JUEVES Ť 10 Ť MAYO Ť 2001
Orlando Delgado
El ajuste foxista
La administración del presidente Fox tuvo cinco meses para preparar su propuesta económica para 2001; el tiempo no fue corto y se contó con la información necesaria para hacerlo. Durante esos meses, la información económica disponible evidenciaba que la economía estadunidense reducía su ritmo de crecimiento y que las dificultades del mercado petrolero se extenderían; estos dos datos indicaban que las metas propuestas por el nuevo equipo económico eran muy optimistas: el crecimiento esperado de 4.5 por ciento resultaba excesivo, atendiendo a que era de esperarse que Estados Unidos creciera, si lo lograba, a un ritmo de entre 0.5 y uno por ciento. Si el crecimiento no se alcanza, lógicamente se generan impactos en otras variables: al disminuir tanto la producción como los ingresos petroleros, los ingresos que esperaba el gobierno por el pago de impuestos y por la venta de petróleo caen y, en consecuencia, el resultado en finanzas públicas es diferente al previsto: aumenta el déficit.
Con los resultados observados para el primer trimestre, sabemos ya que el año no será bueno, las metas planteadas no se alcanzarán y los efectos en el empleo se agudizarán. Los resultados del comportamiento del producto, la inversión fija bruta, las exportaciones, la maquiladora y la construcción confirman que la propuesta foxista era, y sigue siendo, poco realista: en el primer trimestre los ingresos públicos resultaron menores en 3 mil 375 millones a lo esperado. Aunque oficialmente se anunciará mañana, se ha informado que el ajuste será precisamente de 3 mil 375 millones de pesos, lo que permitirá cumplir la meta de un déficit en finanzas públicas de 0.5 por ciento del PIB.
La medida planteada es típicamente ortodoxa, equivalente a la que se aplicó en 1998 cuando se enfrentaron dificultades financieras derivadas de problemas en las economías asiáticas, que se generalizaron con la caída del mercado petrolero y la crisis rusa. En ese momento, se contrajo el gasto público y se endureció la política monetaria; la tesis era absorber el choque externo, buscando evitar que los precios se salieran de control, a través de restricciones en la oferta de dinero, que duplicaron las tasas de interés tanto reales como nominales. Sin duda, la anterior administración, la última priísta, hubiera reaccionado de la misma manera: si los ingresos públicos bajan, a consecuencia de una reducción en el ritmo de la actividad económica, la receta es bajar el gasto y elevar las tasas de interés, lo que permitirá mantener el déficit público en los niveles esperados y, más importante aún: evitar que los precios se desboquen. Lo central hubiera sido, como lo es para los nuevos, evitar que el déficit en finanzas públicas fuera mayor al comprometido y que se perdiera la tendencia a la reducción en la inflación. Para ellos hubiera sido secundario el impacto sobre el empleo y, en consecuencia, sobre el nivel de vida de la población; las variables importantes eran, y siguen siendo, las monetarias; por ello, la pobreza creció impresionantemente.
Hoy ya no hay un gobierno priísta; tenemos un gobierno que llegó para hacernos crecer a 7 por ciento, que se comprometió a crear un millón 300 mil empleos anuales, que evitaría que los mexicanos siguieran emigrando al norte. Pero este nuevo gobierno, el del cambio, responde exactamente de la misma manera que los anteriores. Lo plantea, además, después de ser derrotado en el primer round de la pelea por la reforma tributaria; derrota que se explica, en parte, por la ausencia de una explicación convincente sobre el uso que se daría a los recursos adicionales y por la incongruencia de un gobierno que propone a la población pagar más impuestos y él reduce su gasto.
La propuesta de ajuste presupuestal atiende requerimientos previsibles, que debieron plantearse antes, permitiendo concentrar la política monetaria en los efectos de la desaceleración estadunidense sobre nuestra economía, actuando en sentido inverso al del ciclo económico; esto es precisamente lo que ha hecho la Reserva Federal de Greenspan: frente a síntomas de una desaceleración mayor a la esperada, ha reducido cuatro veces la tasa de interés, impactando positivamente al mercado y suavizando el ciclo recesivo. Con el mismo fin, el gobierno de Bush redujo los impuestos para incentivar el gasto privado y, con ello, favorecer que la actividad económica reanudase su trayectoria de crecimiento. En México, con el cambio, todo sigue igual.