VIERNES Ť 18 Ť MAYO Ť 2001

Emoción italiana y somnolencia

LEONARDO GARCIA TSAO ENVIADO

Cannes. A pesar de su ya largo estado de crisis, el cine italiano ha sido recordado este año en Cannes por qué en algún momento fue considerado el mejor del mundo. Después de El oficio de las armas, la reflexiva lección de historia de Ermanno Olmi, hoy Nanni Moretti ha participado con La stanza del figlio (La recámara del hijo), sin duda la película más conmovedora de la competencia hasta ahora.

Abandonando sus meditaciones en primera persona sobre la actual sociedad italiana que, aunque acertadas en su ironía pecaban de cierto narcisismo, Moretti ensaya ahora el drama enfocando los efectos devastadores de la muerte accidental de un hijo adolescente en una familia bienavenida. Sin ejercer nunca los golpes bajos sentimentales, el cineasta examina las dolorosas repercusiones de una tragedia tan cotidiana como terrible en sus diferentes miembros, centrándose en el padre (una interpretación sensible del propio Moretti), quien como psicoanalista se siente incapaz de atender los problemas de otras personas.

Al inicio del festival el jurado declaró que se prestaría especial atención a las películas que apelaran al corazón. Si eso es cierto, es de prever un premio importante -si no la Palma de Oro misma- para la honestidad y fuerza emocionales de La stanza del figlio.

Por su parte, el ruso Alexander Sokurov ha presentado Taurus (Tauro), la segunda parte de su planeada tetralogía sobre hombres de poder en el siglo XX. En esta ocasión se ha dedicado a recrear los días finales de Lenin, muy deteriorado en mente y cuerpo por la enfermedad. Sokurov vuelve a ejercer su distintivo estilo impresionista -colores deslavados, grano abierto, un dominio de tono verdes- para hacer un recuento de la atmósfera que rodeaba al líder socialista en su agonía. Ciertamente, el habitual ritmo pausado del realizador fue demasiado para muchos colegas que abandonaron la sala o se pusieron a roncar a pierna suelta.

Algo similar ocurrió con Ni nei pien chi tienQué horas son allá?), otra enigmática cinta del taiwanés Tsai Ming-Liang, con narrativas paralelas sobre una viuda que espera la reencarnación de su esposo, su joven hijo obsesionado por el tiempo en sus diferentes horarios y la solitaria experiencia de una chica en París, que había pensado comprarle un reloj al segundo. El humor absurdo, las posibilidades abiertas de significado y los estéticos planos fijos de la película tampoco fueron suficientes para espantar a Morfeo, quien ocupó un lugar privilegiado en la sala.