jueves Ť 10 Ť mayo Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

Entender los cambios

Aunque obvio, hay que repetir que muchas cosas han cambiado en los últimos años. Lo más evidente es que el modelo de acumulación de capital a escala mundial (y por lo tanto en las naciones subordinadas) comenzó a cambiar desde finales de los años setenta del siglo XX. La crisis económica y el cambio en el modelo capitalista afectaron a la sociedad. La primera (la crisis) porque rompió la cohesión social y promovió la individualización, el "sálvese quien pueda". El segundo (el nuevo modelo económico), porque aceleró los cambios en la sociedad, aprovechó su individualización y logró, con más éxito que en intentos anteriores, romper buena parte de las organizaciones de defensa, sobre todo de los trabajadores, y al mismo tiempo dividir todavía más a la población. Parte de esta aceleración en los cambios en la sociedad se tradujo en un creciente proceso de empobrecimiento y en un aumento de las desigualdades, más allá de las que ya eran consustanciales al capitalismo desde la primera revolución industrial. Agréguese a lo anterior el descrédito del socialismo como alternativa del capitalismo no a partir de la desaparición de la URSS, sino al comprobarse que no era socialista y que si eso era el socialismo mejor había que buscar otra opción.

Estos cambios en la sociedad tenían que plantearle un nuevo reto: Ƒcómo enfrentar a las clases dominantes y a los gobiernos sin los tradicionales aparatos de organización, defensa y lucha? Los partidos, por otro lado, y desde hace alrededor de 27 años, comenzaron un proceso de corrimiento hacia el centro, una vez que la izquierda hizo todo lo que pudo por ganar estatura electoral y competir con la derecha en los distintos cargos de representación y gobierno. La socialdemocratización de los partidos comunistas, es decir, su viraje hacia posiciones de centro, llevó también a los partidos de derecha a posiciones similares, con el lamentable efecto de favorecer a los partidos de extrema derecha e incluso fascistas en su desarrollo. En consecuencia, los partidos otrora defensores de los intereses de los trabajadores, de los pobres en general y de los todavía más pobres en los países subdesarrollados, se hicieron a un lado por curules y cargos de gobierno, obligando a los desempleados y a los trabajadores poco capacitados a medidas desesperadas tipo The Full Monty, y a la clase media a constituir ONG con financiamiento de los ricos con problemas de conciencia o de impuestos, vía fundaciones filantrópicas o ideológicas. De los primeros, de los desempleados y de los trabajadores no actualizados tecnológicamente, salieron los ahora llamados globalifóbicos.

Las políticas de gobierno también cambiaron o tenían que cambiar. Los modelos impulsados por Reagan y Thatcher, convenientes en su momento para la reorganización capitalista, pasaron a la obsolescencia en poco tiempo, pues el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el mismo Banco Mundial descubrieron que el número de consumidores de la producción del nuevo modelo económico era insuficiente, que había que ampliar el mercado mundial y, por lo mismo, que había que disminuir los índices de desigualdad mejorando la condición de los pobres (sin afectar a los ricos en sus ganancias).

En México Zedillo no quiso darse cuenta de estos cambios y reprobó a todos los economistas, al extremo de que el BID parecía de izquierda por comparación. Su partido perdió las elecciones y un porcentaje considerable de la población ciudadana votó por un cambio (que no por el cambio).

Sin embargo, Vicente Fox, el gobernante del cambio (como se quiso presentar), no parece haber entendido los cambios, ninguno de ellos. A Fox, en la lógica de los intereses de la globalización en su condición actual, le tocaba buscar la manera de aumentar el número de consumidores por la vía del empleo y del mejoramiento de los salarios. Igualmente le correspondía usar el aparato del Estado para regular la economía de tal forma que las desigualdades sociales pudieran disminuir. Ninguna de estas políticas ha sido llevada a cabo: su reforma fiscal (ya pospuesta), para poner el ejemplo más evidente, iba en sentido contrario de lo que tenía que hacer, pues afectaría principalmente el ingreso de las mayorías sociales.

Los partidos tampoco han entendido los cambios habidos, incluso en ellos mismos y en su papel ante la nueva sociedad. En lugar de acercarse a ésta y sus problemas, se han alejado para dedicarse más bien a obstaculizar a Fox en el Congreso de la Unión (incluso en lo concerniente a los indígenas), en lugar de simplemente enmendarle la plana en la esfera de sus atribuciones como legisladores. El resultado es que siguen desprestigiándose ante la sociedad y no contrarrestan o empujan al gobierno federal a cumplir su función en la dinámica de estos cambios.

Puede ser que esté equivocado en el significado de los cambios. Pero no creo estarlo al plantear la necesidad de entenderlos.