JUEVES Ť 10 Ť MAYO Ť 2001

Ť Se inauguró la 54 versión del Festival de Cannes con el film de Baz Lurmann

Molino Rojo, abominable musical que amenaza con liquidar al género

Ť La historia, un mero pretexto para convertirla en un sucedáneo anacrónico de Estudio 54

LEONARDO GARCIA TSAO ENVIADO

Hasta ahora, todo normal en el festival de Cannes: el desconcierto con los cambios organizativos de costumbre, los tumultos para entrar a las proyecciones de prensa y, claro, una película abominable de inauguración. Moulin Rouge (Molino Rojo), de Baz Luhrmann, es una nueva aportación al musical que amenaza con liquidar la actual resurrección del género de un solo golpe.

FRANCE_FESTIVALA fines de los 50, John Huston hizo una cinta homónima centrada en la vida del pintor Toulouse Lautrec que, ciertamente, no se sitúa entre lo más distinguido de su filmografía. Pero comparada con el engendro de Luhrmann, es una obra maestra. Ahora la figura de Lautrec se reduce a fungir como chico del coro, mero testigo y alcahuete de la relación amorosa entre la bella cortesana Satine (Nicole Kidman) y el pobre escritor Christian (Ewan McGregor); la chica es codiciada por el duque (Richard Roxburgh) que financia el espectáculo a montarse en el cabaret epónimo y trata de imponerse por fuerza del billete.

FRANCE_FESTIVAL2La historia es un mero pretexto para que Luhrmann convierta al Molino Rojo en un sucedáneo anacrónico del Estudio 54, una especie de discoteca donde se montan los más patosos números musicales a ritmo de éxitos de Broadway e intérpretes como Elton John, Gloria Estefan y Madonna. El resultado es un torrente de kitsch posmoderno, tan empalagoso que es susceptible de sumir a cualquiera en un coma diabético.

Este es un caso en que la desfachatez del realizador es directamente proporcional a su falta de talento. No existe un sentido del ritmo o espacio cinematográficos ?sin los cuales el musical no es concebible?, pero sí mucho ruido, colorido, cortes rápidos, escenografías apantallantes y la marca registrada de Luhrmann: constantes acercamientos de los actores haciendo muecas a la cámara. En comparación, Ken Russell resulta un maestro de la mesura y la discreción.

Al infortunio personal que aflige actualmente a Nicole Kidman se suma el bochorno de desempeñar un papel consistente en pasar de una Jessica Rabbit en anfetaminas a la Dama de las Camelias, sin ninguna transición dramática. Hay que verla en un dueto con McGregor, cuando ambos entonan un popurrí que mezcla a los Beatles ("All You Need is Love"), U2 ("In the Name of Love"), Kiss ("I Was Made for Lovin' You), Paul McCartney ("Silly Love Songs") y hasta David Bowie ("Héroes") sin mostrar vergüenza alguna.

Los actores no tienen la culpa

Como gran final, Luhrmann nos reserva una apoteosis melodramática, en medio de un número hindú, mientras la llorosa chica muere de tisis y el duque intenta asesinar al escritor. Lars Von Trier no inventó el musical melodramático ?como suponen quienes ignoran una tradición que comienza con El cantante de jazz?, pero ya ha aparecido alguien con más cinismo a la hora de combinar lágrimas y canto.