viernes Ť 11 Ť mayo Ť 2001

Horacio Labastida

López Obrador y la nueva política

En acertado y profundo artículo (La Jornada, 5995), Luis Villoro señala las consecuencias indeseables del establecimiento de un Estado que no reconoce la pluralidad de las culturas que existen en la nación, porque tal Estado implica el dominio de un sector de la sociedad sobre la vida de enormes masas dominadas; hay en esto, agregaríamos, un totalitarismo radicalmente opuesto a la convivencia democrática. Y el propio Villoro hace notar que el llamado apartado B del artículo 2 del proyecto de senadores y diputados en materia indígena, es ejemplo claro de una norma opresiva: la que supone que "la marginación de los pueblos indígenas se suprimirá gracias a la generosa asistencia que nosotros (mestizos y criollos) hemos decidido otorgarles".

Mas la distinción entre Estado homogéneo y Estado plural -para Villoro a partir de la Constitución de 1824 se sancionó en México el Estado homogéneo- está apuntalada en otra idea de Estado que se enhebra íntimamente con la democracia y su manipulación por parte de acaudaladas elites económicas. El asunto se inició en la historia moderna cuando hábilmente la aristocracia inglesa se entendió con la burguesía puritana que alimentó a la transitoria república cromwelliana, al fructificar en la monarquía parlamentaria que configuraríase en torno de Guillermo de Orange o Guillermo III (1689-1702), cayendo así en definitiva el absolutismo monárquico en la tierra de William Shakespeare. Obvio es que este parlamentarismo connotó un gobierno de la burguesía y no del pueblo ni de la aristocracia. Pasado el importante acontecimiento de la segunda parte del siglo XVII, en las postrimerías del XVIII estallarían las revoluciones democráticas en Estados Unidos (1776) y Francia (1789), revoluciones que de un modo u otro, y muy especialmente en casa del Tío Sam, entregaron el poder político a las emergentes clases burguesas que asumieron en sí y por sí la representación pública y global del pueblo. Así quedó bien perfilada la significación de la democracia triunfante: en lo sucesivo los señores del dinero impondrán sus intereses sobre los intereses de los demás, inclusive de manera coercitiva con ejércitos tan sofisticadamente armados como los que buscan sellar el mundo actual con las decisiones de la Casa Blanca.

Pero no siempre las cosas han sido como las descritas. Frente al Estado burgués se ha planteado con hartas dificultades y tropiezos un Estado cuyo gobierno acate las demandas de las grandes mayorías de la población -mandar obedeciendo, dicen los zapatistas chiapanecos-, y tal proyecto viene registrándose desde el célebre Manifiesto de los Iguales (1797, Babeuf y Buonarroti) hasta las repúblicas populares del siglo pasado y los países que en nuestros días postulan como línea de administración la democracia del pueblo.

Ahora bien, Ƒqué es lo que está pasando en México? En el marco de la Constitución de 1917 y sus casi 422 reformas hasta la fecha, contamos dos clases de gobierno: el que preside Vicente Fox en el orden federal, y el que jefatura Andrés Manuel López Obrador, en el Distrito Federal. Este último se ha echado encima la responsabilidad de ejercer la democracia conforme a la voluntad general de las gentes, al margen de cualesquiera instancias neoliberales, y en este marco se explican las medidas que vienen aplicándose en la capital de la República. La alta burocracia del DF prescindió de sus tradicionales privilegios y se elevaron sustantivamente los siempre ahogantes sueldos de la burocracia no alta. Ni se han aumentado los tributos ni hay proyectos de reforma fiscal o restricciones del gasto presupuestal que agobien a las familias.

Por primera vez en los casi 200 años de historia de México son atendidos los viejos inopes que antes mendigaban, morían de hambre o sufrían una cruenta soledad. Aunque el problema de la criminalidad tiene múltiples causas sociales y económicas, se intenta restringir en sus efectos batallando por crear empleos y una policía honesta y eficaz. Existe en el Distrito Federal una guerra abierta contra la corrupción oficial y no oficial. El problema del transporte se está resolviendo con un programa de mejoramiento del público y legalización y sustitución del deficiente transporte concesionado. Pronto comenzarán a funcionar preparatorias y la Universidad del DF, así como escuelas técnicas para calificar el trabajo. Con recursos ahorrados se fomenta el desarrollo de las actividades productivas. Y sobre todo es resaltante un cambio esencial: hablar con la verdad y no con mentiras en la relación con los ciudadanos; gobernar públicamente y no en secreto.

ƑAcaso puede negarse que en el Distrito Federal se gobierna con el pueblo y para el pueblo? Es decir, a la vista está el nacimiento de la civilización justa proclamada primero por Morelos, en 1813, y luego por Lázaro Cárdenas, en 1934.