Boato colonial en Cuba, por las nupcias del conde de Albemarle
Boda anglicana a ritmo de guaguancó
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La Habana, 6 de mayo. A ritmo de rumba y guaguancó, y con ritos anglicanos, el conde de Albemarle celebró sus nupcias el fin de semana en la capital cubana, que fue tomada brevemente por su antecesor en 1762.
En un acto social sin precedentes desde la revolución cubana de 1959, casi 300 invitados del jet-set internacional llegaron al Centro Histórico de La Habana la noche del sábado para celebrar el matrimonio del aristócrata inglés con la joven Sally Tadoyan.
El matrimonio se llevó a cabo en un antiguo templo, la Basílica Menor de San Francisco de Asís, y con los ritmos de la rumba y el guaguancó, en una ceremonia cuyos derechos publicitarios fueron adquiridos por la revista Vanity Fair.
La pareja fue recibida por el obispo anglicano Jorge Perera Hurtado. Un numeroso público, que incluía vecinos, curiosos de todas partes de la ciudad, turistas y unos pocos periodistas, se aglomeró ante la entrada principal para ver la llegada de los novios y sus invitados.
"Estoy aquí para ver algo insólito en esta ciudad después de 1959, como si se convirtiera en realidad lo que vemos en las revistas del corazón, como Hola, que una amiga extranjera me presta", dijo Angélica, una secretaria cubana de una empresa mixta con oficinas en ese distrito.
Algunos invitados ingleses se sorprendieron al ver el jardín y monumento a la memoria de la princesa Diana, erigidos pocos meses después de su fatal accidente en París.
"Lo que he visto de La Habana me parece maravilloso; además de su gente recibo una sensación de amabilidad y de calor humano real", manifestó sonriente la invitada Firad Yaun, de India, enfundada en un espléndido sahari azul cielo en chifón.
La novia hizo su aparición acompañada del padrino y de su padre. Los tres arriba de un coche-calesa tirado por un caballo enjaezado con campanillas de bronce y lirios blancos.
Algunas empleadas de los museos colindantes con el antiguo convento franciscano expresaban su admiración por la elegancia de los ajuares exhibidos por las damas. "Ropa muy bella, a la moda, con zapatos preciosos, pero no las envidio, veo esto como un desfile de modas en una pasarela", expresó Isabel González, trabajadora de la oficina del historiador de la ciudad y diputado a la Asamblea Nacional, Eusebio Leal.
Razones para permitir el enlace
El funcionario cubano firmó como testigo el acta matrimonial, junto con el embajador británico en Cuba, David Ridgway.
Este acto, dijo Eusebio Leal, "adquiere una relevancia particular, porque personas que tienen intereses tan específicos en su mundo escogen la isla y su capital para casarse, en este momento de coyunturas internacionales que vivimos".
"Además, la pareja ha hecho donaciones importantes para los centros de niños discapacitados y otras obras sociales con la tercera edad en este municipio, lo que considero significativo en los tiempos que vivimos", añadió.
El conde y la nueva condesa de Albemarle, con un vestido blanco marfil del diseñador Tom Ford, de la casa de modas Yves Saint Laurent, fueron rociados con una lluvia de pétalos de rosa al salir de los esponsales.
"Nos sentimos muy felices de estar aquí y la boda fue maravillosa en todos los sentidos", comentó la condesa. Por su parte, el conde expresó: "ahora quedó confirmado que en ningún otro lugar hubiera sido más bella la ceremonia".
Por su parte, el conde Manfredi della Gherardesca, amigo cercano del novio y testigo del acta matrimonial, comentó que "con esta boda en La Habana se realiza un sueño de la familia Albemarle, pues un descendiente del tercer conde se casa en un sitio recordado como una leyenda al cabo de siglos, y aceptaron la sugerencia de Leal, cuando visitaron esta ciudad el año pasado".
La música que acompañó todo el rito anglicano fue interpretada por la Camerata Femenina de Zenaida Romeo y el coro Entrevoces, de Digna Guerra, ambas agrupaciones de reconocido prestigio internacional, y con la participación especial de la mezzo-soprano suiza Nathale Spillman.
Hubo obras sacras de Mozart y Pachelbel, pero aquellas para el ingreso de la novia y la salida de los nuevos esposos fueron cubanas: del compositor Guido López Gavilán, Camerata en guaguanco, y la pieza con raíces campesinas Punto y tomada, de Carlos Farinas.