domingo Ť 13 Ť mayo Ť 2001
Rolando Cordera Campos
El mundo al revés
La política económica es siempre primero política, pero cuando pierde de vista a la economía se vuelve nociva y genera círculos perversos. De esto hemos tenido que aprender mucho los mexicanos, y a un costo alto. Es en esta tensión, siempre inestable, que se mueven los gobiernos y las sociedades sin arribar nunca a estabilidades definitivas, meta que como ilusión fatal acompaña a muchos secretarios de hacienda y gobernadores de los bancos centrales del mundo.
Entre la creencia y la doctrina y los reclamos de la realidad tienen que vivir el Estado y la política, y es en este tránsito interminable donde se prueban las destrezas y la fortuna de los que gobiernan. De poco sirve recurrir a las leyes de hierro de la economía, como lo hizo recientemente en la radio el subsecretario de Hacienda, cuando de responder a los reclamos o el desconcierto social se trata. Las oscilaciones de la economía mundial son parte de su naturaleza, pero eso no consuela a nadie y no puede usarse como argumento definitivo a favor o en contra de una u otra decisión económica. Las razones tienen que convertirse en persuasión y ésta no puede aspirar al éxito si no toma en cuenta las pasiones y los intereses contradictorios que esas medidas, con su solo anuncio, ponen en juego. Y nada de esto se ha hecho ahora.
El recorte anunciado estaba previsto desde que en diciembre el Congreso aprobó por unanimidad el presupuesto. Sin ingresos suficientes provenientes del petróleo y con un déficit fijado como pivote inmutable del conjunto de la política económica anual, no había para dónde hacerse y sólo era cuestión de tiempo para que el anuncio se volviese realidad. Eso lo sabía el secretario Gil y, desde la perspectiva que inspiran sus creencias y doctrinas, era poco lo que podía hacerse al respecto: mientras menos política económica mejor y, podría agregarse, en las condiciones actuales de las finanzas públicas y las cuentas externas de México, mientras menos crecimiento también mejor, porque si estabilidad es lo que se quiere, es preferible quedarse quietos que arriesgar la mínima compensación a las tendencias recesivas que hoy se apoderan del mundo. El estado perfecto, digamos, es el del crecimiento cero. Hasta aquí el bien sabido vademécum.
Los ajustes no son sino adaptaciones, ha insistido el secretario Gil, que impone una economía internacional en picada. Estar en el mundo, parece decirse, es ponernos en la punta del declive, más que tratar de atenuarlo o salirle al paso. Ir a contracorriente, agrega Eduardo Sojo, coordinador de políticas públicas de la Presidencia de la República, "pondría en peligro el equilibrio de las cuentas externas y el balance interno entre oferta y demanda agregada" (Roberto González Amador, (La Jornada, p. 16).
Quietos todos, pues, aunque con ello crezcan la insatisfacción y los reclamos se acumulen, para los desequilibrios y recuerdos del porvenir.
La ronda adaptativa apenas empieza. "A principios del mes próximo vamos a ver cómo cerró abril... y si es necesario seguir adaptando el gasto para que el gobierno no exceda sus posibilidades de endeudamiento; se seguirá haciendo eso porque el gobierno va a actuar de manera responsable" (Ibid). El gobierno federal, dice la nota, "va a diferir algunos proyectos, los considerados no prioritarios serán cancelados y disminuirá el presupuesto para difusión". La ambición es contar los pesos a diario, por aquello de tener la casa en orden. Pura economía... del hogar.
Por su parte, el presidente Fox parece haber aprendido las lecciones de su secretario. "De hecho -dijo el Presidente- es bueno este receso", aunque luego agregue: "Necesitamos hacer modificaciones estructurales para pensar en crecer a 7 por ciento anual con bases sólidas y reales" (Juan Manuel Venegas, La Jornada, 12/05/01, p.3). El horizonte se afirma, pero como línea imaginaria inalcanzable.
El ingenio crece con la adversidad y la innovación hacendaria al diccionario del ajuste es imparable: adaptarse sin ajustar, pero sin dejar de recortar, es el lema; estar sin dividir, sumar como misión aunque sea virtual, parece ser la consigna que busca acuñar el Presidente al pregonar la bondad del receso, pero sólo para ganar impulso.
El juego de ingenios y el abuso de las metáforas a que se ha dado en estas horas la así llamada clase política no tiene desperdicio, aunque no sea éste el espacio para su glosa y goce. Lo único que puede decirse es que de nuevo se conduce la política económica sin deliberación ni consulta, se pide reconocimiento a la valentía de los tijereteros de siempre y que, de nuevo, la cúpula del dinero reclama unidad nacional con el gobierno, aunque no haya crisis y todos estemos, tengamos que estar, contentos (sobre todo si el ajuste no toca ganancias ni riqueza). No el país de las maravillas, pero sí el de nunca jamás, donde todo se celebra al revés.
A favor de la nueva hacienda pública, el diputado Felipe Calderón dijo que de no hacerla el país estará en quiebra técnica en cinco años. Lo que más bien debería temerse, es que si el gobierno no sale pronto de sus propias trampas y espejismos conceptuales, deja atrás aquello de que no hay más ruta que la suya, y se pone a hacer política para adultos, lo que habrá es una quiebra política. Para consuelo de nadie.