DOMINGO Ť 13 Ť MAYO Ť 2001
Angeles González Gamio
El Mora
Así se conoce en el medio de los historiadores al Instituto Mora, centro de investigación y estudios de posgrado, de excelencia. Baste conocer quiénes han sido sus directores para ratificarlo: Ernesto de la Torre Villar, Eugenia Meyer, Hira de Gortari y actualmente Santiago Portilla. Es de gran interés conocer su origen y su ubicación.
En 1976, por iniciativa presidencial, se creó Bibliotecas Mexicanas, AC, institución no lucrativa con un proyecto fundamentalmente bibliográfico; en un principio se conformó con los fondos de la Biblioteca Conde, que había pertenecido al bibliófilo poblano José Ignacio Conde y que reunía acervos de Lucas Alamán, Ignacio L. Vallarta, Vicente Riva Palacio y José María Roa Bárcena, entre otros. En 1980 la Secretaría de Educación Pública decidió crear el Instituto Mora, para que se aprovechara de mejor manera el rico fondo, que para entonces ya había crecido sustancialmente.
El sitio para alojarlo no podía ser mejor: una soberbia casona en donde vivió Valentín Gómez Farías, situada en una preciosa plaza del barrio de Mixcoac, que lleva su nombre. En un principio se pensó en bautizar el instituto con el nombre de este personaje que la habitó, pero en virtud de que fue un hombre fundamentalmente político, se decidió utilizar el del doctor José María Luis Mora, sacerdote, teólogo, periodista, precursor de la enseñanza de la economía en México e ideólogo de la primera Reforma.
En el lugar se encuentra también la casa que fue de Irineo Paz, abuelo de Octavio Paz, ahora convertida en el monasterio de Santa Catalina de Siena, con sus monjas dominicas, excelentes cocineras. Como remate indispensable de toda plaza: el templo; éste, dedicado a San Juan Evangelista y Nuestra Señora de Guadalupe, cuya imagen aparece bellamente labrada en la fachada. El sitio conserva un delicioso sabor provinciano con sus jardines con flores, añejos árboles y hiedras de pequeñas hojas que abrazan voluptuosas palmeras.
En este sitio privilegiado ha ido creciendo y desarrollándose el Instituto Mora, que en sus principios únicamente impartió dos maestrías: Historia de América y Sociología Política, y posteriormente inició la investigación; "queríamos formar a la gente para poder tener elementos de qué echar mano en las investigaciones", comentó el doctor De la Torre.
Los posteriores directores ampliaron ambas actividades y el acervo de la biblioteca, que alcanza la impresionante cifra de 86 mil volúmenes, además de mil rollos de material microfilmado, una importante colección cartográfica, un archivo sonoro con 716 cintas y una área hemerográfica con publicaciones periódicas del siglo XIX y contemporáneas especializadas, con mas de 36 mil fascículos. A mediados de 1988 inició la emisión de Hemerografía Americana, siglos XIX y XX, que abrió la puerta a las publicaciones, que en la actualidad conforma un rico catálogo que incluye valiosos facsimilares.
El año de 1992 fue fundamental para el Mora, ya que quedó agrupado en el sistema SEP-Conacyt. Esto llevó a modernizarlo y someterlo a la competencia por un lugar distinguido entre las instituciones de su tipo en el país. Se examinaron las actividades sustanciales, se diseñaron proyectos para perfeccionarlas y se reestructuraron todas las áreas. Esto tuvo múltiples efectos; entre otros, convertir a las maestrías en programas del más alto nivel, se elevó la calidad de la planta docente y se vincularon la enseñanza y la investigación. Todo ello llevó a obtener financiamientos externos, como el que otorgó la Fundación Rockefeller, para el proyecto Historia de Estados Unidos.
Ahora que estrena director, el doctor Santiago Portilla, ya inició una serie de cambios y nuevos proyectos, que seguramente llevarán al instituto a escalar un peldaño más en su exitoso desarrollo. Ya se reestructuraron las áreas de investigación; está por comenzar un proyecto integral de vinculación con el exterior y pronto disfrutaremos de monografías históricas. Otro proyecto que nos va a acercar al Mora, es la campaña de difusión del quehacer tecnológico en nuestro país y la intensificación de su programa de historia oral, que realiza conjuntamente con el Consejo de la Crónica.
Como todo barrio de prestigio, tiene una excelente tortería, situada en la esquina de Augusto Rodin y Empresa, que lleva el sugerente nombre de "Tortas del Capricho", gigantes y sabrosísimas; se acompañan de aguas frescas, de horchata, tamarindo o jamaica.