LUNES Ť 14 Ť MAYO Ť 2001

Marcos Roitman Rosenmann

Ser de izquierdas en el siglo XXI

Comenzar teniendo problemas de identidad es grave. La idea de consultar al sicoanalista puede ser aún más problemático. La pérdida de identidad cuando se trata de principios éticos, el bien común social y democráticos, mandar obedeciendo, santo y seña de la izquierda en cualquier época y lugar, lleva a la muerte política.

Una sociedad, como la capitalista, capaz de metamorfosearse y mutar de acuerdo con la lógica de los procesos de explotación y dominio del capital en cualquiera de sus fases, le otorga una elasticidad donde los principios son abandonados por postulados pragmáticos. Se trata de borrar la conciencia y crear operadores sistémicos. Sujetos socialconformistas.

Explicar los cambios que adopta el capitalismo no es cosa fácil. El esfuerzo requiere disciplina y trabajo en equipo. Pero una sociedad que fomenta valores como el egoísmo, el personalismo exacerbado y el consumo no está capacitada para generar principios ético-morales democráticos. Por el contrario, rehúye de ellos y los arrincona. Sólo cuando necesita de ellos va al diván de los recuerdos, los toma y hace un uso espurio de ello.

Buscar una nueva definición: Ƒqué es ser de izquierdas?, es una propuesta inadecuada. Hay en la pregunta un hecho implícito, se cuestiona la definición existente, pudiéndose hablar de crisis de identidad. Sin embargo, el problema es más complejo. No se trata de definir qué es ser de izquierda, se trata de articular políticas alternativas y, por ende, ser de izquierdas sigue siendo tener que ser anticapitalista. Y aquí sí surgen los problemas.

La lucha por apropiarse del sello de izquierda termina siendo un problema electoral, de consumo "elitista" o un producto de mercadotecnia. Toda nueva izquierda es pertinente con tal de participar en un festín de reparto de cargos, puestos públicos y disfrutar de los beneficios de un poder tecnocrático y sin adjetivos, ligado a un discurso de eficiencia y racionalidad. En otras palabras, si es necesario negar los principios los negamos aun a costo de perder la identidad. Es como el cuento del lobo y los corderos. Si recordamos, el lobo quería comerlos y para ello toca la puerta diciendo que es uno de ellos. Sin embargo, avisados los corderos piden señas para comprobar que se trata de un igual para dejarlo pasar. El lobo, en su estrategia, decide cambiar su voz, la fisonomía y sus características. Al fin, cuando los corderos le abren la puerta, el lobo termina balando --beeee-- como cualquier oveja y se integra al rebaño.

La laxitud con que se presenta una supuesta nueva izquierda, sin complejos, dicen, asumiendo todos y cada uno de los errores de los partidos comunistas gobernantes en los países de Europa del este o de todo occidente, disolviéndose, inmolándose y sintiéndose responsables de todas y cada una de las tragedias del mundo, deja poco espacio para poder luchar contra cualquier tipo de explotación y dominio fuera de los márgenes impuestos por el capitalismo en su última fase de refundación del orden neoliberal. Es decir, para la lucha democrática y socialista. Señas de identidad de la izquierda en cualquier época y lugar del planeta.

Con una conceptualización protocapitalista asumen el discurso de la modernización y la gobernabilidad sin pensar que ello no constituye más que una dimensión tecnocrática-funcional y no de política estratégica y planeación democrática. Ni los más optimistas podían pensar que en el siglo XXI, la tercera vía terminaría reivindicando para sí la articulación de un capitalismo de nuevo cuño, en el que se recoja lo mejor de las doctrinas keynesianas con lo más granado del neoliberalismo.

Tampoco se pensó que desaparecerían de la agenda política problemas claves que diferencian los proyectos políticos de izquierda de la derecha, como por ejemplo: Ƒpara qué se gobierna?, Ƒpor qué se gobierna?, Ƒcómo se ejerce el poder?, Ƒquiénes gobiernan? Soslayar estas interrogantes hace que la pregunta "Ƒqué es ser de izquierda?", cobre sentido sólo para quienes han dejado de serlo.

Bonito dilema; quienes abandonan y renuncian a los principios ético-políticos del bien común, a la convicción democrática de mandar obedeciendo, a la responsabilidad de asumir la crítica teórica y la praxis política anticapitalista son los que terminan por querer definir la estrategia de la izquierda. Es esta esquizofrenia lo que debemos resolver.

Ser de izquierdas a principios del siglo XXI sigue siendo comprometerse con la lucha democrática que abre los espacios dentro del capitalismo, para superar la explotación y las nuevas formas de esclavitud encubiertas. Ser de izquierdas sigue siendo luchar contra una forma de vida, contra una cultura del individualismo exacerbado, la capitalista, cuya práctica termina llevando a la extinción por la vía del consumo a la especie homo sapiens sapiens. Pero no es problema, los insectos son más de 80 por ciento de los habitantes del planeta Tierra. Esperemos que puedan sobrevivir al holocausto ambiental.

Contra el crimen a la conciencia, a los valores más relevantes del ser humano corresponde luchar a la izquierda. Lucha por lo demás que nunca ha sido abandonada. La denuncia contra la explotación sigue siendo la lucha de la izquierda y en ello la derecha no tiene nada que decir. Por ello, lo que es lamentable no es no ser de izquierda, sino renunciar a la condición humana por vivir en un orden, el capitalista, que garantiza la explotación para acceder al éxito individual. No es extraño que Fernando Henrique Cardoso, hoy presidente de Brasil, dijese en un seminario, celebrado en España por la fundación Sistema y la revista Hacia el socialismo en los años noventa, que la explotación no existe y que no es un problema ni político ni teórico. La tercera vía está en marcha.