VIERNES Ť 4 Ť MAYO Ť 2001
Ť El libro del militante de izquierda fue presentado en el Palacio de Bellas Artes
Quise hacer belleza, sostiene Gerardo Unzueta acerca de su novela La Grande y el Diablo
Ť Prepara dos obras de cuentos; uno recogerá su experiencia en el Congreso de la Unión
RENATO RAVELO
Recuperar la historia de su abuela y hacer por segunda vez literatura es una decisión que Gerardo Unzueta tomó en 1998. Su militancia política, su afición al periodismo de partido, como él mismo lo define, hicieron que su primera novela no viera la luz. Ahora, reconoce: ''Sí quise hacer belleza".
La novela que ahora ve la luz se llama La Grande y el Diablo (Galileo editores). Maneja un lenguaje claro y sencillo. Busca impactar al lector, pero sin apantallarlo y encuentra referencia en distintos momentos de la vida de Unzueta, aunque el hilo conductor es la vida de Sara Santos.
Vivencias con Renato Leduc
Gerardo Unzueta (Tampico, 1925) funde sus experiencias en este libro que primero pensó sería de cuentos, aunque luego la elaboración le indicó que no era por ahí, pues se trataba de ponerle rostro a los papeles, cartas y recuerdos acerca de su abuela.
También se trató de ponerle fachada a una estructura que había surgido del género ensayístico, que es más su especialidad, en particular de uno en el que analiza los que él llama las cuatro crisis estatales y las tres refundaciones, que van de la restauración de la República hasta el movimiento de 1968. Este ensayo, por cierto en espera de ser publicado, sirvió como fundamento literario.
En la elaboración de esta novela hubo investigación histórica, aunque también vinieron sus otras lecturas, como La isla de los pingüinos, de Anatole France, que fue el primer libro de literatura leído por Unzueta, luego de que lo robó de la biblioteca de un maestro que después se lo regalaría.
Los recuerdos de las conversaciones con Renato Leduc también acudieron en su auxilio, sobre todo en las partes en las que el periodista le describió los famosos cañonazos de Alvaro Obregón, para corromper las posibles disidencias políticas.
En esta ocasión fue Gerardo de la Fuente, con quien colabora en su oficina de enlace parlamentario del Gobierno del Distrito Federal, quien le dio el último empujón: ''šQué cabrones estás haciendo en la política, dedícate a la literatura!". Incluso en algún momento la propia Celeste Batel fue lectora atenta del manuscrito, antes de que llegara a las manos del editor.
En conflagración, cuenta Unzueta, también estuvo un ensayo que escribió para la revista Zurda, cuando esta dedicó un número especial a los 20 años del movimiento estudiantil de 1968. Se trataba de un texto escrito a los 39 días de la huelga de hambre que en la cárcel padeció Unzueta el 18 de enero de 1970. A pesar de ser un material de tinte político, contenía elementos literarios. El texto formaba parte de un tríptico, fue el único que sobrevivió y había permanecido inédito.
Por el sendero de José Revueltas
Desde 1999, cuando inicia la escritura acudieron al estudio repleto de libros, sobre todo de filosofía e historia, lo mismo Alejandro Dubcek con sus dos primaveras, Edgar Allan Poe que García Lorca.
Unzueta es, para la editorial que lo publica, ''un reconocido y batallador político de la izquierda mexicana, periodista y editor de publicaciones regidas por las idas de las organizaciones en las que ha militado, desde el Partido Comunista Mexicano hasta el actual PRD. Su militancia lo llevó a compartir la prisión con otro de los tenaces rebeldes y enemigos de la injusticia, José Revueltas, durante el movimiento estudiantil de 1968. Hoy, en su séptimo decenio de vida, incursiona por el sendero fundamental de Revueltas, la literatura".
Con Pepe, recuerda, ''compartí batallas aunque tenía serias diferencias políticas. Su literatura no me agrada, me parece recargada. Creo que en literatura prefiero a Boris Pasternak y a Leonidas Andreiev".
Del escritor ruso, confiesa Unzueta, tomó la figura del anciano Negro Santos: ''Es una figura un poco demente del hombre que todas las mañanas se levanta y camina por las vías del tren hasta llegar a las afueras del pueblo, la cual aparece en su libro Lázaro. Es el hombre que espera a la partida del sol''.
Más animado con la literatura, prepara un par de libros de cuentos. Uno sobre su experiencia en el Congreso de la Unión, en el que fue diputado seis años. Otro sobre sus dos años en el Instituto de Ciencias Sociales de Moscú. Recuerda que en esa estancia escribió un libro polémico sobre Vicente Lombardo Toledano.
Incluso reconsidera la publicación de aquella novela que escribiera en 1955, de noche, al igual que La Grande y el Diablo. En aquel entonces era porque le robaba horas de sueño a su vida de recién casado, a pesar de los regaños de su esposa.
En la que se presentó ayer en la Sala Adamo Boari del Palacio Bellas Artes, con Alejandro Aura, Humberto Musacchio, Margarita López y José Angel Leyva, le robaba tiempo a su labor política, cotidiana, que lo prestó un rato a esa otra verdad, la de las cosas que buscan ser bellas.