MIERCOLES Ť 9 Ť MAYO Ť 2001
Ť Primera muestra del artista en la Galería Shapiro
Poner luces a sus pinturas, afán de Crispín Vayadares
Ť Tamayo es el creador oaxaqueño que más lo impactó
Ť El telar de los colores culminará el jueves 24
MERRY MAC MASTERS
A falta de clases formales, Crispín Vayadares (San Miguel del Puerto, Pochutla, Oaxaca, 1962) aprendió a pintar, entre otras cosas, viendo cuadros en las galerías de arte de la ciudad de México. A su modo de ver, sin embargo, había pinturas que lucían vacías, pues el fondo adolecía de una estructura. De esta carencia hizo una nota mental para algún día ''llegar a eso''.
De hecho, los fondos de Vayadares parecen tejidos de tapetes. ''En el istmo de Tehuantepec -dice- está la zona huave donde hacen telar pero de cintura. No soy de allí, pero he ido a observar este trabajo que me llamó la atención. Hace 15 años, cuando pinté uno de mis primeros cuadros en acrílico, quise imitar eso. Luego, lo retomé en 1993 y a partir de allí empecé a jugar con esto. Muchas personas me han dicho que debo depurar mi pintura y quitar las figuras. Ahora llegué a un cuadro azul que es precisamente la idea de un tapiz. No se trata tanto de quitar la figura sino de esconderla, porque aquí hay unas pelotas''.
No es la primera vez que Vayadares exhibe en la capital del país, pero sí en la Galería Estela Shapiro, ubicada en Víctor Hugo 72, colonia Anzures. El telar de colores se titula la muestra de óleos, que culminará el día 24, en la que se imponen los juguetes, pero también las mujeres, aunque el artista hace hincapié en lo que llama la conclusión del trabajo.
También le gusta meterle ''un poco de carga'' o textura a sus telas como son unas bolitas de pintura. ''Es óleo seco -explica-. El óleo que se va quedando en la paleta lo voy sobando. Allí se pone para secarlo. Encima de eso rayo y trabajo. El cuadro no es a la ligera. Tiene cerca de cinco fondos. O sea, el fondo que es con la brocha, luego se pega esta pintura seca. Después viene la espátula, luego otro trabajo para llegar a la conclusión. Me gusta jugar con esto porque siento que lo estoy dominando''.
Imponerse al óleo fue todo un reto para Vayadares. Criado en Salina Cruz, hizo sus primeros cuadros copiando lo que tenía a la mano, los libros de primaria. Con el tiempo conoció en Juchitán al pintor Jorge Ortega, quien le ayudó a manejar la acuarela. Su primera exposición individual fue en Juchitán y vendió varias acuarelas. Arribó a la capital de Oaxaca a mediados de los años ochenta, cuando se cerraba el taller Rufino Tamayo, de cuya existencia supo después por medio de Roberto Donís.
En aquel entonces, dice Vayadares, en Oaxaca se produjo una especie de escuela pero en el papel, especialmente en el gouache y el amate. Después llegaron personas ''del deefe'' y dijeron que faltaba que lo pasaramos a la tela. ''Dar el salto a la tela era difícil. Luego ya no quisieron comprar el gouache. ƑLa razón? Porque no les parecía pintura sino dibujo''.
Pasar el efecto a la tela
-ƑCómo lo lograste?
-Siento que el trabajo de uno es progresivo. La facilidad del papel es que ya tenemos el blanco. Si uno le da una pincelada, pues, hay blanco. Al pasarlo a la tela, como siempre ponía un fondo de cualquier color, no había blanco. Empecé a entender que debía haber luces, que antes me daban el papel, pero que ahora tenía que pasar el efecto a la tela.
En un principio, continúa, sus colores eran ''más tierras, más parcos, tipo Tamayo en sus óleos''. Para Vayadares don Rufino es el pintor oaxaqueño que más le ha impactado. En primera instancia, le gustaba mucho Paul Gauguin, por venir de una zona que ''tal vez refleje la vida que el vivió en Tahití''. Además, en ese entonces pintaba ''puras mujeres''.
Después de una temporada en la ciudad de México, Vayadares se fue a Miami. En 1993 recibió el Premio de Jurado del certamen All Florida Open, del Museo de Arte Boca Ratón. En Miami le impresionó la pintura de cubanos como José Bedia, Tomás Esso, Cruzazazeta, y el argentino Guillermo Kuitca, sin embargo, no pasó de ahí, pues se volvió a instalar en Oaxaca.
Una vez tenía ganas de irse a vivir a Nueva York, pero el crítico de arte Jorge Juanes le dijo que un pintor será pintor vaya donde se vaya. Pero el que no, aunque habite en Nueva York o París, nunca lo va a ser.