LUNES Ť 7 Ť MAYO Ť 2001

Ť Hermann Bellinghausen

Canica

La tenaz y resistente. La poderosa. La que avanza en círculo, en espiral, en línea recta. La que adivina. La que rueda lo estrictamente necesario y con la reticencia debida. Su apego a la gravedad suma tacto y materia, y luego se distrae porque reposa.

Piensa antes de ser pensada, huidiza, definitiva. Trasmuta, no retorna, no se repite ni detiene, no le importa caer. Joya y detrito, ésto y su contrario, borrada, indeleble en la acepción plural de las cosas, ayuda a jugarse la vida y echa tierra sobre las emanaciones oscuras del inframundo.

Cava y edifica, roza cada flor y cada araña, pero cuando la sombra arrecia, una aguda melancolía la salva de imitar a Lineo, le recuerda que el mundo es inclasificable tránsito, la pasea por bulevares que se inventa, señala escaparates, huellas, miserias, pies transeúntes, los charcos de lluvia, le proporciona conversación y entonces ella de la tristeza saca chispas.

La que lucha por abandonar el bolsillo. La compañera que no se despega, echa lumbre a los dragones en ayunas, cura raspaduras leves, y las heridas mayores las canaliza. Parece loca, mas su sentido de lo real refuta los límites y los traspasa limpiamente. Ignora fronteras.

Cazadora de hoyos, reina de la puntería, gusta ser penetrada si es con dulzura y dedo firme, sin detenerse. Belleza que gime o zumba, Bastilla que se humedece, entrega al túnel la transparente sorpresa y cambia de nombre cuando la descubren. Como nadie, la libertad la merece y respeta.

Echa agua a la semilla, acaricia la curvatura en terregosa pendiente, me salpica la cabeza con cantos de pájaro y sacude el paisaje para que vuelen.

La temeraria fiel, levanta polvareda, enchina las superfices líquidas, arrecia la brasa y la pone roja, muy roja, casi amarilla cuando echa aire en ondas largas y enseña al silencio distintas palabras: las verde perico, las aguamarina, las ágatas, las de barro, cascadas, y las cuicas cristalinas. Lisa, irresistible, siempre redonda.