La Jornada Semanal, 6 de mayo del 2001
Ana García Bergua
 
UNA GEOGRAFÍA ESPIRITUAL  

Aún conservo el ejemplar de Las aventuras de Tom Sawyer que leí por primera vez alrededor de 1970. Remendado con tela adhesiva, como un enfermo, ha sobrevivido a todas las lecturas y relecturas suces 

Tom Sawyer fue para mí el primer oxígeno literario que respiré. Munida de él pude emprender después tortuosas expediciones al Londres de Dickens ahogado por la bruma, en el que una realidad siniestra amenazaba a Oliver Twist o a David Copperfield, niños convertidos en adultos a fuerza de miseria, golpes, amenazas y decepciones. En cambio, para el alegre Tom, empeñado tan sólo en ser bandolero y pirata, el cadáver desenterrado, el crimen del indio Joe o el peligro de muerte en la caverna eran un objeto paralelo a su colección de tesoros, o a los hechizos y sortilegios que inventaba junto con Huck Finn: formaban parte de una geografía espiritual donde la realidad podía ser, de manera salvadora, una ficción. Ese aprendizaje de las novelas de juventud es un consuelo que cualquier niño agradece. Y para mí fue un descubrimiento, pues aunque el mundo que habitaba Tom Sawyer ?con su naturaleza agreste, con la esclavitud vista como algo natural y las rigideces morales dels dice quiénes son y qué les importa. Yo también poseía algunos tesoros que llevaba invariablemente bien guardados y que alguna vez intercambié. También tenía, como Tom Sawyer, una idea muy relativa de la bondad, de lo que era ser egoísta, holgazán o generoso, y aunque me faltaba astucia para traficar con estas cosas y torcerlas a su arbitrio, como lo hacía el héroe de Mark Twain ?sobre todo en el admirable episodio de la pintura de la barda?, sentía en el autor del libro una mirada comprensiva, humorística y generosa. Era un primer acercamiento a la naturaleza humana en pequeña escala, que es la de los niños, en la que ya está todo, lo mejor y lo peor, pero libre de la grave amenaza del mundo adulto, adornado con unos cuantos grabados de tipo comercial, que me avisaban que ya no necesitaba monitos para leer. 

Muchos escritores suelen relatar haber leído las primeras páginas que los impresionaron durante una larga enfermedad que los mantuvo quietos y postrados. Cuando leí Las aventuras de Tom Sawyer, estaba yo más sana que un roble y sin embargo creo que enfermé: enfermé de lecturas, que es la principal enfermedad de los escritores. Y agradecí, a fin de cuentas, mi vida de departamento, que permitía la molicie y la melancolía que las novelas nos exigen, de manera dictatorial, para poder adentrarnos en ellas y salvarnos. 

 



 
  
LA CASA SOSEGADA
Javier Sicilia

La casa sosegada o el misterio 

Escribir el primer artículo que inicia una columna implica explicar su nombre y su existencia. ¿Por qué, en medio de un mundo lleno del ruido del mercado, de las máquinas, de las fábricas, de los antros, de las discusiones políticas y económicas, de palabras que brotan de los medios de comunicación como salitre de las paredes, llamar a una columna "La casa sosegada"? ¿Por qué, bajo el peso de una posmodernidad que ya no reconoce ningún sentido y se encierra en un bullicio de autorreferencias y derechos que se presentan como incuestionables, casas hechas a la medida de cada individuo o grupo, venir a hablar del sosiego de una casa? ¿A qué se refiere el autor? 

Siempre he tenido debilidad por los místicos, esos seres de frontera que han constituido a lo largo del tiempo un constante dolor de cabeza para la Iglesia y la época en que vivieron, esos seres que, por encontrarse en la frontera, no pertenecen al pensamiento duro de la modernidad (que pretende dar una explicación total de la realidad) ni al pensamiento débil de la posmodernidad (que espantado ante la dureza y el fracaso del pensamiento moderno se refugia en la disolución del sentido y en la exaltación de derechos y diferencias sin matices), sino al del misterio: sitio en donde el sentido, como en la poesía, se revela, y que al igual que en la poesía, sólo es mostrable. 

Es por ello que el título de la columna viene de la mística, está tomado del último verso de la primera fila del poema de San Juan de la Cruz, "La noche oscura". 

En una noche oscura, 

con ansias en amores inflamada, 

oh dichosa ventura, 

salí sin ser notada, 

estando ya mi casa sosegada. 

El sosiego de la casa, a la que alude San Juan, se refiere en su sentido espiritual al apaciguamiento del alma, al secreto del silencio que sólo surge en la noche, cuando dentro de la casa el ruido ha cesado, los objetos pierden sus contornos, las potencias (el entendimiento, la memoria y la voluntad) que están contaminadas por el yo y sus opiniones vacilan en medio de las sombras, y el alma, que está alerta y vigilante, sale en busca del Amado y su misterio, es decir, de aquel o, para hablar en los términos vacilantes de nuestro mundo, de aquello que nos funda, nos contiene y donde reposa el sentido. 

Esta casa sosegada, como la poesía ("inmortal y pobre", la definía Borges) que la expresa, tiene resonancias modernas. En una entrevista, el sociólogo Marshall McLuhan expresaba que lo que más necesitaba el mundo de hoy es bajar el switch para que podamos recuperar la dimensión de las cosas, es decir, el sentido que contiene lo real. 

Nuestro mundo está roto. Desalojado el misterio que Juan de la Cruz, gracias a la revelación cristiana, definió maravillosamente como "el Amado", Arthur Rimbaud con esa extraña frase "yo es otro", el filósofo Levinas como "el totalmente Otro" y Paul Claudel, siguiendo al mismo Rimbaud, con ese sobrecogedor verso: "Ese que es más que yo mismo", vivimos bajo el horror del ruido. Temerosos del silencio y de la noche nos volcamos hacia el escándalo. Cualquier ajetreo: la discusión económica y política, el ruido televisivo, la virtualidad de las computadoras y de los sistemas, los paraísos artificiales del alcohol y de la música "trans", la babel del mercado, el chirrido del progreso, el perverso abismo de la genética..., se ha convertido en una forma de vida que niega el sosiego y oculta de nuestra casa lo real. 

Hay, sin embargo, en medio de ella algunos seres que, como el propio Juan de la Cruz, han aprendido a sosegarla para, a través de las sombras y del silencio, salir en busca del misterio. 

¿Qué nos dice de él? ¿Qué luces traen de aquellas oscuridades para iluminar y ordenar la casa? 

La intención de esta columna es, por lo tanto, sumergirse en aquellos sitios sosegados, los de la mística, los de la poesía, los de las críticas a los ruidosos axiomas del mundo moderno, que nos ayuden a vislumbrar algo de "ese no sé qué que queda balbuciendo" el mundo. Pensar en ello no resuelve la incógnita de lo que somos, pero al menos, eso creo, nos permite intentar trascender el ruido y redescubrir un atisbo del misterio que yace escondido bajo el peso de un mundo desconcertado. 

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés y liberar a todos los zapatistas presos. 
 


 
 
 

Naief Yehya
 
ECHELON: LA RED QUE TODO LO OYE Y VE (1)
 Absoluta superioridad 

De creer en el recuento oficial, la Guerra Fría fue la edad dorada del espionaje estadunidense de alta tecnología. Durante décadas los Estados Unidos de América ganaron la batalla sin mayores tropiezos a los servicios de inteligencia soviéticos y sus aliados, quienes, a diferencia de la National Security Agency (nsa) y la cia, prácticamente nunca tuvieron a la tecnología de su lado. No obstante, según los propios agentes y funcionarios de esas organizaciones, la ventaja tecnológica se ha perdido debido a la incontenible revolución digital de la cual en gran medida fueron responsables. De acuerdo con Seymour M. Hersh ("The Intelligence Gap", The New Yorker, dic. 6, 1999), durante los cincuenta y sesenta, la nsa llegó a tener noventa y cinco mil empleados, más de la mitad de ellos militares consagrados a tareas de monitoreo de las comunicaciones en todo el planeta; hacia finales de los sesenta la agencia producía más de mil reportes de inteligencia diarios sobre todo tipo de actividades subversivas en el mundo entero, rebasando por mucho la capacidad de la cia para recopilar y procesar información. En aquel entonces, jets 707 modificados surcaban los cielos escuchando transmisiones en clave morse, intercambios militares codificados, conversaciones entre diplomáticos y toda clase de comunicaciones secretas. A mediados de los setenta se reveló que la nsa violaba sistemáticamente la ley al vigilar las actividades de ciudadanos estadunidenses, especialmente activistas de izquierda, militantes antibélicos y activistas en pro de los derechos civiles. 

Criar cybercuervos 

En esos mismos años la nsa, situada en Maryland, colaboraba estrechamente y financiaba a las principales corporaciones que desarrollaban sistemas de cómputo y que trabajaban en telecomunicaciones, miniaturización de circuitos y semiconductores, entre otros campos. La enorme ventaja tecnológica de la nsa sobre sus rivales se mantuvo sin competencia hasta el colapso del bloque soviético a principios de la década de los noventa. El enemigo dejó de ser el comunismo y en su lugar quedó una variedad de enemigos menores: terroristas, narcotraficantes, el crimen organizado y las naciones hostiles a la pax americana. La agencia perdió el enfoque, los enemigos dejaron de ser estados burocráticos corruptos y se volvieron organizaciones, grupos y células extremadamente flexibles y con acceso a equipo de alta tecnología. Las transmisiones encriptadas, el inmenso volumen de correo electrónico y comunicaciones por satélite eran imposibles de ser monitoreadas con los métodos tradicionales, así que la nsa perdió su ventaja debido al auge de las mismas tecnologías que ayudó a desarrollar. La agencia se volvió obsoleta, su presupuesto fue reducido drásticamente y su función misma comenzó a ser cuestionada. 

La nueva NSA  

Tras una investigación del Technical Advisory Group (un comité integrado por ejecutivos de algunas de las principales corporaciones dedicadas a la alta tecnología, al que el senado encargó un estudio secreto de la nsa), la agencia fue reestructurada con grandes inyecciones de dinero y equipo de punta; asimismo fue reclutada una nueva generación de agentes expertos en computación cuya misión era generar software capaz de capturar gigantescos volúmenes de información, filtrarla y detectar comunicaciones sospechosas. Su nueva misión era interceptar sistemáticamente correos electrónicos no encriptados e inocuos entre civiles, chats de internet, faxes, telex y conversaciones en teléfonos regulares y celulares generadas en todo el mundo. El nombre clave que se dio a este programa de vigilancia masiva que comenzó alrededor de 1980 (algunos recuentos sitúan su origen en 1971), cuando aún existía la urss, y que se caracteriza por espiar principalmente comunicaciones no militares (individuales, corporativas, gubernamentales y comerciales), fue Echelon, lo que supuestamente habría de volverse la red de espionaje más grande y ambiciosa de la historia. El presupuesto actual de la nsa es de tres mil millones de dólares (más que los de la cia y el fbi). 

La gran red que nunca fue 

Según el gobierno estadunidense, Echelon no existe; por lo tanto, la historia y el quehacer del sistema están rodeados de especulación. Sembrar rumores por una parte y por otra negarlos por las vías oficiales es una vieja práctica de los servicios de inteligencia. El primer reportaje acerca de Echelon apareció publicado en New Statesman, el 12 de agosto de 1988, "Somebody’s listening", de Duncan Campbell (a.com/echelon-dc.htmhttp://jya.com/echelon-dc.htm). Hay agentes que han declarado anónimamente que si bien hay una infraestructura capaz de monitorear gran parte de las comunicaciones del planeta, lo que no existe es un software capaz de distinguir lo relevante entre la masa de información digital. En cambio, hay quienes aseguran, como Peter Goodspeed del National Post ("The new space invaders" http://www.fas.org/irp/program/process/echelon.htm) o Nick Hager (autor del libro Secret Power) que el software existe y es una serie de poderosos "diccionarios", computadoras que rastrean palabras clave, direcciones, frases, nombres o incluso voces en los mensajes transmitidos vía los satélites de Intelsat y de todas las demás redes de satélites que la agencia intercepta, cuyo número puede estar entre cien y tres mil millones al día. Miles de mensajes simultáneos son leídos en tiempo real las veinticuatro horas del año y aquellos que son señalados por el sistema como importantes son retransmitidos a la base en Maryland. 

Supuestamente cinco naciones angloparlantes participan en Echelon: Estados Unidos se encarga de Centro y Sudamérica, así como partes de Asia; Gran Bretaña espía Europa, el oeste de Rusia y África; Nueva Zelanda el Pacífico occidental; Australia tiene a su cargo el sudeste asiático y el sur de China, y Canadá debe vigilar partes de Rusia y Asia. Esta alianza surgió de la cooperación en el terreno del espionaje y la intercepción de transmisiones de radio durante la segunda guerra mundial, lo cual condujo a formalizar sus relaciones con un tratado en 1948 destinado a espiar a los soviéticos. Esta colaboración multinacional haría posible tener puestos de vigilancia en todo el mundo, además de que ofrece la oportunidad de que los gobiernos espíen a sus propios ciudadanos a través de otras naciones sin violar sus leyes. 

(Continuará.