DOMINGO Ť 6 Ť MAYO Ť 2001
José Antonio Rojas Nieto
Caída y recuperación económicas
En la mañana del día 27 de abril la oficina de análisis económico del Departamento de Comercio de Estados Unidos (conocido como BEA: Bureau of Economic Analysis) comunicó la cifra preliminar del crecimiento estadunidense para el primer trimestre de este año: 2 por ciento, tasa superior a la del cuarto trimestre del 2000, que había sido de un raquítico uno por ciento. Se trata de dos tasas sorprendentemente bajas, luego de que los últimos 15 trimestres el producto no crecía a menos de 4.5 por ciento en promedio. Y, sin embargo, los especialistas en la economía estadunidense indican que se trata de una tasa superior a lo estimado, resultado de que subsiste cierta inercia en los gastos de consumo personal y gubernamentales, que este primer trimestre del año constituyeron los principales impulsos al producto.
Pese a esto, el crecimiento trimestral anual alcanzó la tasa más baja de los últimos años: 2.7 por ciento, la cual, por lo demás, no es todavía el límite inferior en el que consideran se expresará el decaimiento de la economía vecina. Hay una opinión casi unánime de estimar un crecimiento anual para este año de no mayor a 2 por ciento, lo que implica esperar tasas promedio para los trimestres segundo a cuarto cercanas a 1.6 por ciento. Estos mismos analistas pronostican una recuperación a partir del primer trimestre del 2002 con un crecimiento anual promedio del 3.3 por ciento, tasa significativa da el contexto depresivo, aunque sin duda menor a la sorprendente media de los últimos seis años: 4.0 por ciento. Esto coincide con la idea que prevalece entre algunos estudiosos mexicanos, para quienes la caída del producto en el vecino país es expresión de un ajuste de coyuntura, derivado de la sobrevaluación de las ganancias bursátiles que resultó del avance desproporcionado de las ganancias bursátiles y financieras respecto al ritmo de crecimiento de la productividad en la base industrial estadunidense.
Sin duda el debate está abierto, como lo está también la discusión sobre los efectos de la desaceleración estadunidense en la economía mexicana. En algunos medios oficiales se piensa que no habrá efectos drásticos y que se puede seguir esperando un crecimiento medio anual del PIB cercano a 4.5 por ciento. Ya sabemos de la controversia con la estimación del Banco de México: tasa media anual del PIB no superior a 3 por ciento. Ahora bien, una simple observación estadística de las tendencias recientes del ciclo económico en Estados Unidos y en México permite decir que por cada punto que crece el PIB en el vecino país, en México crece un poco menos de 2. Se trata, efectivamente, de una tendencia reciente, pero muy notable, expresión de que la dinámica económica de ambos países tiende a comportarse de forma más estrecha. De ello no hay duda. Así, si sólo atendemos a este registro estadístico reciente y a las estimaciones del crecimiento del producto de nuestros vecinos para los próximos dos años, podríamos concluir que el crecimiento interno no superaría 2 por ciento en este año y sólo alcanzaría 4.3 en el 2002.
Sin embargo, es preciso decir que esta tendencia reciente registra también la severa caída del mercado interno, por lo cual si por alguna mágica razón fuera posible desplegar una política económica alternativa a la impuesta por el Banco Central con la obsesiva intención de lograr una inflación similar a la de la economía vecina, si esto fuera posible, podría pensarse en un crecimiento mayor. Este exigiría reforzar un poco el mercado interno, permitiendo que el gasto de personas y gobierno fuera un poco mayor, lo que supondría bajar la tasa de interés; cuidar -pero sin exagerar- el déficit fiscal y alentar la inversión pública (lo que, sin duda, exigiría negociar parte del servicio de la deuda).
Si eso fuera posible, entonces enfrentaríamos, de manera menos violenta, la desaceleración de la economía estadunidense que ya hoy ha generado muchos despidos.
Estos elementos no constituyen una locura, pues -como ha acontencido en la economía de nuestros queridos vecinos-, también en México ha habido un crecimiento continuo y sostenido de la productividad industrial. Y esto, en buen romance, significa el abatimiento de los costos de producción de la economía que, a su vez, significa la ampliación del excedente bruto de explotación, cuya distribución -sí su distribución- puede ser, efectivamente, distinta. Así de simple.