LUNES Ť 7 Ť MAYO Ť 2001

ENTREVISTA

Carlos Marichal, investigador de El Colegio de México

Privilegios fiscales, cáncer histórico del Estado mexicano

En vez de buscar el consenso social, el gobierno foxista negociará la aprobación del PRI a su reforma hacendaria a cambio de participaciones a los 22 gobernadores del tricolor, vaticina

MARIA RIVERA

La historia de la fiscalidad mexicana no es particularmente brillante, afirma Carlos Marichal, investigador de El Colegio de México. Los tres grandes intentos por acabar con la debilidad financiera del gobierno federal -en la Independencia, el porfiriato y la Segunda Guerra Mundial- no lo lograron, y provocaron que los privilegios fiscales se convirtieran en un verdadero cáncer alentado por el Estado. El actual proyecto de la administración foxista tampoco va por buen camino, indica, porque plantearlo en un año que se vislumbra de recesión económica "revela un grado considerable de surrealismo".

El autor de La deuda externa de América Latina, quien participó en el foro de La Jornada y Casa Lamm, también explica que lejos de buscar consensos sociales el gobierno dará solución política al tema del impuesto al valor agregado (IVA). Su hipótesis es que se privilegiará sobre la discusión pública la negociación entre el PAN y el PRI, en la que Acción Nacional desea el consentimiento para esa medida, y el Revolucionario Institucional participaciones para sus 22 gobernadores, que son la parte fuerte de este partido.

Tres intentos fracasados

Para entender los problemas actuales, argumentó, hay que ver lo que pasó con los tres grandes intentos de reformas fiscales y cómo fracasaron. La primera se llevó a cabo en 1824, a raíz de la Independencia. La nueva organización fiscal era muy similar a la estadunidense, en la cual el gobierno federal coexistía con los gobiernos estatales y locales, cada uno con sus respectivos recursos impositivos. La Federación dependía sobre todo de las aduanas, es decir, de los impuestos a las importaciones, mientras los estados estaban sujetos a las alcabalas -derechos sobre ventas y permutas-, una especie de IVA de la época.

Esta estructura fiscal federalista, lejos de ser eficiente, causó conflictos durante medio siglo, por haber sido superpuesta al anterior modelo colonial, caracterizado por un alto grado de centralismo y por la existencia de gran número y diversidad de gravámenes. La recaudación de impuestos se volvió cada vez más anárquica y condujo al debilitamiento financiero y militar de la hacienda federal, que hasta 1880 estuvo agobiada por deudas. En algunos decenios incluso no se pagó con regularidad a los funcionarios militares y aduaneros, lo cual contribuyó a la corrupción crónica de los servidores públicos.

Marichal señala que otro de los costos de la fragilidad fiscal fue que el Ejército nacional no pudiera combatir eficazmente las invasiones de 1847 y de 1862, con la subsiguiente pérdida de territorios.

A partir del porfiriato empezó una nueva transformación fiscal, que no llegó a reforma propiamente dicha, basada en un proceso de fortalecimiento y concentración del poder en el gobierno federal, que permitió alcanzar para 1890 un superávit en las cuentas públicas. Los ingresos seguían dependiendo de aduanas y timbres, que producían más de 60 por ciento marichal-carlos-3 de los ingresos ordinarios. Este modelo, en el que el gobierno dependía principalmente de los ingresos aduaneros, se mantuvo hasta 1940.

En 1930, continúa el investigador, se introdujo el impuesto sobre la renta (ISR), pero sólo a raíz de la Segunda Guerra Mundial comenzó a modificarse la estructura tributaria, en lo que se suele considerar la tercera reforma fiscal. Durante la década de 1980 este impuesto se convirtió en la fuente más importante de ingresos del gobierno federal. El problema, según el parecer del investigador, fue que el partido en el poder, el PRI, no se esforzó por establecer un sistema fiscal que gravara adecuadamente a los que más tenían. De esa manera el ISR recayó especialmente en la población contribuyente cautiva, como empleados de gobierno y maestros, dejando fuera a los demás sectores sociales, entre ellos los más ricos.

Así, explica Marichal, los privilegios fiscales se convirtieron "en un verdadero cáncer alentado por el propio gobierno".

Entre las razones por las que se puede hablar del fracaso de esta tercera reforma están, según su punto de vista, que los ingresos del ISR en relación con el producto interno bruto (PIB) tienen un nivel muy bajo respecto de Estados Unidos o países de Europa, y que los estados y municipios entregaron su soberanía fiscal a cambio de participaciones, que no eran otra cosa que transferencias fiscales del centro negociadas con criterios políticos.

La petrolización del ingreso

En el decenio de 70, sitúa el articulista de La Jornada, empezaron a llegar a las arcas nacionales ingresos extraordinarios por concepto de exportación de petróleo, lo que permitió financiar gastos públicos. El hidrocarburo ha sido desde entonces el elemento que ha sostenido la economía, impidiendo de paso que se pongan las finanzas públicas "sobre bases más sanas y sólidas".

A consecuencia del proceso de gasto y endeudamiento de esos años, llegó la crisis de 1982, que puso al país al borde de la bancarrota, y que se resolvió mediante la reducción del gasto público, las privatizaciones y el endeudamiento interno. Desde entonces, comenta el analista, prácticamente la totalidad de los ingresos petroleros fue destinada a pagar el servicio de la deuda externa e interna. La crisis económica impidió que se llevara a cabo la reforma fiscal, aunque durante el gobierno de Miguel de la Madrid se impuso el IVA. La reestructuración de la deuda en 1989 dejó el camino abierto para que se sanearan las finanzas públicas, pero tampoco se aprovechó la oportunidad. La debacle financiera de 1995 canceló esa opción.

En resumen, concluye el investigador, "la historia de la fiscalidad en México no es particularmente brillante; por el contrario, el fracaso es una de las constantes más profundas y reiteradas desde la Independencia hasta hoy".

Según su análisis, la propuesta del go-bierno actual tampoco parece viable. "La idea de que van a lograr una verdadera revolución fiscal revela un grado considerable de surrealismo de la administración foxista, sobre todo porque se propone en una época de recesión, en que la economía estadunidense va para abajo. Sin embargo, parece que la sociedad no se está tragando el cuento, como se observó con las protestas del primero de mayo". En la actual situación, insiste, es muy difícil que alguien acepte incrementos fiscales.

En la perspectiva de Marichal, el IVA se va a recortar en el debate, pero el gobierno federal va a tratar de mantenerlo alto. "Básicamente la aprobación de este impuesto dependerá del acuerdo PAN-PRI, que se basa en una cuestión muy sencilla: Acción Nacional quiere su aprobación y el PRI quiere sacarle provecho y va a pedir una recompensa, que viene por el lado de las participaciones a los 22 gobernadores, que son lo más fuerte de ese partido". La discusión se resolverá políticamente en función de esa negociación, plantea.

ƑQué alternativas existen?, se pregunta. Que el tema de la reforma fiscal se discuta a fondo, y ver en qué medida se pueden alcanzar consensos en un plazo razonable. "Pero lo quieren todo de sopetón, al aventón y les va mal con ese planteamiento. En cuanto a contrapropuestas simplemente tienen que partir de lo que hacen los países más exitosos en esta materia. En Europa, por ejemplo, los fiscalistas sostienen que un buen sistema depende de todos los impuestos, de una variedad de ellos. El impuesto sobre la renta y el impuesto al valor agregado son fundamentales, pero luego hay varios gravámenes sobre propiedades, herencias, etc., y otros indirectos. Dicen que si no hay varios y no se cruzan no se obtiene la información adecuada sobre propiedades, ingresos... hay que ir trabajando en ese sentido. Lo lamentable es que este gobierno no busca consensos entre la sociedad, sino acuerdos políticos en el Congreso."