LUNES Ť 7 Ť MAYO Ť 2001
TEATRO
Raúl Díaz
Galería de moribundos
Afirmar que en teatro el lenguaje corporal posee una dimensión y peso específico tan contundentes que, en determinados momentos, pueden incluso superar a la palabra, es afirmar algo que todos saben. Sin embargo, en México, pocos creadores se aplican con seriedad y rigor al cultivo del lenguaje del cuerpo, ese que los europeos llaman teatro del gesto o teatro físico.
De aquí la importancia y la sorpresa de encontrarse de pronto con un grupo de teatristas que se dedican precisamente a cultivar eso pero que, además, no se conforman con ello, sino que escogen a un autor difícil y lo traen al escenario con la pretensión clarísima de presentar un espectáculo teatral en el que sea el lenguaje corporal y no el verbal el predominante y diga lo que sus creadores quieren decir.
Ese grupo se ha bautizado como Teatro Línea de Sombras, lo dirige Jorge A. Vargas y lo que presenta es Galería de moribundos. (Estudios y variaciones sobre el mundo beckettiano), que, como su nombre y subnombre indican, toma retazos de obra, situaciones y personajes de ese dramaturgo irlandés, Samuel Beckett, que allá por la mitad del siglo XX fue uno de los grandes sacudidores de conciencias de, sobre todo, los jóvenes europeos, aunque también de los pocos jóvenes latinoamericanos que en esos ayeres tenían acceso a ese tipo de teatro y a la cultura en general. Y es que, en nuestros países, aunque una reconocida y si se quiere hasta muy lúcida vanguardia intelectual pudiera "estar al día" y en sus respectivos pagos hacer muchos "escándalos", la verdad es que autores como Beckett nunca llegaron más allá de una reducida élite de intelectuales, estudiosos, snobs y curiosos.
No podía ser de otra manera porque esa serie de personajes ahora atinadamente llamados Galería de moribundos son seres de la posguerra, seres decadentes a los que su mundo literalmente les había estallado y del cual quien sabe por qué eran sobrevivientes. Así, sin visión ninguna del porvenir y con visiones horrendas de su inmediato pasado, los bequetianos más que sobrevivientes son seres que aún no habían terminado de morir pero cuya existencia, aún para ellos mismos, no tenía razón de ser.
Así se explica el impacto causado en 1953 por Esperando a Godot, que colocaba en medio del camino a dos desventurados que no podían moverse del sitio donde estaban hasta que no llegara Godot y, claro, éste no aparecía nunca. Es decir, se trataba de seres que nadie sabía de donde venían pero tampoco nadie, ni ellos mismos, sabían adónde iban.
En esa situación de desesperanza, de mutilación espiritual, pero muchísimas veces también física, se desenvuelven los personajes de Beckett, no sólo los de la obra citada, sino todos los demás como los de Final de partida o Días felices, hombres y mujeres incapacitados para el diálogo y casi hasta privados de la palabra y, sin embargo, y en aparente contradicción, cuán importante es el uso de la palabra en la obra bequetiana, cuán incisiva y determinante a través de frases cortas, palabras solas e inconexas, diálogos absurdos...
Trabajo profesional, pero fuera de tiempo
Puesta en escena visualmente riquísima, enmarcada por una escenografía sobria y fría, como no podía ser de otra manera, y una iluminación por demás adecuada, lo que aquí se ve es un trabajo profesional y estupendamente bien logrado y, sin embargo.
Sin embargo, un cuestionamiento serio debe hacerse a este trabajo: Hoy y aquí, en una realidad bien diferente a la planteada en escena, el esfuerzo realizado, el largo trabajo efectuado, el tiempo empleado y los recursos invertidos Ƒse justifican para traernos esta galería de moribundos?
El talento, dedicación y desempeño profesional de estos jóvenes creativos no hubiese sido mejor empleado en una puesta en escena distinta?
Siendo, insisto, una puesta en escena notable nos deja, empero, la sensación de que está fuera de tiempo, de que llega tarde. Lástima.
Galería de moribundos, teatro Julio Jiménez Rueda, los viernes, a las 20:30 horas; los sábados, a las 19 y los domingos, a las 18 horas.