EUSKADI: LA DERROTA DE LOS EXTREMOS
En
los históricos comicios realizados ayer en el País Vasco
los electores optaron mayoritariamente por el regionalismo moderado y dialogante
del Partido Nacionalista Vasco (PNV), y cerraron el paso a las posturas
extremistas e intolerantes que han perpetuado y ahondado el conflicto que
padece esa región: el radicalismo independentista de ETA y sus alrededores
políticos de Euskal Herritarrok (EH), por un lado y, por el otro,
el radicalismo españolista del Partido Popular, gobernante en Madrid,
y su aliado de facto en el País Vasco, el Partido Socialista de
Euskadi, patente electoral local del PSOE.
La drástica contracción de los espacios
parlamentarios de EH (que pasa de 14 a siete escaños en el parlamento
de Vitoria) constituye una clara muestra de repudio del electorado a una
organización que, siendo considerada por la generalidad de los medios
españoles como "el brazo político" de ETA, se ha negado persistentemente
a deslindarse de la violencia ciega de los etarras. Esta caída del
voto independentista radical no es un dato menor, si se considera que el
caudal electoral de Herri Batasuna o Euskal Herritarrok ha sido utilizado,
de manera correcta o no, como argumento de respaldo de un sector de la
sociedad a ETA e incluso a sus métodos criminales.
Igualmente significativa ha sido la derrota del bando
españolista, representado por el PP y el PSE, el cual, con el respaldo
de los medios informativos de Madrid, recurrió, a lo largo de la
campaña y desde antes, a una sistemática distorsión
de la realidad política vasca, al acusar a los nacionalistas de
todos los signos de complicidad con ETA y de pretender, en el País
Vasco, una supuesta "limpieza étnica" de españoles. En su
momento, el líder del PNV, Xavier Arzalluz, señaló
los "niveles delictivos" a los que habían llegado el presidente
del gobierno español, José María Aznar, y su ex ministro
del interior y candidato a lehendakari, Jaime Mayor Oreja, en la manipulación
de los medios informativos para propiciar una atmósfera de linchamiento
contra el conjunto de las organizaciones vascas.
Si a estos "niveles delictivos" se agrega la guerra sucia
emprendida en el País Vasco por el PSOE cuando estuvo en el poder
en Madrid, cabe concluir que, en su afán por aplastar el separatismo
vasco, las organizaciones del bando españolista han quebrantado,
desde el extremo opuesto a ETA, la legalidad y el estado de derecho.
Cada cual desde su extremismo y su ceguera y con sus métodos
propios, la banda armada y la clase política de Madrid confluyeron
en el empeño de colocar a la sociedad vasca entre la espada y la
pared. Cada cual desde sus propios intereses, ETA y el radicalismo independentista,
por un lado, y la coalición de facto PP-PSE, por la otra, buscaron
hacer intransitable para el nacionalismo vasco la vía política,
parlamentaria y pacífica. Ambos fueron derrotados ayer. La sociedad
de Euskadi, que acudía en un 80 por ciento insólito a las
urnas, demostró así que en su mayoría está
por la razón y que no es posible engañarla, atemorizarla
o presionarla.
Cabe esperar que, en esa medida, y como lo señaló
ayer mismo el lehendakari Juan José Ibarretxe, los resultados electorales
comentados abran "las puertas de la ilusión y el diálogo"
en el País Vasco.
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