LUNES Ť 14 Ť MAYO Ť 2001

ŤActúa la orquesta en enormes estructuras metálicas

Espectacular y vistoso montaje da a Jesucristo Superestrella una dimensión diferente

RAUL DIAZ

Si no fuera porque las buenas conciencias pueden alterarse (sobre todo tratándose del tema de que se trata), y porque el "erudito" guardián de la moral y Secretario de Trabajo pudiera exigir mi expulsión de este diario, si no fuera por esas dos razones, digo, me atrevería a escribir que la actual puesta en escena es una chingonería.

Si, ese término muy nuestro que no figura en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pero que a nosotros los mexicanos nos dice todo en cuanto sinónimo de calidad.

Y es que eso, resultado natural de una gran conjugación de talentos, es lo que usted puede disfrutar -si tiene el dinero suficiente debo anotar de inmediato-, si asiste a presenciar este Jesucristo que, en cuanto a montaje, es una auténtica superestrella.

Veamos quienes son algunos de los involucrados. En primer lugar, ese binomio que tiene asegurado ya su lugar en la historia del teatro musical del siglo XX, Andrew Lloyd Webber y tim Rice, excelente músico el primero y no menos buen libretista el segundo, cuyos nombres están asociados a creaciones tales como Evita, Cats, El fantasma de la ópera y José el soñador, para citar solo algunas que se consideran ya verdaderos clásicos del teatro lírico del siglo pasado.

A ellos se agrega el director escénico español Hansel Cereza cuya historia se liga al del grupo teatral de vanguardia por excelencia en la Europa de los años ochenta, La Fura des Baus. Con tales antecedentes se comprenderá fácilmente el concepto de teatro y espectáculo que este director tiene y lleva a sus montajes.

Por la aportación destacada que otorgan al montaje no puedo dejar de mencionar a Alberto Pastor, encargado de la escenografía y quien, al igual que el director, proviene de las filas de La Fura; a Gastón Briski, diseñador de audio, quien entre otras cosas ha sido jefe de audio de Los miserables y Cats y, a Angel Ancona responsable de la iluminación y quien entre otros, ha trabajado con el prestigiado grupo Rajatabla de Venezuela, el Teatro Nacional de Bogotá y en varias obras de nuestra Compañía Nacional de Teatro.

Este equipo al que pertenecen también otros aquí no mencionados, es el responsable de presentarnos un espectáculo de primera línea que, aquí si y aunque suene a vil lugar común, pudiera presentarse sin desdoro en cualquiera de las grandes capitales del mundo. Esto en cuanto a la concepción y montaje se refiere.

Ahora, Ƒporqué insisto y recalco en cuanto al montaje? Porque más que la participación de los actores-cantantes a los diferentes roles asignados, y el entusiasmo y esfuerzo desarrollado por ellos y los coros, es el montaje, el espectáculo, lo visual lo que da a este Jesucristo Superestrella una dimensión diferente y superior.

Conozco no menos de una media docena de versiones de esta obra, algunas de ellas extranjeras, y ninguna alcanza el nivel de espectacularidad que esta que me ocupa. Veamos dos o tres momentos. Uno, la suspensión a tres o cuatro metros de altura de Anás y Calfas quienes con sus propias vestiduras crean el arco por donde pasarán Jesús y sus seguidores el Domingo de Ramos Dos, las caras de los apóstoles que parecen flotar cuando todo esta a oscuras y solo éstas están iluminadas. Tres, Jesús elevado a gran altura en el momento de su crucifixión y los brazos de la cruz que se forman por sarcófagos flotantes en posición horizontal y en donde yacen el buen y mal ladrones.

Al centro del escenario únicamente una enorme estructura metálica dividida en tres pisos en donde actúa la orquesta, lo demás está vacío dejando libre todo el espacio para el desenvolvimiento de las acciones.

Puesta en escena absolutamente moderna que con efectividad que no efectivismo utiliza la tecnología de hoy, con un manejo de actores que marca pero deja libertad de acción a estos y en donde, actoralmente, el mejor momento lo consigue Gerardo González en su "Herodes", Jesucristo Superestrella es un espectáculo digno de verse pero cuyos boletos cuestan, el más barato, ciento cincuenta pesos.