MARTES Ť 15 Ť MAYO Ť 2001

Ť Teresa del Conde

Wols (Segunda y última parte)

Son 40 las fotografías de Wols ahora exhibidas en la Sala Antonieta Rivas Mercado del Museo de Arte Moderno (MAM). El curador de la exposición explica que carecen de título, pero las escenas o montajes se corresponden con varios temas, algunos bien discernibles y otros no. Varias están fuertemente matizadas por el surrealismo, por ejemplo, aquélla en la que aparece un ave desollada junto con el pico apuntando hacia un huevo u otra -quizá rememorando a Arcimboldo- en la que hay una forma antropoide que en realidad está configurada de carcasa, de elementos vegetales y vísceras.

Todas son impactantes y algunas hablan de decadencia y descomposición, en una los tubérculos han sido conminados a funcionar como partes anatómicas de los órganos sexuales y hay una en la que el único elemento es una pierna flexionada, bien iluminada, destacándose sobre una especie de pajar. Si este encuadre se gira en 90 grados, la cosa cambia y entonces más bien pudiera parecer que lo que se retrató allí es un brazo doblado sobre sí mismo a la altura del codo.

Se exhibe la preciosa toma de una ventana estrecha y alta con la ventila de la parte inferior abierta. Aquí se crea un contraste entre el ''no vidrio'' que permite ver nítidamente un farol y el ''sí vidrio'' de la ventana cerrada, dejando traslucir lo que hay tras ésta: un cementerio. Yo utilizo estas expresiones (no vidrio-sí vidrio) porque Jean Paul Sartre, admirador de este artista, quien acompañó uno de sus escritos con grabados suyos, tiene un texto sobre él que se titula ''dedo-no dedo'' (Finger und Nichtfinger) varias veces reeditado en alemán.

Los expertos en fotografía dirían seguramente que estas impresiones vintage revelan una acuciosísima preparación técnica no menos que ''alto grado de esfuerzo artístico, reflexión y largos periodos de observación'', como afirmó Franz-Joachim Verspohl en un escrito de 1998.

Respecto de los grabados, no puede afirmarse que Wols haya ilustrado ideas de Sartre, en las ''Nourritures'' o de Kafka, Artaud, etcétera, sino que los grabados le fueron encargados y los hizo con mano maestra, valiéndose de los instrumentos e ingredientes clásicos: todos son al aguafuerte con puntaseca y en la mayoría los filamentos tienen carácter protagónico. Uno de los que más he admirado sí lleva título, Gran mancha y es precisamente lo contrario de lo que es una mancha, porque una mancha se expande y lo que allí hay se concentra estallando a partir de puros trazos encontrados.

Como creador de aforismos, Wols no era muy optimista. Uno de los más conocidos (sin reproducir en el catálogo) reza así: ''Es probable que Dios prefiera las moscas a los hombres''.

Las acuarelas son igualmente muy gráficas: excepto cuando pintó al óleo, Wols se mostró ante todo como dibujante, los trabajos que se exponen entregan diferentes métodos de usar la línea. El titulado La matriz ofrece algunos trazos negros, densos y movimiento envolvente, sí se parece algo a ciertos dibujos de Jackson Pollock realizados aproximadamente por la misma época (1943), en otros como el de la ciudad, la plumilla delgadísima parece apenas tocar el papel, en cambio Scherzo sí sugiere nacer de lo que en principio fue una mancha cuidadosamente bordeada después en ciertas zonas. La firma de Wols no es tal, las cuatro letras romanas pequeñísimas, sin ningún gesto, procuran estorbar lo menos posible el diseño de la composición y se percibe que cuando él creía que su inclusión perjudicaba el conjunto, las suprimía como sucede en el haz de filamentos Sin título presumiblemente de 1945.

El informalista francés Georges Mathiew conoció y mantuvo trato con Wols en 1947, lo admiró y se influyó de él. En su estudio Más allá del tachismo (Au-delà du Tachisme) recuerda con sumo beneplácito que el 23 de mayo de ese año vio 40 ''obras maestras'' del berlinés. ''Lo más importante desde Van Gogh''. También habla allí de la autocrucifixión de este notable artista.