón, se le toma como un dispositivo sólo para ser usado con parejas ocasionales, lo que no está mal, pero necesitamos ir más allá, incorporarlo a la pareja regular, ligarlo al afecto, al amor y al cuidado. Que la gente llegue a pensar: 'el condón sirve para cuidar a mi familia, a mi pareja'."
Ligar el condón a valores positivos como el afecto
"Para quienes valoran mucho la aventura y el riesgo, habría que decirles: '¡aviéntate a usar condón!'. Debemos promover el condón de acuerdo a cada grupo social, desde su propia perspectiva. Tendríamos un impacto mucho más importante si pudiéramos llegar al punto en que el condón fuera atractivo para todo tipo de relaciones y condiciones.
"¿Dónde concentrar los esfuerzos preventivos? Definitivamente en los grupos más expuestos al riesgo de infección. Tenemos que dedicar mucho esfuerzo a comunidades donde epidemiológicamente sabemos que prevalecen las conductas riesgosas, pero me asustaría dejar de lado la prevención temprana, y no poder evitar que en unos años tuviéramos un numeroso grupo de personas infectadas.
"En los grupos de jóvenes gay a punto de iniciar su vida sexual y con una alta probabilidad de encontrar una pareja con VIH, el abordaje debe ser multimetódico y multidimensional, lo que significa trabajar con las emociones, las actitudes, los valores, los conocimientos, las conductas anteriores, las capacidades para enfrentar la situación, la aceptación de sí mismos por medio de prácticas vivenciales, como enfrentar a un farmaceuta o pedirle a una posible pareja que utilice el condón. Es esencial trabajar con estos grupos.
"La responsabilidad de cualquier institución educativa ante la crisis del sida es dar la información de una manera amplia y adecuada, para que las personas puedan elegir su proceder frente a las diferentes opciones preventivas. Las universidades, en particular, tienen la obligación de darle a todos y todas sus estudiantes esta información. Sabemos que 50 por ciento de la población estudiantil de la UNAM ya inició su vida sexual, y a nivel de bachillerato, alrededor de 30 o 40 por ciento. La obligación de una institución como la UNAM es crear las instancias adecuadas para difundir y promover la salud sexual entre sus estudiantes. En las investigaciones realizadas, encontramos que los estudiantes con diferente comportamiento sexual tienen la misma percepción del riesgo de infección. Es decir, paradójicamente se perciben en el mismo nivel de riesgo quienes no tienen relaciones sexuales como quienes sí las tienen, quien ha tenido varias parejas sexuales como el monógamo, al igual que quienes utilizan condón siempre y quienes no lo hacen. En términos de autopercepción, incluso el homosexual y el heterosexual se perciben en el mismo riesgo.
"Cuando les pedimos su opinión acerca del comportamiento sexual de otras personas, el y la estudiante universitaria/o no establecen diferencias entre homosexuales y heterosexuales, perciben el mismo riesgo en la conducta heterosexual que en la homosexual, pues lo que determina el riesgo es si usan o no condón, y nos indican que perciben más riesgo en quienes tienen más parejas sexuales sin protección, lo cual es acertado. Lo anterior muestra que el conocimiento sí ha sido efectivo para interpretar el riesgo que corren los demás, pero falla cuando se trata de la percepción del riesgo propio. Esto se debe a un mecanismo de defensa desarrollado para negar la información que puede cuestionar conductas personales.
"Formar conciencia acerca de nuestra sexualidad es importante para desarrollar conductas responsables. Los y las jóvenes bien pueden pensar: 'hasta que sea consciente de mi derecho a la sexualidad, no puedo realmente hacerme responsable'. Un reconocimiento y una exploración de la propia sexualidad son fundamentales para hacernos responsables. Pero ahí está el choque con las tradiciones religiosas, que consideran de manera negativa a la sexualidad. Ahí empiezan las problemáticas que no nos permiten hacernos responsables en todas las ocasiones que incluyan placer y no incluyan reproducción. Se requiere remover el miedo a estas prohibiciones y dejar de esconder la sexualidad por temor a que la gente sucumba a sus necesidades más biológicas y naturales."