VIERNES Ť 17 Ť MAYO Ť 2001

Darán a conocer originales diferentes de la novela de Juan Rulfo


rulfo4 Los dos finales de Pedro Páramo

CESAR GÜEMES

Tres hechos conmoverán sin duda a las letras nacionales a partir de la presentación de los originales mecanografiados de la más célebre novela del siglo XX mexicano en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM: Pedro Páramo no terminaba como termina, en su estructura nada tuvo que ver Juan José Arreola y, en efecto, Juan Rulfo decidió sustituir, luego de dar por concluida la obra, al menos siete cuartillas enteras.

El acontecimiento, sujeto a la discreción natural del caso y de los ambientes académicos de altos estudios, se verificó la noche del miércoles con la presencia tanto de dos hijos del maestro, Juan Pablo y Juan Francisco; la de Víctor Jiménez, titular de la Fundación Juan Rulfo; los escritores Fernando Curiel, director del IIF, y Alberto Vital, coordinador del Centro de Estudios Literarios, más académicos especialistas en la obra del narrador jalisciense.

A partir del símbolo que encierra la fecha del 16 de mayo, natalicio del autor de El llano en llamas, se dio el primer acercamiento. Se trata, según se dijo, de invitar a los filólogos a trabajar sobre los dos originales mecanografiados, uno copia al carbón de otro, de Pedro Páramo. Más adelante se fijará la fecha de una reunión formal de labores.

El original primero, llamémosle así al que conforman las cuartillas que recibieron directamente el golpe de los tipos mecanográficos, fue el que Rulfo entregara al Fondo de Cultura Económica para su edición. El segundo original, copia al carbón del primero, es el que obra en poder del Centro Mexicano de Escritores. Ambos encierran varios misterios dignos de una indagación detectivesca, o filológica para ser precisos.

rulfo2 El primer hecho, que con la autorización de la familia Rulfo es posible dar a conocer, es el final de la obra. En ambos originales el escritor eliminó, tachándolo, el cierre que había considerado para la que se convertiría en la más célebre novela mexicana del siglo XX. Antes de dejar una copia en el CME y de acudir al Fondo para hacer lo propio, decidió recortar su trabajo suprimiendo las líneas que dicen: "Y junto a la Media Luna quedó siempre aquel desparramadero de piedras que fue Pedro Páramo". De modo que después de dar por terminado su trabajo de corrección, que hoy podemos leer como "Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras", el prosista eliminó su primer final muy probablemente por razones de economía de lenguaje y eficacia estética.

Arreola, nada que ver

El segundo hecho es que Juan José Arreola, pese a la leyenda que durante años pesó sobre la estructuración de Pedro Páramo en la que pudo verse involucrado, no tuvo nada que ver en la obra. Así lo dio a conocer Víctor Jiménez aludiendo a una comida el domingo 6 de junio de 1993, luego de un homenaje en Bellas Artes en torno al escritor, en la cual estuvieron Carlos Fuentes, Silvia Lemus, Juan José Arreola, Claudia Arreola, Luz Fernández de Alba, Salvador Elizondo, el propio Jiménez y Jorge Rufinelli. Este último planteó a Arreola, ante los presentes que se convirtieron en testigos inmejorables del hecho, lo siguiente: "ƑQué hay de lo que se dice de una intervención suya al lado de Rulfo cuando él estaba terminando Pedro Páramo, de donde habría resultado la estructura de la novela?"

La respuesta a uno de los más difundidos mitos de la literatura mexicana contemporánea fue, tal como lo contó el titular de la Fundación Rulfo: "Como yo me encontraba sentado exactamente frente a él (Arreola), pude ver cómo dirigió su mirada hacia el mantel, donde tenía las dos manos extendidas hacia abajo. Mientras las movía suavemente como tratando de alisar el mantel, quitándole hasta la última arruga, dijo, sin un énfasis particular: 'No, yo no tuve nada que ver en eso, nada absolutamente'. No levantó, mientras hablaba, los ojos de la mesa. No dijo otras palabras que las que cito".

El tercer hecho es que puede observarse en ambos originales que la sección dedicada a la muerte de Susana San Juan, que abarca las cuartillas 112 a 118, fueron cambiadas por Rulfo totalmente, reescritas e insertadas antes de entregarlas a sus destinatarios. Quizá no sabremos qué cambió, pero sabemos que lo hizo y no fue menor el asunto.

En un ángulo del recinto donde se dio el encuentro, Juan Francisco Rulfo, uno de los hijos mayores del maestro, presenció los hechos amable, silencioso y enigmático como sólo un descendiente de Juan Rulfo puede ser.