VIERNES Ť 4 Ť MARZO Ť 2001

Leonardo Garcia Tsao

Malena es un nombre de bodrio

Los temas de la nostalgia agridulce y la educación sentimental son tan frecuentes en el cine europeo que el italiano Giuseppe Tornatore hizo carrera al explotarlos al máximo en ese papel tornasol de la cursilería, la gran favorita del cinéfilo villamelón, Cinema Paradiso (1988). No es casual que ahora haya vuelto a la misma veta en Malena.

Tomando la anécdota de Hubo una vez un verano (Mulligan, 1971) -una bella mujer que enviuda durante la Segunda Guerra, se vuelve la obsesión de un adolescente- e insertándola en una superficial imitación del tono grotesco/gracioso de Amarcord (Fellini, 1974), Tornatore confirma sus inmensas limitaciones como cineasta. La acción se inicia en la ciudad siciliana de Castelcuto cuando el pueblo festeja la adhesión mussoliniana a la gran guerra. Ahí, el adolescente Renato Amoroso (Giuseppe Sulfaro) se enamora a primera vista de Malena Scordia (Monica Bellucci), una mujer casada cuyas macizas nalgas exacerban la lujuria de la población masculina entera y el proporcional odio resentido de la femenina.

Al paso de los años, Giuseppe no supera su fijación y su principal actividad -única, de hecho- es fisgonear a Malena con MALENA fines onanistas. Una y otra vez, el muchacho atisbará por las ventanas para espiar a la mujer en su intimidad, llegando incluso al fetichismo de robarle unos calzones y usarlos como gorro de dormir. El anuncio de la muerte del señor Scordia en combate cambia la situación. Malena es acosada por varios ciudadanos y hasta acusada falsamente de relacionarse con un hombre casado. La necesidad la obliga a pagarle a su abogado defensor en especie; y poco después, volverse amante de oficiales alemanes. El rencor y envidia de las arpías de Castelcuto tendrá su violento desahogo al concluir la guerra.

A diferencia de sus modelos de imitación, Tornatore reitera la misma premisa sin desarrollar a ninguno de sus personajes. Renato es hijo de un par de caricaturas italianas: el padre manotea y grita; la madre llora sin cesar (por cierto, la mayoría del reparto parece egresado de la academia Roberto Benigni de la sobreactuación). Mientras, el protagonista se aprecia incapaz de crecer tanto física como emocionalmente. Hasta casi el final, el adolescente se mantiene en la pasividad de un espectador de cine, conformándose con mirar e imaginarse como el héroe de su amor imposible en fantasías inspiradas por Tarzán o La diligencia.

El realizador participa de la misma estrategia masturbatoria, observando a su personaje epónimo desde una posición voyeurista. Por ello, Malena nunca adquiere otra dimensión que la de distante e inexpresivo objeto del deseo. Y llegado el momento de la venganza femenina, Tornatore se regodea tanto en ese acto de humillación pública que la cinta adquiere un cariz de misoginia, disimulado por una tibia condena a la hipocresía y los prejuicios sociales.

Francois Truffaut abordó en Los mocosos (1957), el tema de la obsesión adolescente por una mujer mayor, expresando con sensibilidad los sentimientos de confusión, pérdida y hasta crueldad en muchachos incapaces aún de entender sus emociones. Todo eso en un cortometraje de 17 minutos. Pero cualquier comparación con un auténtico cineasta es desproporcionada. Fellini y Truffaut constituyen capítulos definitivos en la historia del cine. Tornatore apenas si merecerá un pie de página.

(Por cierto, en México se exhibe la versión recortada por su coproductor estadunidense Harvey Weinstein para su distribución americana, casi quince minutos más breve que la italiana. Aunque normalmente me molestaría esa otra arbitrariedad del bien apodado Harvey Scissorhands, en este caso la agradezco).

Malena


D: Giuseppe Tornatore/ G: Giuseppe Tornatore, basado en un cuento de Luciano Vincenzoni/ F. en C: Lajos Koltai/ M: Ennio Morricone/ Ed: Massimo Quaglia/ I: Monica Bellucci, Giuseppe Sulfaro, Luciano Federico, Matilde Piana, Pietro Notarianni/ P: Medusa Film, Miramax International. Italia-EU, 2000.

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