domingo Ť 6 Ť mayo Ť 2001
Rolando Cordera Campos
De bonos y democracia
Para colmo, donde estalla el déficit democrático es en la cuestión indígena, que se quería abordar constitucionalmente. Apenas votada la reforma del caso, el rechazo abrió fuego, y no sólo desde las praderas zapatistas
A pocos meses de estrenada, la transición entendida como alternancia enfrenta sus primeras pruebas y se va a título de suficiencia. La democracia, como forma de gobierno y no sólo como visita a las urnas, no logra encauzar a una sociedad airada y diversa, y ante una economía que no produce los bienes terrenales mínimos, el país se enfila de nuevo por el sendero opaco del conflicto larvado que tan útil fue para las mentalidades autoritarias y corporativas. Begin the begin, ni hablar.
En el triste pero anunciado sepelio de la reforma fiscal, vivimos a plenitud estas incapacidades iniciales de la democracia. Ahí se pudo confirmar los límites del sentido común y de la política entendida como mercadotecnia. El sentido común nos unifica y nos lleva a aceptar la necesidad de un gobierno con más recursos y mejores maneras de usarlos, pero la estrategia de ventas falla estrepitosamente y nadie sabe ya bien a bien dónde quedó y quedará la bolita. Por vía de mientras, el Presidente va a Washington y nos anuncia una "sorpresa" económica que, dice, no tiene que ver con su Nueva Hacienda Pública pero sí con ajustes en el gasto y, en el mismo paquete, con inéditas acciones para salirle al paso a un declive económico implacable. De la deliberación pública sobre las finanzas nacionales, ahora redescubiertas con un déficit mayor y una deuda ominosa, que se encargue Bush.
Sin embargo, y para colmo, donde estalla el déficit democrático es en la cuestión indígena, que se quería abordar constitucionalmente. Apenas votada la reforma del caso, el rechazo abrió fuego y no sólo desde las praderas zapatistas sino desde el propio gobierno. Los partidos entran otra vez en estado de alerta y crisis y los pregoneros de la guerra hacen sonar sus tambores... desde la prensa o la radio y la tv, más que desde la montaña.
A las acusaciones increíbles ("nos han puesto a las puertas de la guerra", "el Senado no tiene a la paz como prioridad", "ya no hay vía para el diálogo entre el Estado y las organizaciones populares, en este caso las indígenas") ha seguido la catarata de propuestas desaforadas, en triste homenaje al despropósito: "que el Presidente vete las reformas, aunque la ley no lo admita", "que los congresos locales las rechacen", "que se haga una consulta ciudadana", aunque en cada caso haya que darle una "ayudadita" a las leyes existentes para que el deseo encuentre realidad. Eso sí que es dejar las vueltas de la noria, pero para desandar el camino y mirar sólo para atrás.
Atrás debía haber quedado la movilización siempre mediada por los guiños de ojo entre el poder y las masas, pero es a eso a lo que se convoca, ahora por la izquierda y el Presidente mismo. Al final, todo indica que lo que estaba y está en juego para los exégetas de la justicia indígena, que venden a descuento la deuda de 500 años, era una nueva ronda de reparto agrario y la invención de otra Misión, ahora encarnada en regiones autónomas y federaciones tridimensionales, que van y vienen a través del territorio nacional sin tomar en cuenta límites o Constitución política, en obediencia fiel a la idea mítica del pueblo o la etnia.
Sin asumir la realidad de unos grupos indígenas pulverizados por siglos de opresión, acoso, descuido y demagogia, poco se hará por las comunidades indias del México empobrecido. Lo que urge es un apoyo y una comprensión sistemáticos, que permitan dejar en la cuneta las microguerras que sólo dañan y empobrecen más a las propias comunidades. Lo que urge es un corriente continua de recursos frescos asignados con respeto pero con rigor, y no el reclamo de un reparto pírrico como lo quería la inexistente ley Cocopa, que se volvió ya microempresa pero que nunca fue, siquiera, iniciativa a considerar por nadie.
En ausencia de finanzas sanas, en el borde del descalabro global, seguimos girando contra el bono democrático, cuando llegó la hora de redimirlo. Mal negocio. Ť